Fiesta. Bautismo del Señor, Ciclo A. 
San Lucas 3, 15-16.21-22

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

Con la fiesta del Bautismo del Señor, de este domingo, finaliza el tiempo de Navidad, un tiempo en el que nos hemos alegrado por el nacimiento de nuestro redentor. Con esta fiesta terminamos el período de espera, que fue el adviento, y la celebración de los primeros años de vida del Señor. Recordemos que su bautismo fue realizado por Juan el Bautista cuando tenía al menos 30 años, después del cual Jesús salío a predicar y a curar enfermos, a anunciar la buena noticia de la salvación, tiempo que duró unos tres años porque los mismos evangelios nos dicen que Jesús celebró tres pascuas con sus discípulos, la última en la que instituyó la eucaristía. A partir del lunes se iniciará el tiempo ordinario donde día a día seguiremos los pasos del Señor, conoceremos su mensaje y apreciaremos sus milagros. Para esta fiesta del Bautismo del Señor la liturgia nos propone el capítulo 42 del Profeta Isaías, el salmo 28, el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles, y en este Ciclo A meditamos el evangelio según san Lucas en su capítulo tercero.

Bautismo es una palabra que tiene como significado sumergir, hundir, en cierta medida bañarse. Varias religiones tienen entre sus ritos de iniciación algún baño ritual con el que la persona pasa a pertenecer a la religión que lo practica. En el pueblo de Israel, el bautismo está asociado a la purificación ritual, la que se debía hacer para ofrecer de manera limpia y pura la ofrenda a Dios. Juan el Bautista, asume el papel dado por Dios de predicar la conversión, el arrepentimiento, y le ordena bautizar, sumergir a las personas en el río Jordán como señal del cambio de vida y de conversión. Y Juan estaba muy claro en el significado de su bautismo. Por eso en el evangelio que leemos hoy Lucas presenta al pueblo que le pregunta a Juan si él era el Mesías, a lo que respondió que él sólo bautizaba con agua, que vendría después quien bautizaría con Espíritu Santo y fuego. Era una referencia explícita al verdadero Mesías y a la naturaleza que tendría el nuevo bautismo, un sello con espíritu y fuego.

La narración que nos hace Lucas del bautismo de Jesús, es más bien escueta. Sólo dice que en un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y mientras oraba se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y se escuchó una voz desde el cielo: Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto. Lucas nos habla de la presencia del Espíritu Santo en forma corpórea, y habla sobre la voz del cielo, de Dios que está en lo alto. A esto lo llamamos “teofanía”, es decir, una manifestación de Dios. El bautismo de Jesús marca el inicio de su vida pública, de su ministerio de predicación. Es un punto de inflexión porque a partir de ese momento su vida deja de ser privada, se hace pública, en función de los demás, predicando la buena noticia, y manifestando la salvación que llega con las curaciones. En una cierta medida el Bautismo de Jesús marca su compromiso como Dios-con-nosotros, Emmanuel como fue anunciado por los profetas. Y lo hace con obras y palabras. Es la manifestación más explícita de su ser consagrado al Padre Dios.

Esta fiesta del Bautismo del Señor debe ser para nosotros un momento para reflexionar sobre nuestro bautismo. Como vimos antes, con Jesús el bautismo dejó de ser un rito meramente de perdón y arrepentimiento, y se ha convertido, por la acción del Espíritu Santo, en el donador de la gracia santificante de Dios. El bautismo nos hace hijos de Dios, herederos de su reino eterno, pero también nos hace sujetos de los deberes de los hijos, que están plasmados en los mandamientos. Por el bautismo hemos sido marcados como propiedad de Dios, como lo dice el libro del Apocalípsis, y de allí su realidad de imprimir carácter, y ser un sacramento de iniciación que no se repite ni se anula. Si somos bautizados, somos hijos de Dios, y así nos alejemos, así cambiemos de religión, así nos hagamos bautizar en otras religiones, la validez de nuestro bautismo es total, porque la Iglesia no sólo interviene con el agua que nos purifica, sino que todos los ritos del bautismo tienen un significado profundo que indica la propiedad de Dios sobre nosotros, especialmente la unción con el santo Crisma que recibimos en la cabeza. El bautismo no hace miembros del pueblo de elegidos, que tienen la misión de anunciar al mundo la buena nueva de la salvación, la buena noticia de la encarnación del Hijo de Dios que murió por nosotros, y resucitando nos dio nueva vida. Ser bautizados es un privilegio, pero también es un compromiso que tal vez no terminamos de asumir. Muchas veces criticamos a la Iglesia porque no actúa ante ciertas realidades preocupantes de la humanidad, identificamos a la Iglesia con la jerarquía y los consagrados. Pero la realidad es que la Iglesia somos todos los bautizados, y somos todos los que tenemos que responder con nuestra fe y compromiso ante las cosas negativas que genera el pecado. Tenemos la gracia del Espíritu Santo para que nos auxilie y nos ayude a superar el mal y el pecado que hay en el mundo.

En este día del bautismo del Señor, revive tu bautismo y comprométete más con Dios, haciendo el bien y llevando la paz a todos los ambientes donde desarrollas tu vida.