I Domingo de Adviento, Ciclo A

San Mateo 24, 37–44: La vigilancia y la fidelidad

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Evangelio según San Mateo  24, 37 – 44

 

En este primer domingo de Adviento, iniciamos el tiempo de preparación a la segunda venida de Jesucristo. Cambiamos de tiempo litúrgico y comenzamos el ciclo A y leemos el Evangelio de San Mateo.

El próximo 8 de diciembre, es la Solemnidad de la Inmaculada Virgen María. ¡Cuántos de nosotros tomamos la Primera Comunión ese día!, ¿verdad? Recordemos a nuestra Madre y ese día tan importante de nuestro encuentro con Jesús Eucaristía.

 

La vigilancia y la fidelidad

 

La Palabra de Dios, como siempre, es tan clara, tan especial y en este tiempo de Adviento todos tenemos que prepararnos para la segunda venida en su Gloria y más adelante prepararnos para la venida en la carne, en Navidad.

 

¿Qué significa estar preparados, discernir, vigilar, estar atentos? ¿Y por qué tenemos que tener esas actitudes? Porque la persona humana, nosotros, somos peregrinos, caminantes, que siempre buscamos a Dios. Pero resulta que en ese caminar, a veces nos cansamos, nos fatigamos, nos desanimamos, nos entristecemos ante las adversidades de los demás, ante las contradicciones de los otros, ante las dificultades que podamos tener en nuestra propia vida, en nuestra familia, ante tantas injusticias que uno a veces experimenta, padece y sufre, uno puede cansarse, deja de luchar, tira la toalla, no lucha más y se desanima.

 

Yo creo que la Palabra de Dios nos viene a todos y nos dice ¡ánimo!, ¡a despertarse!, ¡abrir los ojos del corazón, de la fe!, ¡tenemos que levantar nuestras cabezas porque se acerca la liberación! ¡Viene el Señor! Tenemos que ponernos en esa actitud de penitencia, de camino y conversión.

 

Alguno podrá preguntarme ¿siempre la Iglesia habla de conversión? Y, es la vida. Cuando uno ama a Dios nunca queda igual y tiene que seguir buscando para amar más y mejor. Y cuando uno ama a la gente, sí, la sigue amando, pero tiene que perfeccionarse y amar mejor a los demás. Y así en cada cosa de la vida humana, de la vida cristiana, todos tenemos que hacer un proceso de trabajo, de crecimiento, de desarrollo.

 

¡Tenemos que despertarnos, estar atentos, tomar la decisión y pedirle al Señor pasar por la conversión!

Conversión humana, del corazón, de la vida sicológica, de las actitudes morales, de los comportamientos sociales,

Conversión en el trato con la familia, en los lugares que ocupamos.

Conversión en la Iglesia. Conversión pastoral.

Aparecida nos sigue hablando y nos dice que tenemos que ser discípulos y misioneros. Y el discípulo siempre tiene que ser discípulo para poder ser misionero, ya que nadie podrá transmitir o comunicar la misión si ante son pasa por la experiencia del encuentro con el Señor y la conversión. Es así.

 

La vida tenemos que vivirla con entusiasmo y decisión. ¡Y también hay que verificar! ¡No basta vivir, no hay que “durar” para vivir! ¡Hay que saber vivir! Verificar es ver cómo uno va andando; así como cuando uno tiene un auto y en un tiempo determinado tiene que verificar el motor para ver si puede seguir andando, así mismo debemos verificar nuestra vida para saber cómo estamos andando, como personas y como cristianos.

 

¡No basta conocer!

¡Hay que obrar!

¡No basta decir “somos cristianos”!

¡Tenemos que ser buenos cristianos!

¡No basta decir “soy una persona”!

¡Tenemos que ser buenas personas!

 

Le pedimos al Señor estar atentos, intensificar la oración, darnos cuenta que podemos cambiar y poner en práctica todo lo que hoy reconocemos. El que reconoce algo que está mal, lo puede cambiar. El que niega, tontamente, algo que está mal, jamás podrá experimentar un cambio. Se los deseo, y me lo deseo, en este tiempo especial de Adviento.

 

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén