XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 11, 25-30: "Soy manso y humilde de corazón"

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

" Salió el sembrador a sembrar"

Continuamos en la escuela de San Mateo dejándonos envolver por el "Discurso de las parábolas". Hoy se nos presenta la primera de ellas: "Salió el sembrador a sembrar". Qué fácil es identificar a Cristo con el sembrador, aunque no lo es tanto imaginar un sembrador que siembra en la vía pública. Por ello, como le pasó a los discípulos, el Señor nos tiene que explicar que la semilla es la palabra del reino.

Ya el profeta Isaías, en la primera lectura de este día, habla de la palabra de Dios, pero lo hace con las imágenes de la "lluvia" y la "nieve": Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo ... así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía. Son tres hermosas imágenes (semilla, lluvia, nieve) para designar la palabra e indicar las acciones prodigiosas realizados por Dios en favor de aquellos que quiere salvar.

Las parábolas son difíciles. A primera vista parecen muy fáciles de comprender, pero profundizando en ellas se nos hace presente su dificultad, de modo que los sabios de este mundo no comprenden nada, hasta el punto que, como dice Jesús, viendo no vean y oyendo no oigan. El que quiere ver y oír el verdadero sentido de esta parábola, debe reconocer, ante todo, que Jesús es, al mismo tiempo, el sembrador y la semilla. Si, como ha explica Jesús, la semilla es la Palabra de Dios, evidentemente Jesús es la semilla: Él es la Palabra omnipotente y eterna del Padre enviada para salvar al mundo y esparcida con generosidad por todo el mundo. El Sembrador es también la luz del mundo, y el Padre celeste hace salir el sol sobre justos e injustos. Él es también la "lluvia", de la que hoy nos habla Isaías y el Padre hace llover sobre justos e injustos. Por eso no nos tenemos que maravillar si el Sembrador siembra sobre los caminos, sobre las piedras y entre las espinas. Dios se da a todos, sin excepción y sin medida.

Jesús no es impasible ante la acogida de su simiente. Sufre cuando sus milagros son considerados obra del Demonio; sufre cuando se retuercen sus palabras para encontrar el pretexto para matarlo, pero obedeciendo en todo al Padre, que hace bajar la lluvia y la semilla de la Palabra sobre justos e injustos. Después espera con paciencia que los injustos se transformen en justos y produzcan, también ellos, el fruto que corresponde a la semilla recibida.

En esta parábola de hoy se nos manifiesta la misión de la Iglesia como continuadora de la misión de Cristo. También ella debe sembrar la Palabra del Reino y debe hacerlo sin ahorro ni de semilla ni de fatiga. Es su deber ofrecer la Palabra a todos, incluso a los que no la harán fructificar. Debe realizar esta misión con la serenidad del sembrador de la parábola, incluso si la falta de acogida de la "semilla" es causa de una gran pena. Es vocación de la Iglesia, por lo que es también vocación de cada cristiano; todos en la Iglesia somos sembradores de la Palabra, desde el Papa hasta el último bautizado. Pero, aunque no todos tenemos la misma responsabilidad al sembrar, todos estamos encargados de llevar la palabra al mundo, sabiendo que nuestra vida es "palabra", antes incluso que nuestra voz. Sí, un cristiano digno del nombre que lleva debería salir cada mañana y sembrar, sin desanimarse. Como al Sembrador del Evangelio nos debe sostener la certeza de que existe un buen terreno donde la semilla producirá una cosecha milagrosa. El Salmo 125 canta proféticamente a esta Iglesia de sembradores, cuando dice: "Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares. Al ir iban llorando, llevando la semilla, al volver vuelven cantando , trayendo las gavillas".

Para dar fruto, hermanos, debemos acoger la Palabra de Dios que se nos ofrece. El Señor que nos ha creado sin nosotros, no nos salvará sin nosotros; si falta nuestra colaboración con la Palabra los frutos no existirán. No debemos temer a las pruebas y esfuerzos de la vida. Pablo nos da hoy la clave de nuestra esperanza: "Los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá" cuando llegue la "redención de nuestro cuerpo".