XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mt 21, 28-32: Publicanos y prostitutas os llevan la delantera

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

Ez. 18, 25-28 Cuando el malvado se convierta salvará su vida
Salmo 24: Tu misericordia es eterna
Fil. 2, 1-11: Tened los sentimientos de Cristo Jesús
Mt. 21, 28-32: Publicanos y prostitutas os llevan la delantera 

Los sentimientos de Cristo Jesús

El evangelio nos ofrece la parábola de los dos hijos, el que obedece sólo de palabra, -dice voy y después no va, y el que obedece con hechos, primero replica que no quiere ir a trabajar, pero después va. Los jefes de Israel, muy religiosos todos ellos, obedecen a todas las normas externas de la religión, pero no se interesan mucho por la voluntad de Dios. Están representados por el primer hijo, el que guarda las apariencias, pero tiene el corazón puesto en sus caprichos. En cambio los pecadores, publicanos y prostitutas, de fama muy dudosa, -mejor dicho, de dudosa nada, sobre todo las prostitutas- están dispuestos a cambiar, quieren cambiar, y al final cambian, se hacen amigos de Jesús.

Tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús, dice San Pablo en la segunda lectura de este domingo 26 del tiempo ordinario. Los mismos sentimientos de Jesús, de obediencia al Padre para estar cerca de los hombres y ayudarles a salir de sus errores. Esto es lo que rechazan los jefes de Israel, el cambio del corazón, reconocerse pecadores y necesitados de salvación. Y sin embargo esto es a lo que aspiran los pecadores, que alguien les traiga un poco de cariño y comprensión.

Nos tenemos que hacer una pregunta: ¿por qué el piadoso y muy cumplidor se cree justo?, ¿por qué rechazan la parábola de Jesús y todas sus enseñanzas?, si lo que Jesús pide es bien sencillo: “no hagáis las cosas por ostentación, por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superioresa sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás”, dice San Pablo, y lo resume: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo”.

Este pregunta, por qué el piadoso se cree justo y el pecador es capaz de pedir perdón, tiene en Jesús una respuesta también muy sencilla: porque el piadoso se ve a sí mismo con la tarea hecha, y el pecador con la tarea por hacer. El piadoso pone su religión en las oraciones rezadas, las devociones cumplidas, los diezmos pagados, pero bien sabemos que esta religión es de mínimos, de apariencias, pero su justicia es mezquina y rastrera, porque no atienden a la viuda ni al huérfano, que, como dice el apóstol Santiago, en esto consiste la verdadera religión. Ellos creen que tienen la tarea hecha cuando está todo por hacer: un mundo donde los pequeños sufren y pagan los desmanes de los poderosos, los inocentes son víctimas de los excesos de los grandes, y esto es lo que duele al corazón del Padre de todos los hombres. Jesús siente lo mismo que su Padre, por eso se enfrenta a los jefes de Israel y se lo hecha en cara. Son los sentimientos del corazón de Cristo, que mira y juzga el corazón de los hombres.

El diálogo que mantiene Jesús con los jefes de Israel reproduce el diálogo que, en la lectura del profeta Ezequiel, mantiene Dios con la casa de Israel, que dice: «No es justo el proceder del Señor.» Escuchad, casa de Israel: ¿Que no es justo mi proceder? ¿No es más bien vuestro proceder el que no es justo? Si el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, a causa del mal que ha cometido muere. Y si el malvado se aparta del mal que ha cometido para practicar el derecho y la justicia, conservará su vida. Practicar el derecho y la justicia es la religión heredada del Antiguo Testamento, esa que Jesús proclama ahora en el Nuevo. No he venido a destruir nada, al contrario, he venido para que se cumpla hasta el último acento de la verdadera religión.

¡Cuántos de nosotros se escandalizan de los pecados vistosos o llamativos y hacen la vista gorda frente a los pecados de la religión! El ateo, el que dice yo no quiero saber nada de los curas ni de la Iglesia, pero después atiende de verdad al débil, al pequeño, al necesitado, éste pasará por delante de nosotros en el Reino de los cielos; es como el hijo rebelde, que en un primer momento, dice al padre que le manda a trabajar a la viña, ¡no voy!, y después va. Y el que no se despega de los bancos de la iglesia y hace el vía crucis cinco veces al día, pero cierra los ojos y el corazón a los heridos en el camino, es como el primero de los hijos que dice a su padre, ¡ya voy!, pero después no va.

No el que dice ¡Señor, Señor! entrará en el Reino, sino el que cumple la voluntad del Padre, y esto no se mide con varemos contables, como los seiscientos preceptos de la religión judaica, sino teniendo los mismos sentimientos de Jesús, el Hijo, “que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz”.

Obediencia y cruz son las claves del cristianismo; conversión y verdad del corazón es lo que agrada al Padre que está en los cielos. Este es el camino de la reconciliación y de la verdadera religión.