III Domingo de Pascua. Ciclo A.
San Juan 21, 1-19

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

Amigos estamos en la tercera semana del tiempo pascual. En este Ciclo A de lecturas dominicales la Liturgia de la Palabra nos propone continuar la meditación del capítulo 5 del Libro de los Hechos de los Apóstoles, también meditaremos el capítulo quinto del Libro del Apocalipsis, para finalizar con parte del capítulo 21 del Evangelio según san Juan. El salmo responsorial de este domingo es el 29: “Te ensalzaré Señor porque me has librado”.

En este tiempo pascual la Iglesia nos invita a reafirmar nuestro testimonio como creyentes, especialmente cuando la sociedad está caminando prácticamente en sentido contrario a los valores evangélicos. Y estar en contra hace que se tenga que sufrir, que se tenga que proclamar a tiempo y a destiempo que Jesús es el Señor de la vida, y a que nos veamos sometidos a las incomprensiones e injusticias de la sociedad actual, inclusive al descrédito diría yo. Pero eso no es una novedad. Y así lo plantea el trozo del libro de los Hechos de los Apóstoles que hoy leemos. El sumo sacerdote interroga a los apóstoles porque están predicando la buena noticia, les reclama y les prohíbe seguir hablando de Jesús. Y Pedro proclama que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El relato nos cuenta que los azotaron y luego los liberaron, y ellos se sintieron alegres porque les castigaron por el nombre de Jesús. Hoy probablemente no nos azotarán, aunque en algunas partes del mundo sí lo hacen, pero mantener nuestro testimonio como cristianos nos trae incomprensiones y sufrimientos, porque debemos obedecer a Dios antes que a los hombres. Si el mundo predica el facilismo, el relativismo moral, la desintegración familiar con los divorcios y otras plagas, la corrupción, pues nosotros debemos afirmar nuestros valores y convicciones en la Palabra de Dios que nos guía y nos da la fuerza para ser luz en esta oscuridad del mundo de hoy.

El evangelio de hoy, tomado del capítulo 21 de san Juan, es un poco largo y podemos ver en él dos episodios con sus enseñanzas. La primera parte nos narra lo que en Juan es la tercera aparición de Jesús. Los apóstoles salen a pescar, era su oficio, y pasada toda la noche no logran atrapar ningún pez. Jesús se les aparece, no lo reconocen, y les pide le den un pescado. Ante la negativa el Señor les dice que lancen la red a la derecha de la barca y logran una pesca milagrosa que les hace abrir los sentidos y reconocer que es Jesús Resucitado. Hay un dato curioso, Pedro, al oír que era el Señor, se da cuenta que está desnudo, se coloca la túnica y se lanza al agua. El relato sigue diciendo que Jesús les esperó en tierra con un pescado en las brazas con pan. Y les da de comer. Esta tercera aparición tiene un simbolismo muy grande porque además de indicar que el Señor siempre está presente, especialmente en nuestras faenas ordinarias, nos indica que él siempre está dispuesto a darnos su alimento, a no dejarnos desfallecer por el hambre de su palabra y de su gracia. Su presencia resucitada es alimento para nuestro ser, es pan para nuestra alma, y es la fuerza que nos impulsa a dar testimonio de su resurrección ante el mundo que nos toca en nuestros vivir.

El evangelio tiene una segunda parte que se da después que comieron los apóstoles, y es lo que se ha denominado la restauración de Pedro, o la confirmación de su primado y su misión. Recordemos que Jesús le dijo a Pedro, la noche de la última cena, que antes que el gallo cantara dos veces, él lo habría negado tres. Y sucedió como lo había dicho el Señor. Pedro lloró amargamente y se arrepintió de su debilidad. Pero no había sido restituido. Estaba manchado, desnudo a los ojos de Dios, como Adán después de su pecado. Ahora comprendemos porqué el evangelista Juan, cuando estaban en la barca dice que Pedro estaba desnudo y que se colocó la túnica para echarse al agua e ir donde el Señor. La desnudez de Pedro no era una desnudez física, sino la desnudez espiritual de quien cayó en el pecado. Y como tres fueron las negaciones, Jesús tres veces le pregunta si lo quiere, si lo ama. Pedro con su sinceridad profunda lo confirma y se entristece porque tres veces le pregunta. Pero Jesús, grande en misericordia le ofrece el perdón y le confirma como pastor del rebaño: apacienta mis ovejas. Pedro sigue siendo hoy, en nuestros días como Papa, quien nos guía hacia el Señor Jesús.

En este tercer domingo de pascua te invito a que intensifiques tu oración al Señor para que te siga aumentando la fe en su resurrección, y a que también siga dando fortaleza a nuestro Papa, el Pedro de hoy para que siga guiando con celo el rebaño del Señor hacia los pastos eternos del Cielo.