II Domingo de Cuaresma, Ciclo C

San Lucas 9, 28-36: La Transfiguración de Jesús

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Evangelio según San Lucas 13, 1- 9

 

Evangelio de hoy: Exhortación a la conversión

 

¡Qué enseñanza tan profunda nos da la palabra de Dios!

En primer lugar, la necesidad de la vigilancia y la necesidad de la lectura de los signos de los tiempos. ¡Tenemos que saber interpretar! Hay un tiempo de la paciencia divina: siempre; y también hay que tener un tiempo de espera y de vigilancia, que es el tiempo de la conversión.

 

Ahora bien. Las cosas suceden. Nadie puede decir que suceden porque es un “castigo divino”. Un accidente, un micro que choca, el incendio de una casa, un atentado: cosas que pasan, por la naturaleza o por la debilidad o irresponsabilidad de las personas. Las cosas pasan.

 

Yo no sé por qué pasan. Pero sí, lo que uno sabe, es que hay que encontrarle un sentido; y lo tenemos que encontrar todos.

 

Hay que estar contento cuando uno está sano. ¿Y cuando uno está enfermo? Hay que darle sentido ala enfermedad. Así es todo. Las cosas pasan. Y no pasan porque somos más buenos o más malos. Porque si pasaran así, Dios sería injusto. No pasan porque uno es más bueno o más malo: las cosas pasan.

 

Pero sí, como creyentes, como personas de fe, tenemos que descubrir el sentido y dar una orientación a eso que nos esta sucediendo o aconteciendo.

 

En segundo lugar, uno puede afirmar esto: las cosas que pasan también nos sirven para estar más atentos; o nos sirven para la conversión. Siempre hay que mirar el lado positivo.

 

Supongamos que recibimos una injusticia, o una calumnia, o recibimos a alguien que nos traiciona -¡y cómo duelen la traición, la calumnia, la mentira, la persecución!- y uno no es merecedor de todas esas cosas, pero tiene que ofrecerlo por los demás e incluso por aquel que materialmente está ejecutando esa acción negativa.

 

También es cierto que uno no tiene que olvidarse cómo sufre ante la incomprensión; cómo uno sufre ante la calumnia; cómo uno sufre ante la persecución. Bueno, no persigamos, no calumniemos y no seamos injustos con los demás. Las cosas que pasan; pasan no porque seamos ni malos ni buenos; pero si pasan hay que vivirlas y descubrirle el sentido.

 

En tercer lugar, también hay que vivirlo para una purificación, para una conversión y para que uno pueda encontrar el sentido de Dios.

 

La paciencia de Dios es infinita, porque Dios tiene misericordia sobre nosotros. Veamos el ejemplo del Evangelio: esa higuera que no daba frutos y había que arrancarla. La impaciencia del hombre hay que relacionarla con la paciencia de Dios. Nosotros somos impacientes y Dios nos tiene paciencia.

 

Pero si Dios te tiene paciencia, a vos, a mí, cómo no vamos a tener paciencia para con los demás.

 

La paciencia es la virtud de la misericordia y es la fuerza del amor que la impulsa. Y cuando uno tiene amor y misericordia, tiene paciencia y siempre busca el bien.

 

La iglesia, la comunidad, cada uno de nosotros, tenemos que ayudar al que se desvió, al que está equivocado, al que se apartó; no condenarlo pero sí ayudarlo a que vuelva a encontrarse y encontrar a Dios.

 

Les dejo mi bendición