Misa de inauguración del Instituto Diocesano de Formación “María Madre de la Iglesia ” / Catedral Avellaneda Lanús 25 de abril de 2008

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Queridos sacerdotes

Queridos religiosos y religiosas

Queridos laicos:

Estamos reunidos hoy aquí para celebrar esta Eucaristía dando gracias al Señor porque en ella nos deja, como herencia, su testamento, su presencia viva. La Eucaristía nos nutre, nos consuela, nos da fuerza para cumplir con la misión. Él ha sido enviado por el Padre y Él nos envía a nosotros para anunciar el mensaje a toda criatura.

En esta Catedral, sede del obispo, hoy damos comienzo al Instituto Diocesano de Formación “María Madre de la Iglesia ”. La formación es esencial, no sólo como alimento personal sino, y sobre todo, para saber dar razones de nuestra esperanza a nuestra gente. Tanto a los que están cerca como a los que se han alejado.

Con este espíritu nos vinculamos a lo que se hacía anteriormente, cosa que agradezco, y que hoy nos urge crear un nuevo espacio para dar respuesta a esta problemática. Sobre todo teniendo en cuenta que a desafíos nuevos debemos usar un lenguaje nuevo que responda “al aquí y al ahora” del tiempo que el Señor nos hace vivir. Por esta razón queremos dar cohesión a la formación, pues necesitamos alimentar las bocas espirituales y las necesidades de nuestros hermanos.

Las parroquias no pueden enseñar y formar unilateralmente, en un modo sólo parroquial, es necesario por lo tanto una formación integral. Aunar el esfuerzo donde muchos puedan recibir el alimento que se necesita en los tiempos que nos tocan vivir, no sólo para ser personas, para ser cristianos, sino también y fundamentalmente para testimoniar y dar signo de misión para nuestros hermanos.

Este acto, esta celebración, es algo muy serio, muy profundo que es la Iglesia que en su oficio de enseñar sigue preocupada para que nuestros hermanos y nuestros hijos tengan el suficiente alimento. Hoy más que nunca se hace imperiosa la necesidad de una formación más orgánica y más articulada para que pueda responder a los desafíos y a los retos que nos tocan vivir.

De allí que el ciclo básico, el ciclo especializado y el ciclo superior, son instancias para que, de alguna forma, nuestra gente en nuestras parroquias, en nuestras familias, en nuestras capillas, no tenga necesidad de ir a otro lado sino que aquí, en nuestra casa, puedan recibir lo que realmente quieren y necesitan. Toda enseñanza es una vocación y hay que recordar que quien nos llama es la Iglesia , es el Señor mismo y quien a ustedes escucha, a El escucha.

En este Instituto Diocesano de Formación varios de ustedes van a enseñar a comunicar, a transmitir, lo que el Señor quiere, lo que la Iglesia pide y lo que la gente necesita recibir. Por fidelidad a la doctrina, por fidelidad a la enseñanza, por fidelidad al magisterio, por fidelidad a las costumbres, todo lo que eso significa es recibir un don y obrar en consecuencia con diligencia, con fidelidad y con responsabilidad.

Decía muy bien el querido Papa Juan Pablo II que no solamente uno transmite la doctrina, la enseñanza, sino que tiene que hacerlo carne, hacerlo vida. Y yo traduzco esa afirmación de esta manera: el Instituto Diocesano de Formación no es una reunión de profesores sino de confesores. Uno porque cree confiesa lo que cree y confiesa lo que cree porque lo vive.

El llamado a cada uno de nosotros, y a cada uno de ustedes, es a vivir ese espíritu y esa confianza fraternal de tratarse cercanamente, de seguir el espíritu de la Iglesia que la Iglesia quiere llegar a todos. A los que están más cerca y a los que están más lejos porque la Iglesia existe para evangelizar. Y cada uno de nosotros tendría que decir “¡hay de mí si no evangelizara!”, ¡pobre de mí si no anunciara el Evangelio!, ¡pobre de mí si alguno de mis hermanos no conoce a Cristo a causa de mi pereza, de mi distracción, de mi inoperancia o de mi superficialidad!

Queridos hermanos, este tiempo tan difícil, tan exigente, nos va pidiendo la plenitud de la vida y nos va pidiendo el testimonio, el martirio cotidiano que cada uno de nosotros tiene que vivir, comunicar y transmitir. Por eso, cada uno de ellos, los que pertenecen al Instituto Diocesano de Formación, van a hacer el juramento.

No es muy habitual participar de un juramento, pero ciertamente tiene su vigencia y su importancia porque todos nosotros, en la Iglesia , somos admitidos y recibimos un don, una vocación y una misión. Pero en la Iglesia se tiene que hablar y vivir de Iglesia. Todos nosotros tenemos que subir y ubicarnos en ese plano de la transmisión de lo que el Señor quiere y lo que la Iglesia exige. Entonces, como es algo público, como la enseñanza es algo pública, como la gracia también es algo pública, públicamente se hace el juramento. En la Iglesia no quedan las cosas privadas sino que son personales y siempre alcanzan y buscan el bien común que es decir lo público.

Es una gran alegría para mí, como Padre y Pastor, poder ser en este tiempo el que bendice la creación de este Instituto Diocesano de Formación. Porque tenemos que darnos cuenta que no queremos vivir solamente para el presente, tenemos que preparar el futuro. Y el futuro se lo prepara viviendo bien el presente y haciendo las cosas para que este presente pueda responder a las reales necesidades de la iglesia y de la sociedad.

Yo agradezco a los sacerdotes, a las religiosas, a los laicos, a cada uno de ustedes, el esfuerzo que esto significa y demanda; pero también les recuerdo que esto es parte de la convicción cristiana, de la vocación que han recibido a través del bautismo. Ciertamente el discípulo vive para ser signo y comunicar el Evangelio.

Decía muy bien el Papa Benedicto que no se puede ser un excelente misionero si primero uno no sabe ser un buen discípulo. El que escucha bien responde bien. Es importante que cada uno tenga esa actitud y capacidad de humildad. Necesitamos pedirle al Espíritu Santo la gracia para aquello que el Señor nos encomienda en el seno de la Iglesia , en el seno de la Iglesia sea también transmitido, comunicado y expandido.

Pedirle que simbólica pero realmente se abran las puertas de nuestro corazón; se iluminen los límites de nuestra mente para que todos tengamos esa capacidad, incluso poética y soñadora, de ser un solo corazón y una sola alma.


Iglesia de Avellaneda Lanús,

Tú que has recibido el don, dalo con generosidad.

Iglesia de Avellaneda Lanús,

Tú que has recibido la gracia, obra coherentemente

Iglesia de Avellaneda Lanús,

Forma a tus hijos porque si no los cuidas, otros los destruirán.

No podemos darnos el lujo de mirar para otro lado.

Es necesaria la formación.

Hay que dedicarle tiempo a ella.

Hay que tomar decisiones.

Hay que organizarse en la vida.

Hay que apagar el televisor.

Hay que tener mayor contacto con la Palabra de Dios.

Dedicarle más tiempo a la oración personal

Y a la oración comunitaria.

Queridos hermanos, tenemos que vivir en serio el ser cristiano,

Porque ser cristiano es cosas muy pero muy seria.

Le pedimos a la Virgen , ella que despeja las dificultades, las piedras en el camino, los obstáculos, que nos ayude a la disponibilidad. Esa disponibilidad de ser testigos como ella, pero ¿por qué fue testigo?, porque fue creyente.

¡Iglesia de Avellaneda Lanús!

¡Sigue siendo creyente para que puedas seguir siendo testigo!

Que Santa Teresa nos ayude para tener ese amor y esa pasión inclaudicable por el amor a la Iglesia.

Que así sea.