I Domingo de Cuaresma, Ciclo A.
San Mateo 4, 1-11: Las tentaciones de Jesús en el desierto

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Evangelio según San Mateo 4, 1-11 

 

Evangelio: las tentaciones de Jesús en el desierto

 

¡Es tan fuerte, y tan complicado, la tentación que permite recibir el Señor en el desierto!, que nos lleva, en primer lugar, a esta reflexión: iniciamos el tiempo de Cuaresma que no es una cosa más. Es algo muy importante. Es un tiempo que Dios nos permite vivir de gracia, de búsqueda y de conversión.

 

A veces uno quiere resolver las cosas materialmente pero para no entrar en el misterio, y dice “ah, bueno en Cuaresma tengo que hacer un sacrificio; el miércoles de ceniza tengo que hacer ayuno, el viernes santo no puedo comer carne; y entonces tendré que ir un poquito mas a la iglesia a rezar.” ¡No es ese el espíritu! ¡Es mucho mas que eso; es ponerse en camino, es reconocer que somos pecadores y que somos frágiles! Y es reconocer que Dios nos da la gracia para volver a Él.

 

¡Si! Volver a Él para tener un corazón puro.

Un corazón firme.

Un corazón resuelto, lleno de convicciones.

Un corazón atento a la caridad, al servicio,  a la verdad, a la libertad, a la justicia.

¡La Cuaresma  se vive o no se vive, y se inicia ahora y hay que vivirlo, hay que tomarlo en serio!

¡Mi  vida está en juego, no están las cosas sino la vida!

 

Por eso es muy importante entender el espíritu. Y para poder entender el espíritu de Cuaresma tenemos que tener espíritu de oración, de escucha al Señor, tenemos que escuchar más al Señor y tomar muy en serio recuperar el sentido penitencial,  para no recibir en vano la gracia de Dios. Que el Señor nos de fuerzas.

 

El tema del demonio, que quiere tentar al Señor bajo esta triple insinuación de la concupiscencia del poder, de la gloria y de la fama, es ridículo. El Señor no permite que en su naturaleza divina, una criatura maléfica pueda tentarlo. Por eso a veces el demonio es ridículo por las cosas que ofrece.

Pero la parte humana se va metiendo y es importante saber que la tentación que todos pasamos en la vida, está basada en la mentira bajo apariencia de bien. Porque cualquiera que peca hace una apariencia de bien que le agrada a los sentidos, que lo engaña, que miente, lo hace escapar de sus realidades, de sus proyectos. La mentira nos propone algo bajo apariencia de bien y ¡cómo uno tiene que tener lucidez para no entrar en la tentación!

 

La lucidez es primero darse cuenta y responder rápidamente.

No se dialoga con la mentira.

No se juega con la mentira.

Hay que saber cortar, saber irse.

Hay que saber definir las cosas antes, para  que después no sea demasiado tarde.

Y así, bajo apariencia de bien, la mentira nos lleva, el pecado nos lleva, al vacío, a la desilusión, a la soledad, a la nada.

 

Pidámosle al Señor que, desde nuestra condición humana, mirándolo a Él, sepamos que la tentación existe pero que nunca será más fuerte que el bien y así ninguno de nosotros va a ser tentado más que sus fuerzas.

 

Por lo tanto: la humildad de recurrir a él, la oración, los sacramentos, la prontitud de los sacramentos, que en este tiempo de Cuaresma, tengamos la dicha de estar convencidos de buscar y de hacer la voluntad de Dios, que es  lo mejor que Dios nos propone y lo mejor para nosotros.

Porque quien no peca es más hombre.

Quien vive en gracia es más libre.

Quien vive del espíritu esta más dispuesto para su reino.

 

Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.