Misa de Exequias del P. Modesto González.
Capilla “Santísimo Sacramento” 25 de abril de 2008

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Querido Mons. Di Monte, queridos sacerdotes, religiosos y religiosas,

Querida familia del Padre Modesto, queridos miembros de la Compañía de San Pablo,

de la Obra Cardenal Ferrari, de la Fundación di Pasquo, de todas las comunidades aquí presentes:

 

Ciertamente, hoy uno no tiene una tristeza sin esperanza. Uno siempre ante la partida de un ser querido, está apenado, con dolor, pero tiene esperanza. Y sabemos muy bien que el Padre Modesto ha cumplido su tarea, ha cumplido con su vocación, ha sido encontrado maduro para encontrarse cara a cara y definitivamente con el Padre Creador de todos nosotros, con el Hijo Redentor y con el Espíritu Santo Santificador. Y también se encontrará con la Virgen , que es la Madre de Dios, y que también es nuestra Madre. Se encontrará con todos sus seres queridos, ya que en el Cielo no hay fronteras, no hay límites; todo está unido y sostenido en el amor y por el amor.

Por eso tenemos esperanza, porque despedimos hoy al Padre Modesto, un hombre cabal y un sacerdote cien por cien. Con sus 83 años, yendo a 84, era un hombre joven por el Espíritu. Un hombre que todavía tenía iniciativas, que seguía pensando cosas para la Iglesia , para los pobres, para continuar alabando y adorando al Señor.

Ustedes saben muy bien que era un poco terco, tozudo. En algún momento, el Padre quería quedarse todas las noches en adoración del Santísimo en esta Capilla. Y hubo que hacer un trabajo fino para convencerlo. Le dije: “Padre, tenés que descansar, tenés que dormir”. “Y bueno, yo me duermo delante del Señor, ¡qué más quiero!”, fue su respuesta. Finalmente logré que se quedara de lunes a viernes hasta las 12 de la noche. Y lo cumplió, porque también era muy obediente. ¡Qué juventud, qué lozanía, qué amor a Cristo, a la Eucaristía ! Un día me dijo: “Mi vida es quedarme, y a veces no puedo, delante del Señor, porque allí, delante del Señor Eucaristía, recibo la fuerza para hacer apostolado, recibo la fuerza para ser testigo, recibo la fuerza para seguir comunicando el Evangelio a los demás”. ¡Qué hombre joven! Y a veces uno encuentra a jóvenes viejos, y también uno encuentra a este viejo que es joven.

Por eso, hoy nosotros tenemos pena, pero estamos serenos porque ha sido un referente para nuestra Diócesis, uno de los grandes que ha partido y que ha llegado a la madurez.

El último día, cuando estaba internado en la clínica, pasé a la tarde, dos horas antes de su operación y le dije: “Vine a saludarte Padre, a darte una bendición”. Y nos dijimos muchas cosas, como de despedida, pero sin saberlo. Nos dijimos que nos queríamos y que nuestra Iglesia es muy buena. “En la Iglesia Diocesana hay gente santa” me ha dicho, y también que tenía que estar muy contento, por esta gente. Y yo le pedía que rezara por nuestra Iglesia, por los jóvenes, por nuestros sacerdotes jóvenes para que continúen con ese espíritu de fidelidad, de generosidad y de entrega que tanto bien hace a la Iglesia. Luego , le ofrezco darle la bendición e irme. Entonces, me responde: “No, Padre, te voy a pedir que me confieses”. Y lo confesé y le di la Absolución General. Y con mucha paz y con mucha alegría, el Padre Modesto recibió la Absolución del Obispo, del sacerdote, de Cristo. Después, paso lo que pasó.

Y esa misma tarde, cuando me iba de la clínica, parecía como si todo se iba comunicando. Estaba por salir cuando una señora me llamó: “Padre, ¿puede venir a bendecir a mi esposo?”. A cinco personas, en distintas camas y en distintas salas, he dado la bendición ese día, porque ellos se lo pedían al sacerdote. Yo pensé que esto era raro, por eso, cuando volví al Obispado, le comenté al sacerdote que estaba allí, en ese momento: “la verdad es que yo estoy sorprendido de esto que me pasó hoy en la clínica. Porque es habitual que me llamen por uno; pero luego por otro, otro y otro…”.

Creo que tenemos que seguir trabajando y que también hay que tener coraje y audacia para no durar en la vida, y mucho menos durar en la Iglesia , sino para trabajar por Cristo y por la Iglesia , y dar la vida por ella, como Cristo mismo lo hizo.

Realmente, todos nosotros tenemos que tomar el ejemplo del Padre Modesto, no para quedarnos solamente en el dolor, en la compunción, en esta fragilidad que se puede percibir; sino para sacar fuerza, para seguir a estos grandes, a este grande, que nos indicó el camino para seguir amando incondicionalmente a Dios, a Cristo y a la Iglesia.

El Padre no hablaba mal de nadie, a pesar de haber sufrido mucho por tantas cosas que algunos de ustedes bien conocen. Y sin embargo, el siempre perdonaba con su bondad, con la oración, en el Misterio. Por eso, nosotros nos damos cuenta de que se nos fue un grande. Y no caemos en la tentación superficial de decir, como muchos hacen cuando alguien muere, “a pesar de todo, ¡era tan bueno!”. Nosotros no lo decimos para quedar bien, sino para decir la verdad. Si no, evitaría decirlo. Estoy convencido de que fue un hombre realmente bueno y un sacerdote cabal.

Por eso, el Pueblo de Dios despide a un grande, porque cumplió, porque vivió en serio, porque no fue especulativo, en el sentido de que solo hablaba, sino que hablaba, hacía, creía y testimoniaba. Hoy nuestra Iglesia lo despide con esta fuerza, dolor y gratitud.

¡Gracias, Señor, porque nos lo prestaste! ¡Gracias, Señor por su familia, que siempre lo acompañó! ¡Gracias porque realmente, Tu, Señor, eres bendito y rico en misericordia!

Que cada uno, iluminado por la gracia del Espíritu Santo, tome fuerza y la incorpore en su vida personal. El Padre Modesto cumplió. Ahora me toca a mí cumplir, ahora nos toca a nosotros seguir cumpliendo, porque también hemos recibido la gracia para vivir en la plenitud. Nadie puede copiar a otro, pero sí puede imitarlo. Que cada uno sea capaz de seguir viviendo por la fe y el Espíritu, mediante la entrega y la generosidad.

Habría muchas otras palabras para decir; hoy no las encuentro porque las tengo en el corazón y no me gustaría extenderme más.

¡Gracias, querido Padre Modesto, por el testimonio de vida que nos diste!

Te pedimos, Señor, que nos sigas ayudando para que, como Iglesia, tengamos siempre una sola alma y un solo corazón, y que también nosotros podamos, cuando Tu lo dispongas, presentarnos ante tu Presencia con las manos llenas de las obras del Espíritu. Que la Virgen Madre nos ayude a dar testimonio, como el Padre Modesto nos lo dio.

Que así sea.

 

TESTAMENTO ESPIRITUAL DEL P. MODESTO GONZÁLEZ

 

Bendito sea Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ama tanto y que dio la vida por nosotros.

Doy gracias a Dios que me dio la existencia por medio de mis padres.

Todo se lo debo a la Iglesia que, por medio del Bautismo, me incorporó a la vida de la Gracia y me acompañó, como Madre que es, durante toda mi vida terrena.

Gracias por el regalo que me hizo Dios de ser Sacerdote.

Gracias a la Compañía de San Pablo que fue el instrumento de mi formación sacerdotal en la que permanezco.

Le doy gracias a Dios por la gente de las Parroquias que tuve a mi cargo: San José de los Obreros, Nuestra Señora del Rosario de Piñeyro, Catedral de Avellaneda y San Pablo Apóstol.

Desearía, sin merecerlo y si a nuestro Obispo le parece bien, ser sepultado en alguna de las iglesias mencionadas más arriba. El único motivo que me mueve a este deseo es que mi cuerpo esté en adoración, mirando y adorando la Presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en la Hostia Santa.

En cuanto a bienes materiales: no tengo nada, no dejo nada.

Pido perdón a los que en mi vida he ofendido.

Quiero y amo a todo los hombres, sin excepción de nadie.

Nos vemos en el Cielo, si la Misericordia de Dios lo quiere y María la Virgen Madre nos acompaña.

 

Avellaneda, 23 de abril de 2008

 

Firma: Modesto González

 

 

 

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