XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mt 22,1-14: Conviden a la boda a todos los excluidos. Muchos los invitados y pocos los elegidos.

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

Is 5,1-7: La viña sólo le dio racimos amargos
Salmo responsorial 79: La viña del Señor es la casa de Israel.
Flp 4,6-9: Nada les preocupe
Mt 21,33-43: Arrendará la viña a otros labradores

Mataron al hijo y lo arrojaron fuera

En el evangelio de hoy Jesús nos cuenta una parábola dirigida a las autoridades religiosas judías. La parábola de los viñadores arrendatarios que mataron al hijo del dueño de la viña. Autoridades que se habían alejado del sentido profético y liberador de la religión de Israel. La parábola es una síntesis de la historia de Israel.

Dios llama al pueblo constantemente a la conversión y el pueblo persiste en olvidar la alianza de Moisés. Desde la construcción del becerro de oro en tiempo de Moisés a los mercaderes del Templo en tiempos de Jesús, y desde la obediencia de Abraham hasta la obediencia de Jesús al Padre, hay dos historias en la religión hebrea. Una es la historia de la perdición y el olvido de Dios, y la otra la historia de la bendición para quien acepta los planes de Dios. Los profetas insistirán en este misterio de la maldición y la bendición: maldito quien pone su confianza en el hombre, en su propia inteligencia, en las riquezas, en los proyectos de salvación terrena; y bendito quien se fía de los planes y proyectos de Dios.

Dios Padre, el creador, ha puesto al hombre en la Tierra y le ha dado una viña para que la cultive, le ha dado una inteligencia y un corazón para que construya el futuro y oriente sus ansias de felicidad en la dirección correcta. Pero como el ser humano encuentra satisfacciones más inmediatas o se topa con felicidades al alcance de la mano, se aferra a lo concreto y olvida su destino: la plenitud, la felicidad que deja paz en el alma. “Vale más pájaro en mano -decimos en vulgar- que ciento volando”.

Esta doble opción: aprovecharnos de los bienes contantes y sonantes, asegurar el presente aunque se nos escape de las manos, frente a la apuesta por el futuro, el futuro de un mundo mejor, de una paz duradera y unos beneficios que alcancen a todos, esta doble opción es la que nos presenta Jesús en forma de parábola en este domingo 27 del tiempo ordinario. La parábola del arrendatario de la viña y el comportamiento de los viñadores.

Y lo que pasó ya lo sabemos, pero está bien recordar las mismas palabras de la historia contada por Jesús; “Los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: "A mi hijo le respetarán." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: "Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia.". Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron”.

Así nos hemos comportado los hombres a lo largo de la historia de la humanidad. Aunque los tiempos cambien y el contexto agrícola y rural ya no sea el mismo que en tiempos de Jesús, cualquiera ve en esta viña el mundo de la producción y acumulación de beneficios. ¡Demasiada riqueza esconden nuestros campos de petróleo y nuestros campos mineros! ¡Demasiada riqueza en manos de los administradores políticos para que no les tiente el quedarse con ella o distribuirla según sus intereses particulares! ¡Demasiada riqueza acumulada en la ciencia, en los sabios que todavía investigan nuevos secretos.

Si toda la riqueza acumulada, y la que está todavía por descubrir, tuviera como referencia al Dios que la ha puesto en nuestras manos, el mundo sería diverso y todos los hombres podríamos disfrutarla. El fruto de la viña sería infinitamente mayor, no lo gastaríamos en guerras inútiles, no lo derrocharíamos en particiones injustas, y haríamos una Tierra todavía más productiva. Si esto sucediera, al acercarse el hijo del dueño de la viña, potenciaría más aún el disfrute de la riqueza obtenida, disfrutaríamos con él toda la herencia del dueño y del hijo, y la vida en esta Tierra sería una fiesta, un canto permanente de alabanza y gratitud. El Reino de Dios, el Reino que Jesús propuso para que la familia humana se realice.

Parce que no ha podido ser, no somos capaces de realizar ese sueño, desconfiamos de que ese proyecto de Dios sea viable. ¡Demasiada viña nos ha dejado en herencia el Señor a los hombres y mujeres de todos los tiempos! Demasiada viña, pero deslumbrados por tanta riqueza, nos olvidamos del dueño y queremos ser los propietarios. Somos demasiado ambiciosos y queremos la felicidad ya, cuanto antes, sin tener que andar con previsiones de futuro, olvidando al dueño y Señor del universo. Y así ha sido, generaciones de labradores de la viña han ido aniquilando a profetas, y los últimos eliminaron al Hijo de Dios. Pero a este Hijo Dios le ha resucitado y ha hecho posible que la historia de la bendición siga presente, como una semilla de mostaza, como levadura capaz defermentar la masa, y la historia de maldición no triunfará sobre el proyecto y la bendición de Dios. Aquí estamos para continuar esta tarea en la viña del Señor, la tarea de la historia de salvación.