V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Marcos 1, 29-39: "Se puso a servirles"

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

"Se puso a servirles"

Dejamos a Jesús el domingo anterior en la sinagoga de Cafarnaún, donde libró de la posesión diabó1ica a un hombre, dejando admirados a todos, por su autoridad al enseñar y su fuerza irresistible frente al espíritu maligno. Hoy nos vamos con él a casa de Simón. El relato de Marcos tiene una viveza admirable. En su misma brevedad, conserva toda su frescura: ni sobra ni falta un detalle; es un buen modelo de información periodística: La suegra de Simón estaba en cama con fiebre y se lo dijeron enseguida. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles (Mc 1,30-31).

Los Padres de la Iglesia, al comentar este texto, y en sus homilías, suelen fijar su atención en dos de las expresiones que aquí se encierran: Jesús "la levantó"; ella "se puso a servirles". El primero de estos verbos: "levantarse" les recuerda el misterio de la resurrección. Jesús se "levantó" del sepulcro. Jesús "ha resucitado". La otra expresión se refiere al servicio. Precisamente hoy, la liturgia de la Palabra inicia con este tema.

El pasaje del Libro de Job, es la meditación del hombre probado por el dolor y en diálogo con Dios: El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son los de un jornalero; como el esclavo suspira por la sombra, como el jornalero aguarda su salario... Recuerda que mi vida es un soplo...

Volviendo a la mujer curada: es una de las figuras del Evangelio que, con su actitud, nos recuerdan a dónde debe llevarnos la fe, la gratitud y el amor de Jesucristo, que nos ha salvado de nuestros pecados y nos libra de tanta fiebre maligna. Cualquier vicio es una fiebre dice aquí San Jerónimo. Y añade: No se contenta con ser librada de la fiebre, se pone inmediatamente al servicio de Cristo. "Y se puso a servirles". Le servía con sus manos, le servía con sus pies; andaba de acá para allá, y veneraba a aquél que la había curado. Sirvamos también nosotros a Jesús (Coment. in Marc. 2).

Entre todos los servidores de Jesucristo, sobresale Pablo; el que fue primero su perseguidor, tratando de quitar de en medio a los cristianos, y luego, convertido en el camino de Damasco, se puso a su servicio, para proclamar su Evangelio por toda la geografía del mundo entonces conocido. El que mereció sobre todos el título de "apóstol", el Apóstol de las gentes. Causa siempre emoción volver a esta página suya, de la I Carta a los Corintios. La escribió como un desahogo, y para su justificación ante los fieles de Corinto: El hecho de predicar no es para mi motivo de orgullo; no tengo más remedio y ¡ay de mí, si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi gusto, eso sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado. Y poco después: Porque, siendo yo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho débil con los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.

¡Ojalá que todos nosotros, sacerdotes y laicos, adultos y jóvenes, religiosas y mujeres del mundo, supiéramos imitar este ejemplo, para servir los intereses del Reino de Dios, proclamando siempre el Evangelio, en cualquier ocupación o puesto que tengamos en la vida!

Para ello tendremos que poner siempre atención a dos peligros, contra los que hoy mismo nos previene el ejemplo de Jesucristo: El olvido de la oración y del trato íntimo con el Señor. Jesús, después de aquella jornada de trabajo intenso, con la predicación, la atención a tantos que a él acudieron, la curación de los enfermos y endemoniados, se levantó de madrugada, se marchó al descampado, y allí se puso a orar. Otro tropiezo es la pérdida de la libertad, a manos precisamente de aquellos que nos buscan y hasta nos quieren. Simón y sus compañeros ?sigue el relato evangélico- fueron y, al encontrarlo, le dijeron: "Todo el mundo te busca". Él respondió: "¡Vámonos a otra parte!, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido".

El que ama con toda sinceridad y, por amor, sirve a Jesucristo, jamás pierde su libertad, jamás pierde la orientación. Jamás olvida el servicio.