Fiesta de Santa Teresa de Jesús

15 de octubre
Parroquia San Judas Tadeo

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Queridos sacerdotes, diáconos, diáconos permanentes, religiosas, religiosos, seminaristas, pueblo fiel,  que están todos presentes para celebrar esta fiesta de Santa Teresa de Jesús. 

Nos reunimos hoy para reafirmar algo que es tan especial y tan fundamental para nuestra vida: si queremos dar frutos y frutos en abundancia, tenemos que permanecer en El. Este permanecer en El implica y está sostenido por un acto de fe; si uno tiene fe en El y lo reconoce a El como el primero y principal, como el Señor de su vida y de su historia, donde realmente todo proviene de Dios y todo vuelve a El, donde si Dios está hay vida y donde si Dios no está hay muerte, si nosotros creemos en El y afirmamos esto, tenemos que poner un acto de nuestra propia vida, de nuestra libertad y arbitrio, que es la voluntad. La voluntad de permanecer en El cueste lo que cueste, tenga ganas o no tenga ganas, haga frío o haga calor, con sufrimientos, éxitos o fracasos, haya límites, desánimos, incomprensión, calumnias, persecuciones, sea lo que sea tenemos que hacernos la pregunta interior, si estamos convencidos hoy, en este día, de permanecer en El.  

Es fácil hacer referencia a los santos. Es fácil honrar a Santa Teresa, pero ¡las que pasó!, ¡cómo sufrió!, ¡cuánta incomprensión!, ¡cuántas cosas tuvo que padecer y sin embargo ella fue fiel al Señor, a la Iglesia y al Evangelio! Por eso esta mujer tiene historia en nuestro pueblo y en nuestros pueblos. ¡Estos son los grandes! Los que han sabido amar y jugarse por el Señor, por entero. Por eso, después de tantos años, seguimos honrando el nombre de Teresa de Jesús. 

Creo que también hoy, nosotros como Iglesia diocesana tenemos que ponernos en las manos del Señor para seguirlo más de cerca y para permanecer en El. Permanecer en El no son palabras, no son frases, sino son actitudes. La actitud del discípulo que lo que dice, lo hace y lo que hace lo dice y confía en el Señor: ¿a dónde vamos a ir si Tú tienes palabra de vida eterna? 

Como Iglesia diocesana si queremos ser un solo corazón una sola alma; si queremos que nuestras comunidades den frutos; si queremos que nuestra vida sea brillante; si queremos que nuestras comunidades sean creativas, abiertas, comunicadas, acogedoras de los demás, una comunidad, una Iglesia de puertas abiertas, que sabe dar razones de su fe, que sabe vencer el mal a fuerza de bien, que vive las cosas profundas, que no se escapa de la vida, que no se refugia en las cosas religiosas, sino que por la fe es capaz de dar motivo y respuestas  a todas las realidades que tiene que vivir, esta Iglesia tiene que seguir caminando y dando gracias a Dios para vivir con fecundidad en la medida que el Señor se nuestro compañero de viaje y esté siempre presente en todas nuestras actitudes, en nuestros comportamientos y en nuestra vida.  

Esa es la pregunta y esta es la respuesta que le queremos dar al Señor. 

La Iglesia tiene cosas que decir. Los demás quizás no se dan cuenta. Los medios, mucho menos. Algunos quisieran acallarla. ¡Cómo saben hablar de la Iglesia cuando les conviene y cuando saben crear dudas y divisiones! Pero cuando una manifestación de fe, de más de un millón de personas que fueron a Luján la semana pasada y que tanta gente de nuestras comunidades participó, muy poca difusión, muy pocos comentarios. ¿Y eso que quiere decir? Quiere decir que hay discriminación y selección de noticias. Y que nosotros, los cristianos, tenemos que darnos cuenta cómo vamos a vivir en todo este tiempo y de qué manera vamos a responder. ¿Qué quiero decir con esto? Creo que nuestra Nación, nuestra Iglesia, hoy más que nunca, tiene que reconocer la primacía de Dios. Si no lo reconocemos a Dios como el primero y principal y no le damos lugar en nuestra vida, vamos a excluir a Dios. Y excluyendo a Dios, vamos a quedarnos en mitad de camino para la Nación y para la Iglesia , para la Iglesia y para la Nación , hoy más que nunca si queremos comunicar vida, verdades y valores, lo tenemos que hacer permaneciendo en el Señor. 

Vamos a pedir a Santa Teresa, ya que queremos ser discípulos, y queremos ser misioneros, y queremos vivir una Iglesia fecunda, fuerte, con entusiasmo, que nos ayude a andar en espíritu y en verdad. Que nos ayude a seguirlo a Jesús más de cerca. Que ningún obstáculo ni personal, ni eclesial, ni social, impida seguir a Jesucristo. Y que nadie encuentre motivos para justificarse ante no seguirlo al Señor. 

Santa Teresa nos enseña que, ante las palabras, las obras son las que corroboran las palabras. “Obras son amores y no buenas razones”, por lo tanto que cada uno salga de aquí convencido de querer ser discípulo de Jesús; cada uno salga de aquí convencido que lo más importante en su vida y lo que le pasa es Dios; y cada uno salga de aquí convencido que si se quiere vivir como cristiano y como convertido, tendrá que dar razones hoy y siempre en espíritu y en verdad del Señor de la Vida y de la Historia. 

Como Iglesia diocesana tenemos que vivir intensamente estos desafíos. Pero estas preguntas que nos tenemos que hacer reclaman y exigen, de nuestra parte personal, respuesta. 

Pidamos a Santa Teresa que nos ayude a enriquecer espiritualmente a la Iglesia.

A  enriquecerla con transparencia,

A enriquecerla con alegría.

A enriquecerla con entusiasmo.

A enriquecerla con la bondad.

A enriquecerla con la fidelidad

A enriquecerla con la entrega.

A enriquecerla con ese amor a Jesucristo, y Jesucristo el crucificado.  

Si nosotros vivimos así, nuestras comunidades serán  muy fecundas porque están diciendo que permanecemos con El; y porque permanecemos en El sentaremos frutos y frutos en abundancia. 

Se los deseo como Iglesia, y que nadie ponga la excusa de que no puede, porque con El todo los podemos en Aquel que nos reconforta. 

Que así sea.