XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Lc 17,11-19: ¿No fueron diez los sanados?

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

14-17: Volvió Naamán donde Eliseo, y alabó al Señor
Salmo 97: El Señor revela a las naciones su salvación.
2Tm 2,8-13: Haz memoria de Jesucristo, el Señor
Lc 17,11-19: ¿No fueron diez los sanados?
 

¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?

De camino a Jerusalén, pasaba Jesús por los confines entre Samaría y Galilea. Ya sabemos qué quiere decir “camino de Jerusalén”; los evangelistas nos han hecho entender que “subir a Jerusalén” es ir camino de su glorificación, que pasa por la cruz. Subir a Jerusalén es ir camino de la cruz. Otro dato que aparece en esta primera frase del evangelio de este domingo es que Jesús camina y andaba por los confines de Samaría, lugar poco propenso para anunciar la buena noticia, poco amigos de la tradición judía, ya que eran colonos de origen extranjero; decir samaritano era casi pronunciar un insulto.

Pues bien, en ese contexto de conflicto y enemistad aparecen estos diez leprosos, otro elemento para el desajuste. El leproso estaba obligado a vivir fuera, harapiento y despeinado, y diciendo a voces que era un impuro. Estos diez leprosos piden a Jesús que tenga compasión ellos. Como la ley había prescrito su alejamiento de la comunidad, cuando el enfermo consideraba que estaba bien de su mal, tenía que presentarse al sacerdote para que él diera el nuevo dictamen: si ya estaba curado, debí purificarse, si aún no lo estaba, debía seguir aislado. Efectivamente, Jesús se apiada, les manda cumplir la ley y cuando están de camino se ven curados de la lepra.

De los diez leprosos sólo uno se detiene maravillado ante su curación, reconoce que ha sido tocado por el amor de Jesús, y se da media vuelta para agradecérselo. Este, en vez de escoger el camino de la ley escoge el camino del agradecimiento, y regresa a postrarse delante de Jesús. Lucas nos dice con toda intención que se trataba de un samaritano, es decir, el peor, aquel de quien menos se podía esperar.

He aquí las dos actitudes humanas que nos dan pie a nosotros para entender en qué consiste ser cristiano. Dos posturas que marcan la diferencia entre el religioso cumplidor y el de comportamiento humano y sensato. Los que viven sometidos a la ley, y en la ley quieren encontrar la salvación, y los que se fían de Jesús, el que verdaderamente salva. Esta es la alternativa: la ley como sometimiento y la persona de Jesús como libertad y vida.

Los diez leprosos habían convivido en la desgracia de la enfermedad, del aislamiento y de la exclusión, pero en la felicidad de la sanación, sólo el ilegal samaritano, descubrió la acción maravillosa de Dios que se les cruzó en su camino. Y además, más allá del gesto de gratitud ó ingratitud está la denuncia del legalismo, que impide descubrir a Jesús como el lugar de la realización de las promesas salvíficas del Padre.

El problema es que estos hechos y este mensaje no era nuevo, venía de lejos, del tiempo del profeta Eliseo, como nos cuenta el libro de la Reyes en la primera lectura de este domingo 28 del tiempo ordinario. Naamán, general del ejército sirio, también con enfermedad de la piel, fue a ver al profeta de Samaría, Eliseo, para que lo librase de su enfermedad. Eliseo, casi con un gesto despectivo y de pruebacon el extranjero, le manda a bañarse siete veces en el Jordán y quedaría limpio. Naamán, aunque contrariado por no haber sido recibido por el profeta, hizo lo que éste le dijo y quedó limpio. Cuando se vio limpio, a pesar de no pertenecer al pueblo judío, se volvió al profeta para hacerle un regalo, reconociendo al Dios de Israel, como verdadero Dios, capaz de dar vida. Este Dios, además, se manifiesta en Jesús como el siempre fiel a pesar de la infidelidad humana.

Podemos sacar una sencilla conclusión para nuestro tiempo, época de cambios en la religiosidad. ¿No nos querrá decir la Palabra de Dios que hemos de estar muy atentos a las nuevas formas de hacerse presente Dios? Ciertamente, hay gente que ataca a la religión, pero hay mucha gente buena en el mundo que sin ser cristianos, son agradecidos, responsables, constructores de humanidad. ¿Somos capaces de identificar estos valores como profundamente cristianos? Allí donde hay un hombre, una mujer de esta clase, Jesús les podría decir hoy: nunca he encontrado tanta fe como en esta gente de fuera; nunca me cansaré de repetir que vale más un corazón sincero, que los sacrificios tendenciosos. Acojamos la pregunta de Jesús, que está plena de actualidad: ¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?

Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes.» Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo:

Pienso que lo sucedido al leproso del evangelio sentaría muy mal a los judíos. De los diez leprosos, nueve eran judíos y uno samaritano. Éste, cuando vió que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Estar a los pies de Jesús es la postura del discípulo que aprende del maestro. Los otros nueve, que eran judíos, demostraron con su comportamiento el olvido de Dios que tenían y la falta de educación, que impide ser agradecidos. Sólo un samaritano, el oficialmente heterodoxo, el hereje, el excomulgado, el despreciado, el marginado, volvió a dar gracias. Sólo éste pasó a formar parte de la comunidad de seguidores de Jesús; los otros quedaron descalificados.

Tal vez, los cristianos, estemos demasiado convencidos de que sólo los de dentro, los de la comunidad, los de la parroquia o iglesia somos los que adoptamos los mejores comportamientos. Con frecuencia hay gente mucho mejor fuera de nuestras iglesias. En el evangelio de hoy es precisamente uno venido de fuera, despreciado por los de dentro, el único que sabe reconocer el don recibido de Dios, dando una lección magistral a quienes, a pesar de haber sido curados, no supieron que la verdadera curación comienza con la salud del cuerpo, pero culmina en el seguimiento de Jesús que da vida a quien se acerca a él.. Aprendamos la lección del samaritano.