IV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A.
San Mateo 4, 25 – 5, 12: Las Bienaventuranzas

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Evangelio según San Mateo 4, 25 – 5, 12

 

Evangelio: Las Bienaventuranzas

 

Las bienaventuranzas son las actitudes que todo cristiano, todo creyente, debe tener para poder estar más cerca del Señor. Pero estas descripciones que hace Jesús no son solamente sociológicas, es otra actitud: la del espíritu, la de un corazón pobre. Pero un corazón pobre que no se encierra en la condición social. Un corazón pobre que, dentro de su realidad de pobreza, se abre y busca a Dios. Aquí está el secreto.

 

En la vida hay sufrimientos que no son abstractos, son bien concretos. Y creo que cada uno de nosotros puede estar representado, descrito, en alguna de estas realidades. Pero ellas, en el reconocimiento de la necesidad, tienen que hacernos recurrir y abrirnos a la intervención de Dios.

 

Esto es muy importante porque las cosas no son “porque sí” y nada más. Suceden, acontecen, porque tienen un sentido. Y el sentido hay que descubrirlo pero también hay que buscarlo y ofrecerlo.

 

Cada una de estas descripciones son extraordinarias: tener alma de pobre, las aflicciones, los que son pacientes, los que tienen hambre y sed de justicia, los que son perjudicados, a los que se les miente, a los que se engaña ¡qué cosa terrible!

 

Los misericordiosos, los que tienen el corazón puro, los que trabajan por la paz, por la familia, como decía el Papa en su mensaje de este año, y también los que son perseguidos por practicar la justicia y por su Nombre.

 

Pidamos al Señor tener el espíritu de las Bienaventuranzas. Porque quien tiene este espíritu ya ha entendido lo que significa la presencia y la cercanía del Reino. No hay que provocar estas cosas, vienen solas. Pero cuando vengan hay que saber ofrecerlas, saber incorporarlas y saber vivirlas.

 

Pidamos al Señor esta actitud de pobreza interior, que es de humildad, de sabiduría y de búsqueda. Este es un estado no en el cual ya hemos llegado, sino al que tenemos que llegar. Pidamos tener este espíritu de bienaventuranza, en estos días, para que él nos pueda ayudar a vivir en paz, dando testimonio, rezando, con una voluntad firme y fuerte, que nos ayude a renunciar para ser más libres.

 

El Señor es el único necesario, y todo lo demás es todo lo demás.

Un valor profético en nuestra vida.

Un valor abierto a lo divino.

Y un valor que sabe renunciar para adquirir, conservar y vivir en la libertad.

Pidamos este espíritu para que sepamos discernir en las cosas de este mundo.

 

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.