I Domingo de Adviento, Ciclo A
San Lucas 21, 25-28. 34-36

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

Con este domingo iniciamos el nuevo año litúrgico y un nuevo tiempo en la Iglesia, el tiempo de adviento. Adviento es una palabra que viene del latín, y significa algo así como algo o alguien que viene o llega. De modo que iniciamos un tiempo de espera, porque alguien importante va a venir. Y no es otro que Nuestro Señor Jesucristo, que vendrá de nuevo a nosotros como un recién nacido el día de Navidad. Como hizo el pueblo de Israel durante tantos siglos, que estuvo a la espera del Mesías, nosotros ahora imitamos a ese pueblo para preparar nuestro espíritu y así esperar la alegría que nos llegará con su nacimiento. Es la promesa de Dios que se cumple, como lo anuncia el Profeta Jeremías en la primera lectura de este domingo.

Con este primer domingo de adviento iniciamos un nuevo año litúrgico y un nuevo ciclo de lecturas dominicales, el llamado Ciclo A. La Iglesia, en su pedagogía de la Palabra, quiere que en el arco de tres años, de tres ciclos, dediquemos los días domingos a profundizar los evangelios sinópticos, a conocer a Jesús, conocer su doctrina y su mensaje. Este año corresponde el evangelio según san Lucas. Y en este primer domingo de adviento la Iglesia nos pide meditar un texto del profeta Jeremías, el Salmo 24, un fragmento de la primera carta a los Tesalonicenses y parte del capítulo 21 del evangelio según san Lucas. El mensaje central está contenido en la primera lectura y el evangelio: llegan los días de la liberación, cuando el Señor cumplirá sus promesas.

El profeta Jeremías anuncia que ya están cerca los días en que Dios cumplirá la promesa hecha a la casa de Israel y a la casa de Judá. Dios enviará a un vástago de David que hará justicia y derecho en la tierra. Será llamado “Señor-nuestra-justicia”. Y Jesús habla de signos en el sol, la luna y las estrellas, tiempo en que los hombres quedarán sin aliento, se les viene el mundo encima. Y todos estos signos serán la manifestación previa a la venida del Hijo del hombre, como suele denominarse a sí mismo Jesús. Y añade, que cuando empiece a suceder todo esto que levantemos la cabeza, no tengamos temor, se acerca nuestra liberación. Liberación de todos nuestros pecados, de todas nuestras angustias, de todos nuestros dolores. Pero Jesús también dice que tengamos cuidado, porque estos días se nos puede embotar la mente con los vicios, con la bebida, con la preocupación por el dinero, tal como le está sucediendo a la sociedad actual. Y la advertencia la hace el Señor porque cuando la persona se siente segura de sí misma, cree que tiene todo bajo control y entonces puede gozar la vida, como lo propone el mundo, entonces llegará el día de su regreso, de repente, como un ladrón como dice en otra parte de la escritura, y no habrá tiempo para arrepentimientos. De allí que repite su llamado a que estemos despiertos, vigilantes, que nos mantengamos en pie, esperando su llegada. Ese estar en pie, ese estar vigilantes y despiertos, es el mensaje fundamental de este tiempo de adviento.

Y cómo podemos vivir este tiempo de espera, de adviento. La segunda lectura, de la primera carta del apóstol Pablo a los Tesalonicenses, viene a respondernos cuando el apóstol de los gentiles nos dice que procedamos, es decir, que actuemos conforme a lo que nos ha enseñado, a lo que hemos aprendido de él. Que sigamos las instrucciones, dice, que nos ha dado en nombre del Señor Jesús. La instrucción fundamental la menciona en las primeras líneas del fragmento de carta que escuchamos: que el Señor nos colme y nos haga rebosar de amor mutuo y de amor con todos. Pues es el amor nuestra máxima ley, nuestro máximo mandamiento, como lo dijo una vez Jesús, el primer mandamiento es amar a Dios con todo el ser, con toda el alma, con todo el espíritu, y el segundo es amar al prójimo. No hay más instrucciones, no hay otros caminos, sólo el amor a Dios y a los hermanos es el que nos traerá la salvación y la liberación.

Te invito hermano, hermana que me escuchas a que inicies este tiempo de gracia, este tiempo de adviento con alegría y serenidad. Que reflexiones sobre tu vida, sobre tu amor por Dios y por los hermanos, y te invito a que aproveches este tiempo de penitencia para acercarte al sacramento de la reconciliación, donde Jesús te espera y con cariño y paciencia escuchará tus pecados, para con todo su amor perdonarte y darte la gracia, y así puedas esperar con corazón limpio la nueva navidad que ya se acerca.