Fiesta de la Presentación del Señor Ciclo B
Lucas 2, 22-40: "Luz para iluminar a las gentes"

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

"Luz para iluminar a las gentes"

Se conoce bastante bien la evolución de la Fiesta de la Presentación del Señor en el templo. Se basa en el texto sagrado que habla explícitamente para Jesús del cumplimiento de la regla mosaica de la presentación a Dios del primogénito al cuadragésimo día de vida. Los orientales subrayaron el carácter de este primer encuentro oficial de Jesús con la humanidad. El nombre Ipapante significa justamente encuentro. Y naturalmente la ocasión es también el encuentro, de la Sagrada Familia con Simeón y Ana. El segundo objetivo de la fiesta, al menos en la tradición latina, fue el recuerdo de la purificación legal de la madre. María Santísima no tiene necesidad de ella, naturalmente. Pero según lo que el propio Jesús expresará en un diálogo con sus discípulos, todo tuvo que ser hecho según la ley para no suscitar escándalo entre los rectos de Dios. Este día también se volvió fiesta de la Virgen. En un momento determinado la devoción popular la transformó casi exclusivamente en una fiesta mariana, siendo favorecido por la tradicional bendición de los cirios y la procesión consiguiente.

La reflexión teológica y litúrgica después del Concilio Vaticano II, ha hecho redescubrir el sentido original de la fiesta, es decir, el misterio de la presentación y de la consagración de Cristo Jesús al servicio del Padre. "¿No sabíais que yo tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre?", (Lc 2,39). No es el Hijo de Dios el que necesita consagrarse a Dios, él que es Dios por naturaleza, sino el Hijo del hombre, que de algún modo resume en sí todo el anhelo de la humanidad que desea reconciliarse con Dios. La sombra de la Cruz es evocada por Simeón para Jesús y para María. Será el cumplimiento de la redención.

Nosotros consideramos este acontecimiento como misterio. ¿Qué sabemos nosotros del crecimiento en sabiduría y gracia de Jesús tal como nos lo cuenta el Evangelio?, (cf. Lc 2,52) Tenemos de Cristo una concepción un poco mágica. El hombre-Jesús, para unirse a la naturaleza de Dios en la única persona del Verbo, tuvo que saber automáticamente todo y todo pudo, un poco como nos enseñan los Evangelios apócrifos en el comportamiento de Jesús niño que construye palomas con el barro por la alegría de verlas volar. Cuánto es más prosaico y realista el Evangelio. Jesús, en su vida pública, no juega a hacer milagros, pero usará su poder de Hijo como una llamada a la primacía de Dios.

El misterio, en esta fiesta, implica a Jesús y María. "La fiesta del 2 de febrero", como Pablo VI recuerda en su exhortación Marialis Cultus (1974), "tiene que ser considerada como memoria conjunta del Hijo y de la Madre, es decir, celebración de un misterio de salvación obrada por Cristo, al que la Virgen fue unido íntimamente como madre del Siervo doliente de Yahvé, como ejecutora de una misión debida al antiguo Israel y como modelo del nuevo pueblo de Dios, constantemente probado en la fe y en la esperanza por el sufrimiento y la persecución."

La celebración de la consagración de Jesús al Padre, ha llevado, casi instintivamente a privilegiar en la fiesta de hoy, a los que de un modo muy especial se han consagrado a Dios en la vida religiosa en algún instituto o, también, con una elección personal. La ocasión es propicia para agradecer a Dios el regalo de la vocación consagrada y rogar porque este carisma se dilate. La ocasión también es buena para un examen de conciencia. ¿Apreciamos la vida consagrada como un reclamo a lo absoluto de Dios? ¿Sabemos reconocer todo el bien que hacen a la Iglesia con su oración, servicio y ejemplo de compromiso cristiano? También para los religiosos esta cita es preciosa para conocerse entre ellos. A menudo viven en la misma ciudad y no se ven probablemente por el cúmulo de empeños, pero quizás también por una especie de celos o pudor en destacar el propio carisma. Por último, un interrogante para todos: ¿qué hace la Iglesia local para valorizar a los consagrados? ¿Cómo sienten y viven los consagrados su inserción en la Iglesia local?

El 2 de febrero es celebración pero también provocación a este examen eclesial a la luz de Cristo. En las tradiciones populares, desde la antigüedad, esta fiesta fue llamada Candelaria. La vela fue una necesidad, pero también un símbolo de Cristo, lumen gentium, luz para iluminar a las gentes. Que nos transforme en luz del mundo para testimoniar su verdad.