Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales
Catedral Nuestra Señora de la Asunción
Avellaneda Lanús, 4 de mayo de 2008

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

En esta celebración estamos todavía en tiempo de Pascua. Cristo vino con una intención muy concreta: no sólo se encarnó en el seno virginal de María, no sólo compartió su divinidad con nosotros al humanizarnos, él nos ha compartido el don de su divinidad, sino que también Cristo ha tomado el destino de toda la humanidad, el destino de todos los pueblos y de todos los tiempos. El cargó, libre y voluntariamente sobre sus espaldas, el pecado del mundo y en ese sacrificio muere por nosotros. En la cruz nos compra, en la cruz nos redime, en la cruz nos salva. La cruz es un lugar no de derrota sino de victoria, de triunfo, de gozo, de alegría y de paz.

 

Cristo resucitado, que se aparece a los apóstoles y a los discípulos, asciende al Padre y le entrega el Reino. Y Dios, en Cristo, nos cambia las presencias. Cambian los signos, físicamente no se lo ve, pero eso no quiere decir que no siga estando presente. El Señor está presente, invisible a los ojos humanos, pero visiblemente presente por los ojos de la fe. El Señor sigue estando con nosotros animándonos, iluminándonos, aconsejándonos, acompañándonos, purificándonos, para que podamos llegar, como llegó Él, Cristo nuestra cabeza.

 

A Cristo lo encontramos en la Palabra de Dios, en la Eucaristía, en todos los sacramentos que la Iglesia Católica nos ofrece en la persona de Cristo Jesús. El es quien bautiza, quien confirma, quien perdona, quien consagra, quien nos unge. ¡Siempre está presente y no hay que cansarse de esta presencia! Porque la presencia de Dios es para nosotros salvación de vida y consuelo para nuestra alma.

 

Esa presencia de Dios nos hace no distraernos y nos dice el Señor “Yo estaré con ustedes hasta el final de los tiempos”, pero cuidado hay que estar y Yo estaré ¡pero ustedes también tienen que estar y saber estar! No hay que durar en la Iglesia. No hay que durar en la vida ni en el mundo. Hay que saber estar, saber vivir y saber testimoniar.

 

¡Dar signos!

¡Ser sal!

¡Ser Luz!

¡Tener fuerza y entusiasmo!

 

La presencia de Cristo, que se va al cielo, nos hace tomar conciencia de nuestra vocación y de nuestra misión. ¡Tenemos una vocación y una misión que cada uno de nosotros tiene que cumplirla! Y si nos las cumple es porque no tiene fuerza en la convicción. Tenemos que estar ocupados, integrados y comprometidos para que el Señor pueda llegar a todos. Desde uno a otro lugar y hasta tal punto que la Iglesia, como Madre, sea capaz de cobijar a todos sus hijos, desde los primeros hasta los últimos, porque la Iglesia va a ser incompleta hasta que no estén todos sus hijos, ya que ella es la Madre, es la que nos cobija y es la que nos reúne.

 

Como hijos, nos tenemos que preguntar:

¿Cómo somos nosotros con nosotros mismos?;

¿Cómo somos con nuestros hermanos?

Nuestro comportamiento y actitudes ¿alegran o no a nuestra Madre?

¿Honran o la deshonran?

¿La sirven o nos servimos de ella?

Ese desafío, esa ambigüedad, está presente en cada uno de nosotros

 

El mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de las Comunicaciones dice: “Los medios en la encrucijada entre protagonismo y servicio. Buscar la Verdad para compartirla”, y expresa que los medios también tienen que pasar por el crisol de la actitud crítica. Son bienes públicos, son bienes personales, pero no cualquiera que tenga un micrófono puede decir cualquier cosa.

 

El Papa hace una referencia a la encíclica sobre la esperanza: toda la vida en la que nosotros vivimos, los que recibimos la comunicación, los que comunican, todos tenemos, en el fondo, una posible ambigüedad. Donde podemos formarnos y vivir para el bien o haciendo el mal. ¡Haciendo el bien o haciendo el mal! Comunicando la verdad y el bien o transformándola, negándola, inventándola, ideologizándola, creando así una  comunicación  bastante torcida y negativa.

 

Fijémonos en la influencia de los medios, que uno consume casi sin darse cuenta. El viaje del Papa a Estados Unidos fue muy fuerte e impactante. El Santo Padre trató todos los temas. Ya cuando salía de Roma habló de los temas importantes y delicados que afectaron y afectan a la Iglesia, al mundo y a la sociedad en Estados Unidos. Los trató todos.

 

Pienso que Estados Unidos quedó impactado por la presencia del Papa y también nosotros, a través de los medios de comunicación, los que pudimos observar o leer. Benedicto vuelve a Roma y al día siguiente se desliza otra noticia: “está enfermo el Papa”, ¡Zás! ¿Cambiaron el marco? ¿Cambiaron la situación? ¿Quisieron olvidarse de todo lo anterior, de lo importante? Y una noticia, que podría ser un chisme o no, llamó la atención y puso en tela de juicio su presencia. Eso es “cambiar la cancha” o como se dice vulgarmente “embarrar la cancha”, es decir que nadie pueda llegar a otra cosa.

 

Eso es un ejemplo instalado en la sociedad y el Papa lo dice muy bien: los medios tienen que volver a lo ético, que no significa ser buenitos y decir sólo palabras religiosas. ¡No! Hay que decir palabras humanas, palabras que tengan respeto por la persona, por la familia, por la sociedad y respeto por el bien común.

 

Todos tenemos que volver a la centralidad de la vida de los hombres, que es la persona humana. Cuando se la manipula, se la utiliza, se la ideologiza, si es de derecha o de izquierda, de arriba o de abajo, no estamos haciendo una buena comunicación.

 

Hoy en día nadie puede ignorar la influencia de los medios. Porque todos nos comunicamos por los medios. Inmediatamente. Pasa algo en Alaska  y uno ya está informado. Y muchas cosas pasan alrededor de nuestra ciudad o de nuestra diócesis, que nos informamos por la televisión o la radio y no los sabríamos de otra manera, aunque estamos a diez cuadras. Los medios influyen y deben influir, pero tienen que volver a la verdad, a la justicia, a la solidaridad y al servicio.

 

En esta Misa pedimos también para que ellos, que están en los medios tomen conciencia de su vocación, de su misión y de su responsabilidad. En su mensaje, el Papa dice muy bien: técnicamente uno puede hacer muchísimas cosas pero no es suficiente porque lo técnico no puede suplir, o postergar o estar por encima de la verdad, del orden, de la familia, de la sociedad, de la Iglesia y del mundo entero. Porque se puede hacer no significa que es lícito o que tenga verdad. Porque hay muchas cosas que se pueden hacer y no son lícitas, ni buenas, ni honestas, ni justas, ni son verdaderas.

 

Pidamos hoy tener capacidad de juicio sanamente crítico, que es distinto a lo “criticón”. Crítico significa “leer entre líneas”, saber “ver las cosas”, saber recepcionar las informaciones, saber qué cosa está detrás, a dónde nos quieren llevar, a dónde nos quieren conducir. No podemos ser pasivos en esta realidad que nos golpea tanto todos los días. ¿O acaso no nos damos cuenta? ¡Cuanta gente dice “es cierto, lo dijo la televisión”, “es cierto salió en el diario”, como si porque salió en el diario o lo dijo la televisión, ya fuera cierto. ¡Cuántas cosas nos tragamos, como tragando buzones de noticias, que no tienen verdad, que son falsas y que no tienen contenido!

 

La procacidad en las palabras.

La vulgaridad del lenguaje.

Las groserías que se dicen tantas veces a través de los medios.

 

También nosotros tenemos que criticar esa situación. ¿Y de qué manera podemos reaccionar? Quizás tomándonos el trabajo de ver quienes son los anunciantes y llamar al sector de recursos humanos de aquellas empresas que sostienen los programas, y decirles que si ellos siguen alimentando estas realidades, nosotros no vamos a comprar más esos productos. Tocando el corazón quizás no se conviertan. Pero tocándoles el bolsillo, a lo mejor sí. Pidamos al Señor esa capacidad.

 

¡Tenemos que despertarnos! Uno puede decir “¡y esto qué tiene que ver con el Evangelio!”, o con la Fiesta de la ascensión. Tiene mucho que ver, primero porque lo dijo el Papa en su mensaje mundial a los medios de comunicación. Ahí tiene mucho que ver. En segundo lugar tiene que ver con nuestra actitud de compromiso como cristianos en el mundo, “aquí y ahora”. Porque nosotros estamos aquí, mirando al cielo, pero no nos olvidamos de las realidades terrenas que no sólo tenemos que vivir, sino también transformar y comunicar.

 

Que el Señor bendiga a todos los que trabajan en los medios, para que tomen conciencia de los bienes: del bien común, del bien personal y del servicio que ellos deben  y pueden realizar. Que nosotros tengamos una actitud crítica, de discernimiento, porque hoy más que nunca, tenemos que pensar, tenemos que reflexionar y tomar decisiones.

 

Que así sea.