IV Domingo de Pascua, Ciclo B
Juan 10, 11-18: El buen pastor da la vida. Yo soy el buen pastor

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)  

 

Hech 2, 14ª,36-41 ¿Qué hemos de hacer?
1ª Pe 2, 20b-25 Os cuida como un pastor
Jn 10, 11-18 El buen pastor da la vida

Yo soy el buen pastor

Hoy más que nunca necesitamos alguien que nos ofrezca buenos pastos, alimento espiritual, que nos guíe por buenos caminos y nos lleve a buen puerto, líderes que velenpor los débiles, alguien que está de nuestra parte y nos defienda de tanto usurpador de humanidad. Es verdad que nos sentimos un tanto perdidos, en esta postmodernidad que no quiere saber nada de valores, que corta las raíces de cualquier tradición e identidad. Demasiados lobos buscando presas fáciles, mientras la gente sencilla clama por un poco de honradez y verdad.

Pero la pregunta cristiana una vez más, es si el hombre necesita soluciones externas, si debemos esperar a que todo vaya bien para encontrarnos seguros. ¿No tenemos la fuerza y la seguridad en la resurrección de Jesús? ¿No es él el único que nos puede salvar? Cuando un cristiano se lamenta de lo mal que lo hacen los responsables de la política, de la economía… ¿no está olvidando que sólo tiene un Salvador? ¿Y que en él tenemos la fuerza para eludir cualquier desánimo?

Si el cristianismo de hoy no es tan boyante como el de hace unas décadas o siglos, ¿no será porque somos menos creyentes? ¿O es que necesitamos, para afianzar nuestra fe en el resucitado, que el entorno social nos sea favorable? Cristo no lo tuvo tan fácil, auque la sociedad de entonces fuera más religiosa que la de ahora.

Pues bien, este Cristo resucitado, esta fe que hemos heredado de nuestros padres, son los que reclaman de nosotros la valentía del Buen Pastor, capaz de hacer frente a los ladrones y bandidos que asaltan el aprisco. No podemos ser por más tiempo creyentes asalariados, que velamos por nuestra religiosidad o por nuestras tradiciones, pero al ver venir al lobo abandonamos y huimos de nuestras responsabilidades de fe.

Está claro que en la alegoría del pastor y las ovejas Jesús se dirige a los fariseos, falsos pastores que proclamaban la ley para que la cumplieran los demás. Es verdad que cuando Jesús habla de pastores asalariados, está hablando de los que buscan su propia ventaja e interés, no el interés del pueblo. Pero también es verdad que Jesús reclama a los que le quieran seguir la valentía que mostraron sus discípulos, una vez que él murió y resucitó. Es decir, ahora somos nosotros, los creyentes, los que hemos de tomar su puesto en la defensa de los pastos y del rebaño frente a los salteadores.

«Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado.Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué hemos de hacer, hermanos?» Pedro les contestó: «Convertíos» -leemos en la primera lectura de este 4º domingo de Pascua.

Nosotros, los que nos hemos alimentado de su verdad, de su palabra, de su cuerpo partido y su sangre derramada, tenemos en él la fuerza para saber que estamos salvados, que hemos sido hechos hijos, que conocemos al Padre y el Padre nos conoce y no nos abandona.

Nosotros, los que hemos recibido su Espíritu, para no ceder ante los falsos pastores, tenemos poder para amar y estar gozosos amando, tenemos fuerza para curar enfermos y anunciar el reino.

El está con nosotros, él dio la vida por nosotros y ha resucitado para nosotros, él sigue siendo nuestro pastor y nuestro guía, nada ni a nadie debemos temer; porque él nos ha dicho: «Yo soy la luz del mundo», «Yo soy la vid», «Yo soy la puerta», «Yo soy el pan de vida»,«Yo soy el camino»,«Yo soy la verdad», «Yo soy la vida», «Yo soy el buen pastor».

El Buen Pastor. El único Pastor que nos puede salvar. En este cuarto domingo de Pascua, el conocimiento de Jesús nos llenará de confianza, para afrontar los miedos, que también tuvieron sus discípulos cuando Jesús murió, pero que superaron con su resurrección. El conocimiento amoroso de Jesús nos llenará de gozo para participar con otros creyentes de esa comunión que existía entre el Padre y el Hijo. Y el conocimiento amoroso de este Buen pastor, nos llenará de fuerza para traer a este mundo nuestro, tan deshilachado, su salvación.