XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 20, 1-16: "Vuestros caminos no son mis caminos"

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

"Vuestros caminos no son mis caminos"

Nunca ha habido una lectura veterotestamentaria como la de este domingo que pueda preparar mejor los ánimos para escuchar la lectura evangélica. De suyo, el Evangelio de hoy podría parecernos desconcertante si no recordásemos lo que Dios ha dicho por boca del Profeta Isaías: Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos. Dios tiene una lógica distinta de la nuestra y sigue una justicia que no es la nuestra, por lo que no podemos pretender imponerle nuestras reglas.

Sin tener en cuenta las advertencias del Profeta, la parábola de los trabajadores de la viña puede parecer escandalosa, ya que hace saltar todos nuestros esquemas mentales y métodos operativos. El dueño de la viña contrata operarios a lo largo del día; a los de la mañana les asegura un denario, al resto les dice que les dará lo que es justo e, incluso, a algunos nos le habla ni siquiera de la recompensa. Ya es extraño contratar jornaleros hasta la caída del sol, pero lo es mucho más lo que ocurre al terminar la jornada: el dueño ordena a su administrador que pagase a los obreros empezando por los últimos en llegar al trabajo y dándoles a todos el mismo salario de un denario. Los de la primera hora, al enterarse, murmuraron entre ellos contra el dueño de la viña, ya que ha su juicio esto era una injusticia. Pero el Señor contesta a un que se lamentaba: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tu envidia porque yo soy bueno?"

Para sacar algún provecho espiritual de la parábola, debemos reconocer sobre todo que la viña puede ser entendida en dos sentidos. Es viña, o campo de Dios, cada cristiano, que tiene el deber de cultivar en sí mismo las virtudes teologales y cardinales, de modo que produzca frutos de santidad. Es viña de Dios también la Iglesia, a la que pertenece cada cristiano como consecuencia del Bautismo, y en la cual se encuentra con el fin de hacerla cada vez más santa con la oración, el sacrificio y la actividad apostólica.

Todos somos operarios de la viña fuertemente comprometidos sea en el plano personal como en el eclesial. Pero si la viña es la Iglesia, el patrón es Dios. Existen entre nosotros personas que han recibido y aceptado la invitación para trabajar desde el alba de la vida, mientras que otros los han hecho en horas diversas de su existencia, incluso en el ocaso de sus vidas. No nos corresponde a nosotros juzgar si los últimos llegados son culpables o no; a nosotros se nos escapan los secretos de Dios y de las almas. Por ello debemos dejar el juicio a Aquel que llama. Todos los llamados reciben la misma dignidad de pertenencia a la Iglesia, que es el Reino de Dios en su fase histórica. Si fuera cierto que Dios recompensa a todos los bienaventurados con un idéntico premio, entonces los jornaleros de la primera hora que murmuran contra el patrón, serían figura de los santos que se lamentan del modo de actuar de Dios, cosa ésta, evidentemente absurda.

Los obreros de la primera hora se quejan por haber aguantado el peso del día y el bochorno. Evidentemente, éstos sólo ven fatiga donde deberían descubrir "gracia", un privilegio que es signo de un amor especial. El que se lamenta de haber podido amar y servir a Dios desde el alba de la vida y ve en el empeño por la propia santificación o en las obras de apostolado una carga de la que se debe huir, se parece a los hebreos que lloraban las cebollas de Egipto mientras que Dios les conducía con amor de Padre hacia la tierra de la libertad. San Pablo en el pasaje de la Carta a los Filipenses que leemos hoy, nos dice cómo es de gozoso y glorioso el trabajo en la viña del Señor. Él confiesa a los de Filipo que para sí vivir es Cristo, y morir una ganancia. Afirma que le gustaría partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero rápidamente dice que si el vivir en esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger...Por un lado deseo estar con Cristo... Pero por otro, quedarme en esta vida, veo que es más necesario para vosotros. Esto se llama ser un auténtico trabajador de la viña del Señor.