II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

San Lucas 2, 1-11: Las Bodas de Caná

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Evangelio según San Lucas 2, 1-11

 

Las Bodas de Caná:

 

¡Que hermoso este Evangelio de San Juan, donde nos presenta el inicio de la misión de Jesús! Aquí Jesús se hace público, se manifiesta. Y en este inicio temporal, por así decirlo, de la misión de Cristo, está presente la Virgen. Es una delicadeza de Dios, una ternura de Dios.

 

Cómo Dios toma a esta mujer para ser la Madre de su Hijo;

Cómo Dios toma a esta mujer para dar inicio a su obra;

Cómo Dios tiene presente a esta mujer cuando el Hijo se ofrece en la cruz;

Cómo Dios tiene a esta mujer cuando recibe la fuerza del Espíritu Santo en Pentecostés.

 

La presencia virginal de María, es una presencia singular, ¡es muy importante! Y ella tiene los aspectos muy claros: el amor de Dios en Jesús muestra también un amor de providencia. Aquí, en el detalle de una fiesta, no había vino y es ahí que el amor providente hace que esa agua se transforme en vino; ¡y no cualquier vino, sino en vino de muy buena calidad!

 

Porque Dios, cuando obra, siempre obra lo mejor y provoca lo mejor en cada uno de nosotros. Por eso la Virgen nos enseña algunas actitudes que remarco: la Virgen pide; la Virgen espera; la Virgen señala, indica, deja hacer, ama y cree.

 

Fijémonos en la presencia de la Virgen: en la Anunciación, ella recibe el anuncio; aquí Ella anuncia la potencia y el poder de Jesús. ¡Qué relación extraordinaria hay en este Evangelio!: Ella recibió -por medio del anuncio- la Palabra. Y Ella en este momento, en las Bodas de Caná, es la que anuncia el poder del Señor.

 

Por eso para la Iglesia Católica es tan querida la presencia de la Virgen, ¡tan extraordinariamente querida! Porque es querida tan extraordinariamente por el Señor, la Iglesia no agrega nada al amor de Dios en María.

 

Le pedimos hoy a la Virgen que transforme esas vidas opacas en vidas luminosas; esas vidas esclavas en vidas libres; esas vidas de mediocridad y egoísmo o superficialidad en vidas más concretas, más profundas, más íntegras, más sanas.

 

La fe tiene que llevarnos a enaltecer nuestra calidad de vida humana; la fe tiene que hacernos mostrar signos concretos para decir que nosotros hemos entendido el mensaje, que hemos recibido el anuncio y lo comunicamos a los demás.

 

Que la presencia de Dios, por medio de la Virgen, transforme nuestras vidas en vidas dignas, en vidas apostólicas, en vidas abiertas, creativas, imaginativas, vidas audaces que se muevan en la caridad y la misión.

 

Les dejo mi bendición y que la Virgen hoy no ayude a ver, por medio de la fe, el milagro del Señor.