I Domingo de Cuaresma, Ciclo B
Marcos 1, 12-15:
Convertíos y creed en el Evangelio. Creer en la Buena Noticia

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)  

 

Gen 9, 8-15: Alianza con Noé
Sal 24:Tus sendas, Señor, son mi misericordia.
1Pe 3, 18-22: El bautismo, camino de salvación
Mc 1, 12-15: Convertíos y creed en el Evangelio

Creer en la Buena Noticia

Comenzamos resumiendo los temas que tratan las lecturas de este Primer Domingo de Cuaresma. La primera lectura, Génesis 9, narra la promesa de Dios de que no habrá otro diluvio que devaste la tierra. San Pedro, en su primera carta, interpreta esta promesa y la relaciona con el Bautismo; el Evangelio de Marcos resume muy sucintamente la estancia de Jesús en el desierto, el arresto de Juan y el comienzo de la predicación de Jesús.

Contra la lógica destructiva de los imperios mesopotámicos, el relato del Génesis propone un nuevo camino de comunión entre los pueblos. ¡Nunca más habrá diluvio para destruir la tierra! El motivo de la catástrofe fue el pecado de los hombres: la violencia, la corrupción, la injusticia, la acumulación, el egoísmo, la insolidaridad… Sabemos que estos males generados por el hombre siguen y seguirán existiendo. ¿No tendría que mandar Dios otro diluvio para purificarlos, y obligar a nuestros corazones a cambiar? He aquí el mensaje de una de las primeras páginas de la Biblia: “¡No habrá más diluvio!”. Dios ha prometido que no habrá más diluvios.

Los creyentes deberíamos grabar bien estas palabras en nuestro corazón. Nuestro Dios, el Dios de nuestros padres, hizo un pacto con ellos y con sus descendientes, con todos los que salieron de la barca y con los animales que les acompañaron. “Hago un pacto con vosotros: el diluvio no volverá a destruir la vida…”

La voluntad y la decisión de Dios es que, a pesar de nuestros pecados y maldades, que continuarán existiendo mientras exista el ser humano sobre la tierra, El no nos va a castigar con ningún otro “diluvio”. Esto es lo que deberíamos grabar en nuestros corazones de creyentes, que nuestro Dios no es un Dios justiciero. Por tanto, no hay ningún mal o desgracia de esta tierra que nos venga de El como castigo. ¿Cuántos de nosotros nos atrevemos a decir, o lo pensamos sin decirlo, que tal terremoto, tal derrumbe de tierras que sepulta poblaciones, tal huracán son castigos de Dios por habernos portado mal?

Si pensamos así estamos negando la palabra a Dios: “Hago un pacto con vosotros: no habrá otro diluvio que devaste la tierra”. Esas afirmaciones nuestras son verdaderas apostasías de la fe cristiana. Es renegar de la Palabra de Dios y de nuestra confianza en El.

Y en segundo lugar, además de manchar nuestra fe, facilitamos a los enemigos de Dios las críticas a la Iglesia y al Evangelio. ¿No estamos comprobando, casi a diario, cómo viene perseguido en cristianismo en ámbitos de larga tradición cristiana? La Europa cristiana está siendo rechazada. Las sociedades que se dicen “desarrolladas” propugnan el ateísmo con una virulencia mayor de cuanto fuera perseguido por sistemas comunistas.

Una columnista del periódico inglés The Gardian, Madeleine Bunting, criticaba no hace mucho a los ateos humanistas de hoy de ser unos “frustrados agraviados”, porque suponían que a estas alturas de sociedad avanzada, todos íbamos a ser ateos racionalistas. Suponían que el laicismo y el secularismo era una parte necesaria para el progreso. La crítica era a propósito de una serie de televisión inglesa que atacaba a Dios y a la Iglesia católica.

Está muy defendernos de los ataques a la religión, pero además de defender los valores heredados, ¿no nos deberíamos preguntar en qué medida presentamos falsas imágenes de Dios? Nuestro Dios no es vengativo, no castiga al pecador, lo ha prometido: No mandaré otro diluvio para destruir la vida o devastar la tierra. Al contrario: “Esta es la señal del pacto que hago con vosotros y con todo lo que vive con vosotros, para todas las edades: Pondré mi arco en el cielo, como señal de de mi pacto con la tierra”.

Ante esta Palabra de Dios, veraz, firme, válida para todas las edades -lo dice expresamente el Génesis-¿No somos nosotros los primeros que la traicionamos? ¿No es verdad que dudamos de Dios cuando Dios se oculta, por ejemplo, tras una enfermedad o cualquier desgracia?

¿En quién confiamos ante las cruces que padecemos? En Dios o en los imperios de la razón? Dice San Pedro en la segunda lectura: “el bautismo que nos salva, no es para limpiar una suciedad corporal, sino para impetrar de Dios una conciencia pura, por la resurrección de Cristo Jesús”.Y San Marcos en su Evangelio, ahorra muchas palabras, simplemente dice: “Jesús se quedó en el desierto, dejándose tentar por Satanás. Después se marchó a Galilea a proclamar la Buena Noticia: Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia”

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