V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Marcos 1,29-39: Curó a muchos enfermos de diversos males. Curó a muchos enfermos de diversos males

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)  

 

Job 7,1-4.6-7: No es acaso una lucha la vida sobre la tierra
Salmo 146: Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados.
1Corintios 9,16-19.22-23: ¡Libre de todos me hago siervo de todos!
Marcos 1,29-39: Curó a muchos enfermos de diversos males 

Curó a muchos enfermos de diversos males

En el evangelio de este 5º Domingo del tiempo ordinario encontramos una crónica de un día en la vida de Jesús. Su intensa relación con Dios en la oración y la predicación del Reino, se acompaña de los signos de curación. Vida interior, palabras de anuncio y proclamación y gestos, obras que realizan lo que anuncian.

He aquí una forma coherente y perfecta que desearía para sí cualquiera de nosotros. Tener algo que decir: no cualquier cosa, sino algo masticado, propio, que rebose del interior y que se haya trabajado en la oración. Eso mismo predicarlo, sacarlo a la luz, al exterior, para que otros se puedan enriquecer. Pero la palabra de la predicación, como toda palabra humana, para que sea creíble, necesita una garantía, un gesto una acción que testifique con hechos lo que se dice. Y aquí es donde Jesús se diferencia de cualquier charlatán como nosotros: Hace oración y predica, pero son sus acciones quienes dan testimonio de que lo que dice es verdad. “Si no me creéis a mí, creed a mis obras”, les dice a los fariseos cuando critican su doctrina. Si queréis no me hagáis caso a mí, juzgad las obras que hago.

¿Qué puedo hacer yo para que mis palabras, llenas de sinceridad y con los mejores deseos, no resulten huecas a quien me escucha? Porque milagros, como Jesús, yo no sé hacer. A esa pregunta de qué tienes que hacer no te la podrá responder nadie; el coherente con lo que dice tiene que ser uno mismo.

La gente no necesita mi verdad, cada uno tiene la suya. Más importante que sea verdad o no lo que predicamos en las iglesias es que sea creíble, es decir, que pueda ser aceptado como si fuera su propia verdad. San Ignacio de Loyola hablaba de entrar con la del otro para salirse con la propia, que en este caso no era sino para mejor llevarle hacia Dios.

Una segunda consideración, siempre respecto a la garantía de las palabras de Jesús, es la que se desprende de la forma del relato de Marcos. Cura a la suegra de Pedro, pero no como favor que se hace a los amigos, porque amigos resultan ser todos los enfermos del vecindario y de los pueblos de alrededor. Su poder sanador no es para los familiares, ni siquiera para los conocidos, sino para todo aquel que como necesitado solicite ayuda. Nadie está excluido del amor de Dios. Por eso Marcos dice que cuando la gente le busca, él quiere ampliar el radio de acción salvadora: “-«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.» Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios”.

La verdad del Reino que Jesús predica es para todos. Ante esa verdad no hay murallas que separen a unos de otros. Porque se trata de la victoria de Jesús sobre el mal. Por eso no puede limitarse a las fronteras de una ciudad; ha de abrirse a todos los pueblos, pues la presencia de los males no está sólo en nuestra casa, sino en la del vecino. Este es el segundo dato que pone San Marcos para garantizar la verdad de su doctrina, la universalidad de su servicio sanador y salvador.

En la primera lectura escuchamos el grito de Job, y la sabiduría que encierra en sus reflexiones; un grito seguramente cercano y que está presente en la vida diaria de muchos hombres y mujeres en todos los rincones del planeta. La respuesta al problema del mal nos la ha dado Jesucristo: tratar de ayudar al que lo sufre. Pero sin venderse a nadie, como propone San Pablo en la segunda lectura.

Hoy podemos, como Jesús, anunciar el Reino haciendo el mismo milagro de amor que él, derribando fronteras humanas de odio y de egoísmo. El cristiano ha de ser agente de cambio, por la coherencia entre palabra y obras, y en segundo lugar, porque no se limita sólo los espacios que le resultan cómodos.

¿En qué medida soy parte del plan de Dios para anunciar el Reino, para salir “fuera” de mis comodidades y espacios a dar testimonio de la Palabra de Dios? Dame valentía, Señor, para anunciar el Reino con el ejemplo, incluso entre mis enemigos.