III Domingo de Cuaresma, Ciclo A.
San Lucas 13,1-9

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

Hemos llegado al tercer domingo de cuaresma en su Ciclo A. Continuamos en este camino de conversión que nos marca la Iglesia, y pedimos a Dios nos siga dando fuerzas para intensificar nuestra oración, el ayuno y la caridad con la limosna. Este domingo se nos presenta el episodio de la zarza ardiente delante de Moisés, en el libro del Éxodo; una parte del capítulo 10 de la Primera Carta a los Corintios, y leeremos el capítulo trece del Evangelio según san Lucas. El salmo nos da la clave de interpretar la enseñanza de este domingo, y de entender la actitud de Dios para con nosotros en este tiempo: “El Señor es compasivo y misericordioso”.

El Señor es compasivo y misericordioso vamos a responder en el salmo de este domingo, porque la primera lectura nos muestra a Dios diciéndole a Moisés que ha escuchado el clamor de su pueblo, ante la opresión de que es víctima por parte de los egipcios. Dios escoge a Moisés para que sea quien lleve el mensaje y se encargue de guiar al pueblo. El Dios que se denomina a sí mismo como “Soy el que soy”, no quiere que el pueblo crea en otros dioses, sino que él mismo toma la iniciativa de salvación y con su brazo poderoso ahuyenta el mal, lo derrota. Moisés se convierte en intermediario entre Dios y el pueblo, en mensajero de la buena noticia de la salvación. Hoy cada uno de nosotros debe ser un Moisés para todos aquellos que están sometidos a la esclavitud del pecado, para aquellos que están alejados de la gracia de Dios por ser esclavos del enemigo, por haber confiado su corazón a quien trae el exterminio a la tierra. Por que el exterminio no sólo se da cuando explotan las bombas y matan a mucha gente, o cuando como en la segunda guerra mundial muchos hermanos judíos fueron asesinados en las cámaras de gas de los nazis. El exterminio se vive cada día cuando una persona cae en la droga, en el alcohol, cuando se vuelve esclavo del sexo, cuando explota a sus hermanos haciéndose más rico con la especulación. Seremos Moisés para ellos si damos ejemplo con nuestras buenas acciones y damos testimonio ante ellos que la única salvación es Dios, es Jesús el Señor.

Muchas veces pensamos que las cosas malas suceden a quienes actúan mal como castigo, como consecuencia de sus actos. Y muchas veces sucede así, porque si una persona es imprudente es claro que le sucederán cosas desagradables. En el episodio que nos cuenta el evangelio de hoy, que recuerdo es tomado del capítulo 13 de san Lucas, unos amigos le cuentan a Jesús que unos galileos fueron asesinados por Pilatos y su sangre vertida en el lugar donde colocaban la sangre de los sacrificios. Estas personas tal vez pensaban que ese era el castigo por algunas de sus obras. Pero Jesús les dice que no, que eso no les sucedió porque eran más pecadores que los demás. Y Jesús aprovecha y les trae a la mente el episodio de unas personas, 18 para ser exactos, que murieron aplastados por la torre de Siloé, preguntándoles si pensaban que esos muertos eran más culpables que los otros habitantes de Jerusalén por terminar de esa manera. Y la conclusión que plantea Jesús es que si no se convierten, todos morirán, no sólo tendrán una muerte física, sino una muerte espiritual, que es peor. La muerte física es algo circunstancial, que puede suceder de muchas maneras, inclusive puede ser inducida, recordemos que Jesús mismo dijo que no tuviéramos miedo a quienes matan el cuerpo. De quien en verdad debemos tener miedo es de quien nos lleva a la muerte en el espíritu, al enemigo, que alejándonos de Dios hace que al final de nuestra existencia no tengamos una resurrección para la vida eterna con Dios, sino para el castigo eterno con él y sus seguidores. Y la parábola con la que termina el relato de Jesús que se presenta hoy, el de la higuera que no da fruto, que piden arrancar, y que el viñador pide un tiempo más para ver si da frutos, es el retrato del tiempo que estamos viviendo, de la cuaresma,en donde Dios nuevamente nos da una oportunidad para arreglar nuestro jardín, para podar las ramas malas que tengamos y podamos así producir los buenos frutos que él quiere de sus hijos. Una poda que se hará con la oración y el ayuno, y con los sacrificios a los que nos invita la Iglesia en estos días de penitencia.

El Señor es compasivo y misericordioso. Esta respuesta que damos en el salmo responsorial de hoy debe ser para nosotros un motivo de alegría y confianza, porque Dios, teniendo razones para rechazarnos y alejarnos de él, es comprensivo y nos da una nueva oportunidad, nos ofrece nuevamente su gracia santificante para que recomencemos nuestro camino de salvación y santidad. La cuaresma es el tiempo de gracia que el Señor nos da para que preparemos nuestros corazones para la celebración del Misterio Pascual, el misterio de nuestra salvación.

Te invito hermano a que aproveches las oportunidades que te ofrece tu parroquia o comunidad para que revises tu vida y te acerques al sacramento de la reconciliación. La gracia que Dios te da con el perdón es la mejor muestra de que nuestro Dios es compasivo y misericordioso.