Fiesta del Bautismo del Señor, Ciclo A.
San Mateo 3, 13-17:
Aprendamos del Bautismo de Cristo

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Evangelio según San Mateo 3, 13-17

 

Aprendamos del Bautismo de Cristo

 

Juan bautizaba con agua, pero Jesús viene a bautizar con el fuego del Espíritu Santo. Vemos cómo nos enseña el Señor: Él, siendo Dios, es enviado por el Padre para cumplir una misión; Cristo viene a salvarnos, a redimirnos, a dar su vida en rescate por todos nosotros. Sigue los pasos de Aquél que lo envía. Cristo es el enviado pero es el Padre quien lo envía.

 

Cristo nos enseña que viene a hacer la voluntad del Padre. Va a hacer su propia voluntad en la voluntad del Padre. El Padre envía, Cristo es enviado, corroborado y confirmado por la presencia del Espíritu. ¡Dios se complace en su Hijo!

 

Este bautismo del Señor, del que realmente no tiene necesidad porque no tiene pecado, es el inicio de su predicación pública. A partir de este momento el Señor empieza a darnos su doctrina, a darnos su enseñanza, a llamar a sus apóstoles y va a cumplir e instaurar el Reino de Dios.

 

Es importante darnos cuenta que Cristo, enviado por el Padre, es el verdadero Profeta que nos anuncia el Misterio de la Salvación. Es el verdadero sacerdote, porque une y supera todos los demás sacrificios en un único y solo sacrificio: su entrega redentora para todos nosotros. Es eterno y sumo sacerdote, es verdadero sacerdote.

 

Y es Rey porque se pertenece, porque no es esclavo y porque es el esperado de Israel y el esperado de todos los pueblos. Pidamos a Dios darnos cuenta de todo lo que significa que Él es el enviado y a la vez quien nos ofrece el testimonio a los hombres.

 

Pero el testimonio es de Dios Padre cuando dice: “¡este es mi Hijo en quien tengo puesta toda mi predilección!”. Es realmente el Señor a través del conocimiento que Dios le da en la parte humana. También lo lleva a dar testimonio, de lo que acontece, a los demás.

 

Aquí hay una actitud práctica en la que es muy importante ubicarse: todos los que pertenecemos a la Iglesia, al pueblo santo de Dios, somos llamados, convocados, somos sus discípulos, a la vez enviados y misioneros, pero el único protagonista es el Señor. Nosotros somos sus colaboradores.

 

¡Cuántas veces vemos personas en la Iglesia que se pelean haciendo alarde de un protagonismo que no deben esgrimir! Porque el principal es Cristo, el Señor. Los demás somos colaboradores. Estamos bien cuando somos colaboradores, y estamos mal cuando nos apropiamos, “hacemos teatro”, del mensaje que debemos anunciar, que no es nuestro y del que a la vez debemos ser discípulos.

 

¡Discípulos y Misioneros! Pero el discípulo que se prepara para ser misionero o para ser maestro, si quiere ser tal maestro o tal misionero, deberá ser siempre discípulo. En esa capacidad y aptitud de aprender, de ser humilde, de recibir las enseñanzas de Dios, de vivir en la verdad, de saber que uno es el segundo porque el primero es el Señor. Aprendamos del Bautismo de Cristo y que Dios pueda también decir de nosotros “¡ustedes son mis hijitos y en ustedes también me complazco!”

 

Cristo vivió, fue y sigue siendo totalmente fiel a la voluntad del Padre. Si también nosotros, en este aquí y ahora, somos fieles a la voluntad del Padre, agradaremos a Dios y Él estará contento con nosotros y nosotros estaremos contentos al anunciarlo a los demás.

 

Hay una sola tristeza en el mundo: la de no ser santos.

Cuando hacemos la voluntad de Dios, estamos en camino a la santidad.

Cuando no lo hacemos estamos en camino hacia la perdición.

 

Que el Bautismo del Señor nos de fuerzas para valorar nuestro propio bautismo, nuestra ubicación en la Iglesia y en el mundo. Porque El es el primero y principal.

 

Que Dios los bendiga a todos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.