Solemnidad Cristo Rey del Universo, Ciclo A
Mateo 25, 31-46: "Dios lo será todo para todos"

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

"Dios lo será todo para todos"

Este domingo marca el final del Año Litúrgico, invitándonos a celebrar la Fiesta de Cristo Rey del Universo. Cuando se concluye toda una serie de acontecimientos que repercuten en la vida del cristiano en su salvación eterna, es justo que miremos por un instante al pasado, para fijarlos en nuestra memoria, así como al futuro, para adivinar los misterios y pregustar las promesas. Esta doble mirada nos viene solicitada por el fin del Año Litúrgico, que ha sido un don de Dios para la Iglesia que peregrina en el mundo y ha constituido un paso decisivo en el acercamiento al límite misterioso que divide el tiempo de la eternidad. Por ello, es muy oportuno que esta fiesta selle un período de la historia de la salvación y abra una nueva etapa del camino hacia las realidades últimas y eternas.

La lectura del AT, nos describe a Jesús, Rey de los siglos y Salvador del mundo, como fue contemplado en visión por el Profeta Ezequiel. La semejanza con el Jesús-Pastor y Salvador que hemos aprendido a conocer y amar este Año con la lectura del Evangelio de S. Mateo, es perfecta. Escuchemos cómo describe Ezequiel, proféticamente, a Jesús, muchos siglos antes de su venida a este mundo: Seguiré el rastro de mis ovejas; y las libraré, sacándolas de todos los lugares donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones. Buscaré las ovejas perdidas y las apacentaré como es debido. Para atraer a las ovejas de las tinieblas que las envuelve, el pastor deberá irradiar una luz que da la vida. Es lo que afirma el evangelio de Mateo, cuando saluda el comienzo de la actividad pastoral de Jesús con las palabras de Isaías: El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande, los que habitaban en tierra y sombra de muerte una luz les brilló.

El pastor que nos describe Ezequiel es, además de rey, padre y médico: ama a las ovejas como un padre a sus hijos, busca las perdidas con el amor con que un padre busca al hijo descarriado, cura las heridas de las enfermas y vigila también a las sanas y fuertes. Cuántas semejanzas con algunas parábolas, sobre todo de Mateo, que hace de su evangelio un himno a Cristo Rey y Pastor amoroso.

El evangelio de hoy es de una severidad inesperada: el dulce Pastor se convierte en un Juez inflexible, que premia y condena con sentencia inapelable. Su juicio tiene dos fases: a la muerte de cada hombre y al final del mundo; el Evangelio hoy sólo nos habla del juicio final, el que pondrá "fin" a toda la historia. Todo esto sucederá cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre y todos los ángeles con él y se siente en el trono de su gloria y sean reunidas ante él todas las naciones. ¡Qué diferencia del Pastor que andaba por los campos y los bosques en busca de la oveja perdida! Ahora llega el momento de la gran separación entre las ovejas y las cabras. Dirá a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo". Mientras que a los de su izquierda les condenará así: "Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles".

El tema del juicio es sólo uno: el amor que se debe traducir en obras de ayuda al prójimo. La sentencia de premio para los elegidos, se resume en pocas palabras: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis". En los hambrientos, en los enfermos, en los encarcelados, en todos los que tienen necesidad de ayuda está presente Cristo. Por ello lo que se les hace o se les niega, está hecho o negado al propio Cristo. Las obras que sirven son aquellas que brotan de la virtud teologal de la caridad y, así, se premia cuanto ha sido hecho a Cristo y por Cristo. Esta es la respuesta para los cristianos que pretenden separar el amor al prójimo del amor a Dios.

En esta Fiesta de Cristo Rey, también la Carta a los Corintios nos habla de resurrección de los muertos y de juicio final, llegando incluso a describir lo que ocurrirá en el juicio conclusivo. Según S. Pablo, el verdadero final tendrá lugar cuando Jesús, el Rey del universo y el Sacerdote eterno, después de aniquilar todo principado, poder y fuerza, incluyendo a la muerte, devuelva a Dios Padre su Reino. Incluso el Hijo se someterá a Dios para que Dios lo sea todo para todos. A Él sea la gloria, por los siglos de los siglos. Amén.