IV Domingo de Adviento, Ciclo B
Lc 1, 26-38: La Anunciación. La valentía del Sí.

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)  

 

2Sam 7,1-5.8b-12.14.16: Un Reino para siempre
Sal 88, 2-5.27-29: El Señor, mi roca salvadora.
Rom 16, 25-27: La esperanza en la fe
Lc 1, 26-38: La Anunciación

La valentía del Sí

Juan Bautista anuncia e invita a la conversión, bautiza… pero no se considera salvador de nadie, ni de nada, simplemente dice que él es testigo de la luz, y que detrás de él viene uno a quien no es digno ni siquiera de desatar la correa de la sandalia. Esta pequeñez de Juan Bautista que veíamos el domingo pasado es el leit motiv del Evangelio, y es lo que identifica a la Virgen escogida para ser madre de Dios

María, en el Evangelio de este domingo 4° de Adviento, refleja esa misma actitud de pequeñez e indigencia: ¿Cómo puede ser posible si yo soy joven, virgen, desconocida…? Tuvo que intervenir el ángel del Señor para decirle, “No temas, María…”. Cuando Dios quiere hacer algo grande no busca a los grandes, estropearían su obra con el orgullo.

Es la actitud del pequeño lo que espera Dios para llevar a cabo su acción salvadora. Cuando las fuerzas humanas no dan más de sí, y el hombre lo reconoce, y se siente pequeño y necesitado, Dios está apunto de hacerse presente. ¡Qué verdad más elemental, pero qué poco practicada entre nosotros, los creyentes!

La valentía de los humanos traiciona sus posibilidades, porque siendo infinitas, las reducen a escombros de derrota y de pecado por el orgullo. Las grandes obras que queremos hacer, y los grandes proyectos para arreglar el mundo, se desmoronan ante nuestra mirada. Y comienza el desanimo, la desconfianza, la deserción. Parece como si nuestro cristianismo no tuviera futuro: La futura Europa borra toda referencia a nuestro pasado cristiano, los jóvenes no siguen nuestras tradiciones religiosas, las iglesias tienen cada vez menos feligreses…

Pero esas posibilidades están ahí, como en Juan Bautista o en María. María sólo sabe decir: He aquí la esclava del Señor –nada de soberbia humana- Hágase en mí lo que tú quieres, -es el Señor quien sostiene la marcha de la historia. Y frente a la valentía humana, que dura lo que una practica religiosa, la valentía de quien se fía. Porque esta es la cuestión para preparar la venida del Mesías: la fe. Dios encuentra en Maria la fe suficiente como para comenzar la obra de ese Reino que no tendrá fin: Vas a concebir en tu vientre un hijo cuyo nombre será Jesús, el Salvador, Hijo del Altísimo, heredero del trono de David, y reinará para siempre.

Ponerse en manos de Dios para que El realice esta obra, esto si es valentía. En su pequeñez, no en su orgullo de Israelita, ni en la soberbia de sus antepasados, ni siquiera en la seguridad de la promesa, sino en la fe temblorosa de la Promesa que hizo a Abraham, es donde Dios puede realizar las grandes obras. Desde esa pequeñez fue desde donde María dijo su SI al Señor.

El profeta Natán tuvo que corregir a al rey David en su pretensión de edificar el templo definitivo para Dios. El templo de David: proyecto humano, ¿Cuánto puede durar? Y tiene que ser la visión profética quien le diga al rey: ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? ¿No te acuerdas de que fui Yo quien te hice de pastor Rey?

Las posibilidades humanas para hacer un mundo mejor están ahí, y son infinitas, pero con Dios dentro. Nos lo recuerda también San Pablo en la Segunda lectura de este 4° Domingo de Adviento: proclamo al Dios que puede fortalecernos y que traerá a todas las naciones a la obediencia de la fe. La obediencia de la fe fue la que llevó a Jesús a la cruz. Tal vez por esto nos cuesta tanto creer. Si Dios me va a pedir la vida, esta vida pequeña y temporal de que disfruto, a la que estoy tan apegado, a cambio de la vida verdadera, de su vida…, casi prefiero la que tengo y me olvido del plan de Dios.

Esto es lo que nos falta a los cristianos de hoy, saber decir Sí a Dios, como dijo Jesús, como dijo María, el Sí que dieron los primeros cristianos cuando el impero romano los aplastaba. Sólo el martirio pone a prueba nuestro Sí verdadero. Pero no tengamos miedo, hoy parece que está lejos de nosotros esa posibilidad. Mientras tanto dejemos que Dios vaya entrando en nuestras vidas con pequeños síes, y cuando Dios nos invada por dentro del todo entonces podremos hacer alarde de valentía. Pero ha de ser El en nosotros, no nosotros.

Por eso se quiere acercar tanto a nosotros, va a nacer como nosotros, va a experimentar en todo nuestra condición humana y va a ser uno de nosotros, para que aprendamos a ser valientes, y desde nuestra condición humana, frágil y temblorosa, sepamos decir con valentía, pero desde la fe: Sí a la Navidad de Jesús, nuestro Salvador.