IV Domingo de Cuaresma, Ciclo A
Juan 9,1-41: El ciego de nacimiento y la luz de Dios sobre nosotros mismos

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

1Sam 16,1b.6-7.10-13a: David es ungido rey de Israel
Salmo 22: El señor es mi pastor, nada me falta.
Ef 5,8-14: Levántate de entre los muertos
Jn 9,1-41: Curación del ciego de nacimiento

El ciego de nacimiento y la luz de Dios sobre nosotros mismos

El agua, la luz y la vida, pasos hacia el domingo de Ramos. El agua que salta hasta la vida eterna lo vimos el pasado domingo, con esa actitud mística de los verdaderos adoradores, “en espíritu y en verdad”, en el relato del encuentro de Jesús con la Samaritana: “Dame de beber”. La luz que brota en el corazón de todo hombre, capaz de iluminar nuestro pecado para dejarnos perdonar por Dios, la vemos en este domingo 4 de cuaresma, con la curación del ciego de nacimiento. Y el deseo de vida, de la vida verdadera, con la resurrección de Lázaro el próximo domingo.

«Ni éste pecó ni sus padres... », es la afirmación central de Jesús. El pecado es el mundo de las tinieblas, desde el cual ni nos reconocemos a nosotros mismos ni a los demás. Por eso, y desde el pecado, ordinariamente echamos la culpa de todo a los demás. Vemos la paja en el ojo ajeno sin caer la cuenta de la viga que tenemos en el nuestro. El pecado es una obcecación del hombre empeñado en salvarse a sí mismo sin la ayuda de nadie, cuando no es capaz de dar dos pasos sin errar. Los demás son los culpables, ese que está ciego es el culpable, el otro, siempre el otro. Y yo sin caer en la cuenta de mi ceguera.

Cuando Jesús cura al ciego de nacimiento algunos de los fariseos comentaban: –«Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros replicaban: –«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?» He aquí las reacciones del que está en la oscuridad, del que tiene una viga en el ojo y no ve. Jesús hace una obra buena, como es ayudar a un ciego, pero como lo hace en día de fiesta, la obra buena es condenada por los fariseos. Para ellos era más importante cumplir con la ley del sábado, con las prescripciones religiosas, que ayudar a una persona en dificultad. Una religión así es lo más antirreligioso que existe, hasta el punto que Jesús mismo dirá en el Juicio Final: apartaos de mí, malditos, porque tuve sedy no me disteis un vaso de agua. No que un vaso de agua valga más que una Misa, pero es que la Misa puede convertirse en motivo de condenación, si no va acompañada del vaso de agua. El “Señor, Señor, ábrenos, que comimos y bebimos contigo”, encontrará como respuesta: “No os conozco, no sé quién sois”.

El pecado es tiniebla, la oscuridad que no nos deja reconocernos a nosotros mismos ni a los demás, y así los fariseos de este relato culpan a Jesús de pecador. Pero hay una maldad mayor, porque utilizan al curado para difamar a Jesús, y le dicen: –«Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.» Contestó él:

–«Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.» Le preguntan de nuevo: –¿«Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?»

Les contestó: –«Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?

La tiniebla que arroja el pecado sobre el mundo es de tal categoría que todo lo luminoso y bello de la creación y de los seres humanos se hace enemigo: la energía nuclear se hace atómica, la familia se vuelve cárcel, y como no queremos vivir en una cárcel la rompemos, los abuelos que nos han criado y educado los apartamos por viejos, los niños por nacer no nacen, porque molestan. Y el azul del cielo ya no se refleja en el mar, porque el mar y los ríos y los bosques están llenos de inmundicia…

Mientras es de día, procura hacer las obras de la luz, porque viene la noche, y no podrás hacerlas. Mientras estoy en el mundo, dice Jesús, yo soy la luz del mundo. Es verdad que había alguno de entre los fariseos que se preguntaban por eso que hemos dicho antes: –«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?» Un resquicio de luz entra en el corazón de quien se abre, aunque no sea más que con una humilde pregunta. ¿Cómo es posible que uno que no va a misa haga obras buenas? Tal vez porque haya ido a reconciliarse con su hermano, antes de presentar la ofrenda en el altar.

Y ya por fin Jesús se dirige al ciego a quien había curado, a ver si él tenía un poco de luz, y le pregunta: –« ¿Crees tú en el Hijo del hombre?» Él contestó: –« ¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús le dijo: –«Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.» Él dijo: –«Creo, Señor.» Y se postró ante él. Jesús añadió: –«Para un juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven vean, y los que ven queden ciegos.»