V Domingo de Cuaresma, Ciclo C

San Juan 8, 1-11: La mujer adúltera

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Evangelio según San Juan 8, 1-11

 

Queridos hermanos

 

Estamos en el último Domingo de Cuaresma. El próximo, con el Domingo de Ramos, comenzamos la Semana Santa, la semana mayor de nuestra fe. Vamos a prepararnos bien para escuchar la Palabra de Dios con mayor atención.

 

Evangelio de hoy: la mujer adúltera

 

¡Si pudiéramos entender este mensaje! La actitud farisaica acusa, condena, critica, señala, se endurece por la ley. Y Cristo no va en contra de la ley pero la supera ampliamente, ¿con qué?, con la misericordia, con la ternura, con el perdón. Sabe que uno puede equivocarse en la vida, pero Dios tiene misericordia y perdona si uno está realmente arrepentido.

 

¿Y qué dice? ¿Yo te perdono y seguí haciendo macanas? ¿Yo te perdono y seguí siendo injusto? ¡No! “Te perdono, pero no peques más.” Es decir: cambia de conducta, cambia de vida, cambia de actitud. ¡No te condeno, pero no sigas haciendo lo mismo!

 

¡Cambia! Pero cambia con la fuerza de la ternura, de la persuasión, de la misericordia, del amor, de la Gracia, de la proposición. Dios no impone, Dios propone. ¡Qué hermoso decir que el amor de Dios seduce, conquista, se enamora de nosotros, y quiere que uno se enamore de Dios!

 

Tengamos en claro esto, porque a veces somos tan duros con los demás. Como el catón que señala con el dedo a todos: ¿y yo qué? Esto es clarísimo, Jesús dice “el que no tenga pecados que tire la primera piedra”, y se fueron todos empezando por los mayores.

 

También hay otra cosa: ¡porque yo me porto mal, justifico que los demás hagan lo mismo! ¡NO!, no hay que justificar porque la medida de las acciones de los demás no es la medida de uno.

 

Supongamos este ejemplo: el papá y su hijo; el papá cuando era chiquito mentía, hoy viene el hijo y le miente al papá. El papá dice “como yo mentía cuando era chico, no voy a corregir a mi hijo porque yo a su edad hacía lo mismo” ¡NO! ¡Falso! El padre tiene que corregirlo porque la medida de la verdad no es que el papá cuando era chico mentía o no; la medida del chico es la verdad y él tiene que aprender la verdad y no justificarse diciendo “mi papá también mentía”.

 

Y así bajarlo a todas las realidades de nuestra vida. La verdad es la que nos tiene que llevar a nosotros. Y la misericordia.

 

Pidámosle al Señor entender el Evangelio en este tiempo de Gracia, de conversión, de la Cuaresma y que, en adelante -habiéndonos arrepentido- no pequemos más.

 

Les dejo mi bendición.