II Domingo de Adviento, Ciclo B
Marcos 1,1-8: "Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios"

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

"Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios"

Con estas palabras, a modo de título o introducción, comienza el Evangelio de Marcos, que leemos en este día. No lo hacen así los demás evangelistas, los cuales abordan directamente el contenido de sus libros, sin más preámbulos o advertencias previas. El Evangelio, lo sabemos bien, antes que un libro es vida: un drama, una historia, un acontecimiento misterioso. Todo culmina en la muerte y resurrección de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios. Pues bien, todo esto es el Evangelio. En su admirable unidad resulta un lenguaje riquísimo, convincente, definitivamente claro. Se trata de un mensaje feliz: el mensaje de Dios para todos los hombres. Marcos así nos lo da a entender desde el principio y, afirma: "Como está escrito en el profeta...".

El texto profético al que alude Marcos, se encuentra al comienzo de la segunda sección del Libro de Isaías, y lo leemos hoy en la primera lectura: "Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios; hablad al corazón de Jerusalén... Una voz grita: En el desierto preparad un camino al Señor... Mirad, el Señor Dios llega con poder y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario y su recompensa lo precede. Como pastor que apacienta su rebaño" (Is 40,1-11). Este era el gozoso mensaje que traía Isaías para los hijos de Israel cautivos en Babilonia. Ahora se acerca la salvación, viene el Señor en persona a salvarlos.

Cuando Marcos lee las antiguas escrituras, a la luz de los recientes acontecimientos, se da cuenta que la liberación no se agota con la liberación de los cautivos de Babilonia, se trata de la salvación de todos los hombres. Aquellos acontecimientos antiguos venían a ser como obra anticipada de una realidad más viva. Y esta realidad luminosa es Jesucristo. Efectivamente, la obra de Jesús se inicia con el anuncio hecho por Juan Bautista: "Viene en pos de mí el que es más fuerte que yo". El que viene es Jesús y, con él llega la salvación de Dios.

En Jesucristo, Dios se ha hecho presente al mundo de una manera personal y definitiva. Con su vida, sus palabras, su actitud, sus obras, su entrega y su triunfo sobre la muerte, Dios habla a los hombres para testimoniarles su amor, su apertura sin límites, su misericordia para con los pecadores, su deseo de liberarlos de toda esclavitud y miseria. Quiere llevarlos, como hijos queridos, a la participación de la herencia prometida.

Jesús es todo apertura; en él se ha restaurado para siempre el mutuo coloquio entre Dios y el hombre. Dios abierto a los hombres, a todos y cada uno. Habla un lenguaje sencillo, familiar, íntimo. Proclama a todos los vientos su mensaje de esperanza. Nos revela sin ambages el misterio de su bondad sin límites, la justicia de su verdad, sus entrañas de misericordia, el poder santificador de su gracia, las posibilidades inmensas de una vida verdaderamente humana, vivida en su amistad.

¡Dios abierto al hombre! Y el hombre abierto a Dios, a un mismo tiempo, en Cristo Jesús. Hombre, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado; en su corazón jamás hace presa el maligno. Su vida limpia, ejemplar, santísima, no encuentra estorbo para la entrega. La plenitud del Espíritu que Dios ha puesto en él es amor sin medida, obediencia filial en manos del Padre, aceptación generosa de su voluntad santa, hasta la entrega total. "Mirad mi Siervo, a quien sostengo, mi elegido a quien prefiero, sobre él he puesto mi Espíritu", nos dice hoy el Señor por medio del Profeta Isaías. Es la misma voz que resuena como un eco en el Evangelio: "Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco".

Siempre que en la asamblea litúrgica se proclama el Evangelio de nuestra salvación, el ministro sagrado concluye así: "Palabra del Señor"; y el pueblo congregado exclama: "Gloria a ti, Señor, Jesús", poniendo en alta voz la confesión de nuestra fe cristiana. Jesucristo es la Palabra de Dios: todo palabra, todo apertura, todo amor, todo verdad, todo vida para nosotros.

Que nosotros, al meditar hoy la expresión del evangelista Marcos: "Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios", nos dispongamos a aceptar su mensaje. Para que nuestro corazón se abra, de una vez, a la gracia del Señor y al amor de los hermanos.