V Domingo de Cuaresma, Ciclo A
Juan 11,1-45: Yo soy la resurrección y la vida

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

Ez 37,12-14: Les infundiré mi espíritu, y vivirán
Salmo 129: Del Señor viene la misericordia
Rm 8,8-11: El Espíritu habita en vosotros
Jn 11,1-45: La resurrección de Lázaro

 Yo soy la resurrección y la vida

La Palabra de Dios, en la liturgia dominical de Cuaresma, comenzó invitándonos a hacer este camino de purificación hacia la Pascua, con los símbolos de la luz (curación del ciego de nacimiento) y del agua (manantial que salta hasta la vida eterna) y concluye este 5º Domingo de Cuaresma con el símbolo de la Vida: la resurrección de Lázaro. Para entrar en la vida, para pasar de la muerte a la vida, se requiere la fe, la esperanza y el amor. Dirá San Juan en una de sus cartas: “Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida en que amamos a nuestros hermanos”. El Amor es el lugar de la Vida; donde no hay amor no hay vida, y los cristianos sabemos que al amor se llega por la fe primero, fiarnos de Dios; después por la esperanza que nos da esa confianza en Dios. Fe, Esperanza y Amor.

Bien, pues este el proceso que desarrolla San Juan en este evangelio de la resurrección de Lázaro. Jesús le dice a Marta, la hermana de Lázaro: –«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». ¿Crees que yo soy la vida? ¿Crees que yo traigo vida? ¿Te fías de mí como enviado de Dios para dar vida al mundo?

Es la primera condición, la Fe, la fe en Jesús que hace resucitar todo lo que está muerto, que llena de ilusión y alegría cualquier empresa. En esta tierra, aunque no sea más que para sobrevivir, constantemente nos estamos fiando de alguien: del médico, del lechero, de mi madre… Es imposible vivir sin depositar la fe en los demás, el problema que las experiencias de la vida producen desengaños y estos hacen saltar por los aires la confianza en el otro, la fe en el otro. Y este es el problema, ¿de quién me pudo fiar que no me engañe? De alguien que me quiera de verdad, que no le importe si soy bajo o alto, rico o pobre, que me quiera porque sí. Sólo hay uno que me quiere porque sí, el Padre Dios y además lo hace visible y palpable en su Hijo Jesús. Este Jesús es quien dice a la desconsolada Marta: ¿crees que yo soy la vida y que lo que quiero darte es vida? Sin esta fe no hay resurrección.

Y Marta contestó al Maestro: –«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.» A esta confesión de fe Jesús respondió: –«Quitad la losa.» Esta es la acción de la fe sobre las personas que se fían, se verán liberadas de la losa de la muerte, y de todo aquello que antes que la muerte pesa y agobia en la vida. La fe te libera de los miedos, de la desesperanza, de la frustración. “Por Cristo gozamos del amor de Dios por medio de la fe y estamos firmes y nos gloriamos de la esperanza… una esperanza que no defrauda…”.

Este es el gozo que quiere trasmitir Jesús a Marta, el gozo de una vida segura, y el gozo que nos quiere trasmitir a nosotros, cristianos del siglo XXI, apesadumbrados y oprimidos por tantas losas de dolor, de impotencia, de desconcierto. ¡Quitad la losa! Dice Jesús, o ¡No tengáis miedo!, como decía Juan Pablo II. Es la hora de la fe en alguien que nos puede salvar. Pero antes hay que saber decir y rezar así: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.» La duda, la debilidad humana, a veces nos asaltará y diremos como Marta: Señor, cómo vas a abrir esta cueva de miseria y podredumbre que soy yo, mira que los muertos no tenemos arreglo… Y Jesús, el Hijo de Dios nos responde: –«¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?» ¡Quitad la losa!, vuelve a insistir Jesús, el dueño de la vida es Dios, no hay ningún otro poder que pueda frenar la acción amorosa y liberadora de Dios para quien se deje liberar. Basta confiar en él y en su enviado Jesús.

Este es el esfuerzo apostólico al que estamos llamados también los cristianos en este mundo. Cualquiera que se sea cristiano de verdad, cualquiera que se fíe de verdad de Jesús, tiene la obligación y el deber de anunciar este gran gozo de la fe: Sí, Señor, yo creo que tu salvación es la verdadera salvación, que tu presencia ahuyenta los miedos y desánimos; Señor, yo creo que tú eres la resurrección y la vida, que si nos fiamos de ti, aunque estemos muertos o nos muramos, no moriremos para siempre.

Esta es la gran alegría que nos propone el 5º Domingo de Cuaresma: tiempo de quitarnos las losas que nos tienen sujetos y sepultados, para salir a la luz de la vida, la Pascua de resurrección.