XI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 9, 36-10, 8: "Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis"

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

"Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis"

Terminado el Tiempo Pascual y celebradas las grandes fiestas de Pentecostés, Santísima Trinidad y Corpus Christi, volvemos a la lectura del Evangelio de Mateo con el gran "discurso apostólico" , que contiene el programa misionero para los enviados de Jesús. La gratuidad ocupa ampliamente los textos sagrados de este día. Gratuidad de la iniciativa divina, sobre todo, ya que su plan de salvación es totalmente independiente de nuestras capacidades. Gratuidad, en segundo lugar, de la misión conferida: el poder dado al enviado es sólo para ponerlo al servicio de los hermanos.

La Biblia mezcla en cada una de sus páginas la historia y las enseñanzas; no sólo en los libros llamados "históricos" o en el "Pentateuco", que comprende la historia de los patriarcas y del Éxodo. También el anuncio profético, la oración y el lamento de los salmos, la meditación sapiencial están impregnados de un constante retorno a la historia de Israel. Es un retorno teológico: la historia de Dios con su pueblo se trae continuamente a la memoria del pueblo para que "se acuerde de Dios", para que "conozca" quién es Dios. La profesión de fe del israelita es un compendio de historia: "Un arameo errante fue mi padre"; y el carnet de identidad del Dios de Israel, es también histórico: "Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de Egipto..."

El Libro del Éxodo nos asegura hoy que la garantía de la promesa no reside en lo que el pueblo hará, en su fidelidad a la ley, en la observancia de los mandamientos, sino que la garantía está en el mismo Dios, en lo que El ha dispuesto en favor de su pueblo. No existe razón objetiva para la elección, no hay motivo para la vanagloria o el orgullo. La elección no es un privilegio, al contrario, es una responsabilidad, un encargo del Dios que ofrece una alianza, pero que no la impone. Sólo los hombres libres pueden recibir la oferta de la amistad con Dios; sólo un pueblo libre se puede convertir en "pueblo de su propiedad, nación santa", puesto a parte y consagrado por Dios.

También nos asegura hoy San Pablo en la Carta a los Romanos, que la garantía de nuestra salvación no está en lo que nosotros hacemos, sino en lo que se nos ha dado de lo alto: "Hemos sido reconciliados con Dios por medio de la muerte de su Hijo", de forma totalmente gratuita. Pablo argumenta con fuerza que es difícil encontrar a alguien dispuesto a dar la vida por una buena persona, imaginemos por un pecador. Pero en Dios el perdón precede a la conversión, y la misericordia le ha llevado a entregar a su Hijo querido para rescatar a todos los hombres. En la liturgia de este día las lecturas se iluminan unas a otras. El Dios que ofrece la alianza a Israel, el que manda a su Hijo "como víctima de expiación por nuestros pecados", es el mismo que interviene en favor de las criaturas y las acompaña de la mano. Hoy rezamos con el Salmo: "nosotros somos tu pueblo y ovejas de tu rebaño". La misma solicitud y gratuidad encontramos en el Evangelio de este día, en la narración de la elección de los Doce. Jesús tiene "compasión" de las masas, no tanto porque no tienen que comer, sino porque está desorientadas y perdidas: "como ovejas sin pastor".

Miremos a nuestro alrededor: cuanta fragilidad; cuantas incertidumbres; cuantos temores; cuanto abundan las depresiones, incluso entre los jóvenes, aún en aquellos que parecen tocados por la fortuna; cuantas dudas ante las opciones fundamentales de la vida. Somos celosos en el cuidado de nuestra autonomía y racionalidad, y después nos dirigimos a astrólogos y echadores de cartas para saber lo que nos espera, porque no somos capaces de acoger con alegría nuestro futuro de las manos del Señor. ¡Qué necesidad tenemos, también nosotros, de comprensión! Jesús sabe de lo que tenemos necesidad, sin descuidar lo material; sabe que necesitamos sentirnos capaces de hacer algo por nosotros mismos y ayudarnos los unos a los otros, cooperando así en el plan de salvación que ha trazado para toda la humanidad. Todo nos ha sido dado gratuitamente, por ello: "lo que hemos recibido gratis, debemos darlo gratis" a quien lo necesite.