II Domingo de Cuaresma, Ciclo A.
San Mateo 17, 1-9: Transfiguración de Nuestro Señor

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Evangelio según San Mateo 17, 1-9

 

El relato del Evangelio nos trae la Transfiguración de Nuestro Señor, donde Jesús lleva a los más íntimos de los Apóstoles: Pedro, Santiago y su hermano Juan; en presencia de ellos se transfigura y se le aparecen Moisés y Elías. El Antiguo Testamento, el Profeta, acompañando a Jesús para lo que ha de venir.

 

Como hecho concreto y teológico, tenemos que saber que en la Transfiguración del Señor es la misma VOZ que se hace escuchar cuando Jesús es bautizado por Juan: “este es mi Hijo muy amado en quien tengo puesta toda mi predilección”. Las mismas palabras donde los pasos son marcados claramente porque Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, viene a cumplir una misión, viene a hacer la voluntad del Padre. Y cómo esa voluntad del Padre, que es la entrega, el sacrificio y es la cruz que lo lleva a la Transfiguración, a la Resurrección, inevitablemente pasa por la cruz.

 

Nosotros, que somos sus discípulos, y que aceptamos la invitación del Maestro, tenemos que seguir sus pasos, sus huellas, tenemos que parecernos a El. Y todo esto será posible, a riesgo de que no sea una caricatura, de una pose externa, en la medida que el Señor esté presente en nuestra vida. Cuando el Amor de Dios esta presente en nuestra vida, nos va transformando para que busquemos y hagamos, en serio, su voluntad.

 

Doy un ejemplo: el sol, la luz, ilumina a las flores y esa flor, que tiene un color propio adquiere un colorido más especial, más pleno, porque la luz ilumina a esa flor. Y eso significa que la luz ilumina y la flor no es reflejo del sol pero recibe la fuerza de la luz del sol. Así es la gracia de Dios en nosotros. Nosotros no somos el sol, pero la gracia de Dios nos ilumina y nos transforma para vivir más y alcanzar la plenitud de humano, de hijo de Dios, de hermano, de cristiano.

 

Por eso, la presencia del Espíritu en nuestra vida tiene que darnos fuerza para vivir siempre la virtud del seguimiento, de la entrega y de ser llevados con El hasta las últimas consecuencias.

 

En esta Cuaresma, para recuperar el sentido del itinerario, del camino, pidamos a Dios que nos ayude a la conversión. Y que nos demos cuenta que, los momentos más importantes de nuestra vida se resuelven en el silencio, en la oración. Porque desde el silencio uno puede producir más.

 

Pidamos al Señor, entonces, tener esa actitud en esta Cuaresma, para que podamos vivir como transfigurados, como transformados, como potenciados para poder cumplir con la misión.

 

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.