I Domingo de Cuaresma, Ciclo A
Mateo 4,1-11:
Jesús ayuna cuarenta días y es tentado

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

Gn 2,7-9; 3,1-7: Creación y pecado de los primeros padres
Salmo responsorial 50: Misericordia, Señor: hemos pecado
Rm 5,12-19: Si creció el pecado, más abundó la gracia
Mt 4,1-11: Jesús ayuna cuarenta días y es tentado


Jesús ayuna cuarenta días y es tentado

Hemos comenzado la Cuaresma y en los cinco domingos que nos llevan a la Pascua, veremos primero a Jesús en el desierto, sometido a tentación; segundo a Jesús transfigurado, pero anunciando su pasión; tercero, Jesús ofreciendo el agua de vida la samaritana; Jesús dando vista, dando luz a un ciego, y en el quinto, Jesús como resurrección con Lázaro.

El tiempo de cuaresma nos invita a un recorrido desde el hombre pecador y esclavo al hombre liberado y salvado gracias a la muerte y resurrección de Cristo. Es la preparación del ser humano hasta que se convierta en el hombre nuevo y renovado. Cinco escalones a recorrer, donde lo único que se nos pide es disponibilidad, dejarnos llevar por Dios de la ofuscación a la luz, de las pasiones a la libertad, de la muerte a la vida.

En este primer domingo el tema es el de la reflexión sobre la libertad humana, una profunda reflexión sobre el hecho de que el hombre tiene que escoger y debe escoger bien si quiere culminar con éxito su andadura en esta tierra. Son una realidad las tentaciones, y hay tentaciones justamente porque somos libres. Si no fuéramos tentados la libertad no sería tal, sería un adorno; la prueba y nuestra respuesta a la prueba nos define y acrisola.

Pues bien, este es el resumen de por qué Jesús fue llevado al desierto, por el Espíritu, para que fuera tentado por el diablo. Y el diablo le va sometiendo a pruebas: la primera la del pan, la segunda la del Mesías liberador y la tercera la del dominio sobre los reinos del mundo. Se trata de una lección que resume toda la vida del Señor, sometido a las pruebas de cualquier existencia humana. La tentación es sólo el escenario donde se mueve la libertad de Jesús y la nuestra. Y Jesús, el hombre perfecto, porque era Dios, superó la tentación, pero no con el poder sobrehumano de Dios sino con la fuerza que Dios ha sembrado en el ser humano.

Tiempo de cuaresma, tiempo de reflexión sobre nuestra vida en tentación, como condición heredada desde nuestros primeros padres: había muchos y hermosos árboles en el paraíso; sólo uno era inaccesible a los humanos, el del bien y del mal. Esta es la tarea de la libertad, tener que escoger y para eso nos toca conocer lo mejor, lo que más nos conviene, lo que de verdad nos hace humanos. Desde Adán y Eva la prueba no es algo que Dios, o el diablo, nos ponga delante para hacernos tropezar, es la condición humana: nos toca escuchar la voz de nuestra conciencia o las voces acarameladas del engaño. Sólo la sinceridad y la honradez del corazón nos hace dueños de eso que se presenta como trampa.

Jesús no cayo en la trampa, no retuvo ser igual a Dios, se hizo semejante a los hombres, se humilló obedeciendo hasta la muertey muerte de cruz. Esta es la obediencia de uno que contrarrestó la desobediencia de Adán, dice San Pablo a los Romanos en la segunda lectura. Es la obediencia que nos salva.

Las tres grandes tentaciones de la vida, expuestas por el evangelista Mateo son, primera, la tentación del pan sin el sudor de la frente, la pretensión humana de arreglar el hambre en el mundo a base de talonarios. Antes de apoyarnos en las riquezas que se las lleva el viento, ¿por qué no buscamos alimentos duraderos? Jesús nos advierte: ¡No sólo de pan vive el hombre! Antes de quemar las naves en protestas callejeras contra el hambre, ¿por qué no aportamos soluciones solidarias e inteligentes?

La segunda es la tentación de la religión: si eres Hijo de Dios deja que te cuiden los ángeles, utiliza tu poder divino, sin reparar en tu condición humana. Jesús no sería hombre verdadero si los problemas que tuvo en esta tierra los hubiera arreglado con las artimañas del mago que saca de su chistera soluciones para todo. Jesús es el Mesías porque la salvación que trajo al mundo era la del amor de Dios, que es servicio. La tentación del templo es la tentación sinuosa y maligna, perversa y destructora, es la trampa de una religión que, en vez de llevarnos a Dios, nos invita a usarle en beneficio propio. Y Jesús no soportó más las mentiras del diablo y le dijo: “No tentarás al Señor tu Dios”.

Y la tercera es la del dominio y el poder como solución a nuestros males. El diablo ofrece a Jesús el poder político a cambio de someterse a las leyes del dominio y la explotación de los demás. Y Jesús responde: ¡Sólo al Señor tu Dios te someterás! Y nadie debería someter su voluntad haciéndose esclavo de nadie ni haciendo esclavos a los demás.