XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Lucas 19, 1-10: «Hoy ha sido la salvación de esta casa»

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

«Hoy ha sido la salvación de esta casa»

El libro de la Sabiduría, que leemos hoy en la primera de las lecturas, fue el último escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, entre los del Antiguo Testamento. Lo escribió en Alejandría un judío, que vivió medio siglo antes del nacimiento de Jesucristo. Era un hombre piadoso, perteneciente al Pueblo de Dios, y estaba instruido en la cultura griega. Escribió su libro, pensando en sus hermanos judíos; pero tuvo también en cuenta a sus conciudadanos no judíos. Escribió en griego, para hacer más accesible su lectura a los paganos. Lo puso bajo el nombre del más sabio entre los sabios de Israel: “Sofía Salomonis”. Aunque el rey Salomón, el hijo de David, había muerto novecientos años antes. La visión del autor, profundamente religioso, es ya casi una visión cristiana de Dios, del mundo y de la Historia. Se aproximaba "la plenitud de los tiempos, y la revelación de Dios alcanzaba claridades meridianas. No hay más que releer con atención: "Señor – escribe –, el mundo entero es ante ti como un grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Te compadeces de todos, porque todo lo puedes; cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho .... A todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida .... Corriges poco a poco a los que caen; a los que pecan les recuerdas su pecado, para que se conviertan y crean en ti, Señor".

Hay aquí todo un tratado de pedagogía; de la pedagogía divina, para educar a los hombres, llamarlos a conversión y salvarlos de sus pecados. ¡Ojalá que todos nosotros acertáramos a calcar nuestros métodos y nuestra labor en esta técnica pedagógica de Dios! Que, por cierto, se nos ha hecho plenamente asequible en Jesucristo, nuestro único Maestro.

Necesitamos, hermanos, volver continuamente nuestras miradas al Evangelio, para captar en profundidad las lecciones del Maestro. Os invito con especial interés a con templar la actitud de Jesús, en el relato evangélico de este día. Es exclusivo del evangelista San Lucas, "el escriba de la mansedumbre de Dios", como alguien lo ha llamado. Ciertamente, Lucas es un artista escribiendo. Hasta literariamente, la suya es una obra maestra. Discípulo y compañero de San Pablo, colaboró íntimamente con el Apóstol de las gentes, en su obra evangelizadora. Puso al servicio del Evangelio, que le había oído predicar en tan diversas ocasiones, su fina sensibilidad, su notable cultura, su profunda religiosidad, su conocimiento de los hombres y del mundo. Parece tener preferencia por determinados temas: los niños, la oración, la fidelidad de las mujeres, la misericordia del Señor para con los pecadores. La lección de este Domingo viene a ser una especie de drama en dos actos. El primero se desarrolla en plena calle, a la entrada de la antigua ciudad de Jericó; el segundo, en la misma sala del banquete, en casa de Zaqueo, jefe de publicanos y hombre rico. Precisamente, a través de estos dos actos, Lucas nos facilita el que podamos contemplar de cerca esa pedagogía de Dios, en sus relaciones con los pecadores; encarnada en Jesucristo, en una forma, al mismo tiempo, tan humana y tan divina.

Primer acto: Zaqueo intenta ver a Jesús, se encuentran. En esta parte todo es movimiento. Jesús atraviesa la ciudad, acompañado de sus discípulos y de la multitud, apenas entrado por sus calles. La multitud se agolpa tras él. Zaqueo echa a correr y se encarama en la higuera para verlo. Baja luego en seguida. Acompaña al Maestro hasta su casa y lo recibe en ella gozoso. Hasta la alegría es movimiento aquí. Al paso de la proyección, hecha por cierto con tal maestría captamos cuatro momentos de sumo interés: el deseo, el encuentro, la invitación, la acogida. El segundo acto, es un juicio, con toda su formalidad. No, el acusado no es precisamente Zaqueo; es Jesús, siempre calumniado por sus enemigos, siempre despreciado por los que se consideraban justos. Su gran pecado es reunirse con los pecadores, tratarlos con toda comprensión y afecto. Y la sentencia no se hace esperar: “Hoy ha sido la salvación de esta casa”. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido". ¡Qué bello es el Evangelio, hermanos! ¡Qué humano, qué profundo, cuán entrañable! Digámosle hoy a Jesucristo, a semejanza de Pedro: “Señor, ¿dónde vamos a ir a resolver nuestros problemas? Tú tienes palabras de vida eterna”.