XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Evangelio según San Lucas 21, 5-19

Los signos precursores del fin  

El texto del Evangelio de este domingo, suena apocalíptico. Sin embargo siempre estamos entre luces y sombras, y en este período, en estos 21 siglos la Iglesia siempre tuvo que dar razones de su fe, fue perseguida, fueron suprimidos, matados, tanta gente, por tanto regímenes que no han soportado la verdad. La historia de la Iglesia está llena de mártires. Nosotros no hacemos demasiada propaganda de estas cosas pero, ciertamente, ¡cuánta gente ha muerto por Jesucristo, por la Iglesia y por la defensa de los hombres!

 

Nuestra vida en el Señor es fácil, pero complicada en el desarrollo cotidiano. Si queremos ser cristianos, y buenas personas, vamos a sufrir las contrariedades, las contradicciones, los embates, las persecuciones, las incomprensiones y tantas otras cosas que, a cada uno de los testigos, le va a pasar. ¡No hay que asustarse! Si le pasó al Maestro ¿por qué no nos va a pasar a nosotros? Fijémonos que la salvación no es mágica porque reclama siempre una respuesta responsable de cada uno y esa respuesta es una conquista.

 

Nuestra vida, y la vida de la Gracia, es un don pero es una conquista nuestra.

Es una Gracia pero también es un trabajo nuestro.

Es un amor gratuito, pero también crea responsabilidad.

Es un amor universal, que viene para todos incluso los enemigos.

 

¡Cuántas veces uno se calla la boca, por respeto, o por amor, o por misericordia, o por comprensión, frente a aquellas agresiones tan soeces, tan mentirosas y hasta calumniosas que tiene que sufrir por el Reino y por el Señor!

 

En esta situación es el Espíritu Santo que mueve a la Iglesia y nos mueve también a nosotros que somos Iglesia. Y nos mueve a dar testimonio.

Nos mueve para liberarnos.

Nos mueve para la cultura, para los comportamientos, para las acciones, para la vida social, familiar, eclesial.

 

Decía muy bien Pablo VI, en el documento sobre la evangelización, no se trata solamente de predicar el Evangelio en zonas geográficas cada vez más vastas, con poblaciones cada vez más numerosas, sino de alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras, y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación. Cultura de vida, cultura de muerte.

 

Seguir a Cristo es ser discípulos y misioneros en un mundo que se ha quebrado, fragmentado y dividido, y allí tenemos que volver a recuperar el sentido de Dios en nuestra vida. Desde Dios el sentido y dar sentido a cada cosa, ofreciendo el sentido para con los demás. Esa es la tarea del discípulo y del misionero, esto lo dicen los obispos en Aparecida.

 

Que vivamos este tiempo, tan fuerte, en el Espíritu para discernir y sobre todo para ser constantes y para perseverar en la prueba, pero para ser fiel en el Señor.

 

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.