Domingo de Ramos en la Pasión del Señor.
San Lucas 22, 14-23, 56

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

Amigos estamos iniciando la Semana Santa, la semana mayor para los católicos. La semana donde acompañamos a Jesucristo, Nuestro Señor, en su camino de entrega para obtenernos la salvación. Se inicia con el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. Recordamos la entrada de Jesús a Jerusalén para pasar los últimos días entre nosotros, una entrada que se transformó en el reconocimiento de la llegada del Mesías salvador, del rey de reyes, a quién había que alfombrarle el camino con los mantos, con alfombras, con los ramos. Este Ciclo A en el que estamos, se presenta la narración que ofrece Lucas de esa entrada triunfal, es el capítulo 19. Mientras que la Liturgia de la Palabra de la Misa propone como primera lectura el capítulo 50 del Profeta Isaías, el salmo 21, luego la Carta a los Filipenses en su Capítulo 2 y el relato de la Pasión se toma del Evangelio según san Lucas: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

Las celebraciones del Domingo de Ramos tienen una variante en su inicio, ya que la Iglesia nos pide que realicemos una procesión de entrada que en su inicio tiene la bendición de los ramos y la lectura del evangelio que recuerda la entrada de Jesús en Jerusalén. Lucas nos dice que Jesús envió a sus discípulos a la aldea de enfrente para que le buscaran un borrico, en el que montó y se dispuso a entrar en la ciudad. La gente reconoció el gesto del Señor y con entusiasmo lo alaban diciendo “Bendito el que viene en el nombre del Señor, el que viene como rey”. Y alfombraron el camino con sus mantos. Un rey que es distinto a los reyes de la tierra está llegando a la ciudad. No en una carroza, sino en un animal que usaban los humildes para su trabajo y traslado. Sin pompas y trompetas sonando, sino con una alfombra hecha con los mantos y los ramos, y lo que resonó fue el grito de la gente alabando a Dios y a su Hijo, nuestro rey. Si ellos no gritan, dijo Jesús a quienes le pedían que hiciera callar a la gente, entonces serán las piedras las que gritarán. El grito es que la salvación ha llagado, que la misericordia de Dios se hace presente en nuestra vida con el sacrificio de Cristo.

Toda la liturgia de la Palabra de la Misa de hoy está orientada hacia el relato de la pasión. Isaías habla del personaje, del Mesías como el que recibió una lengua de iniciado, como el cada día espabila el oído para escuchar la voz de Dios, como el que no se rebela ni se echa atrás. Por eso ofrece su espalda a los que le golpeaban, la mejilla a los que tiraban de su barba. No ocultó su rostro a insultos y salivazos. Y en todo ello, el Señor le ayudaba, Dios estaba con él. Y san Pablo completa esa profecía de Isaías sobre el Mesías, afirmando que Cristo, no obstante su condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios, sino que se hizo como uno de nosotros, asumiendo la condición de esclavo y se rebajó hasta someterse a la muerte, una muerte de Cruz. Y por ello ha sido levantado sobre todo y se le ha dado el “Nombre-sobre-todo-nombre”, de modo que “al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo y en la tierra, y todo el mundo proclame que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.

El centro de la Liturgia de la Palabra del Domingo de Ramos es la lectura de la Pasión del Señor, de allí que se diga que este domingo es en la pasión del Señor. Este Ciclo A se lee el relato que ofrece san Lucas, donde nos cuenta parte de la última cena y la institución de la eucaristía, el anuncio de la traición de Pedro, y su posterior cumplimiento, la oración en el monte de los olivos, con el sufrimiento de Cristo hasta sudar gotas de sangre; la entrega por parte de Judas con el beso, el traslado ante los sumos sacerdotes, el juicio religioso, el traslado ante Pilatos y Herodes, y el juicio civil; la liberación de Barrabás, la condena, el Vía crucis, la muerte y su deposición en el sepulcro. Un largo relato que invito no sólo a escuchar en la Iglesia sino a revisar en la casa para poder entrar de manera profunda en el significado del sacrificio de Cristo por todos nosotros. No estamos leyendo solo una historia de la muerte injusta de un hombre que se proclamó Mesías, sino que en este relato está expresada de una manera clara el profundo amor que Dios tiene por la humanidad, y que para salvarla de la muerte y del pecado, ha debido pagar un precio bastante caro, entregar la vida del Hijo para con la resurrección recuperarla y devolver la gracia que se había perdido con el pecado de los primeros padres.

Hermano, hermana que me escuchas, entramos en los días más importantes del año litúrgico. Todo el año está orientado y tiene sentido por el misterio pascual, por la celebración de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Te invito a que desde ya, entres en el clima de oración y meditación que exigen estos días, y a que dispongas tu espíritu y tu corazón para vivir unos días como los quiere el Señor, verdaderamente santos.