X Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 9, 9-13: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos”

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Evangelio según San Mateo 9, 9 - 13 (ciclo A)

 

Evangelio: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos”

 

La Palabra de Dios es conmovedora y muy fuerte. Primero llama a un hombre, Mateo, despreciable para los judíos ya que recaudaba impuestos para el Imperio romano; por lo tanto no era apreciado, y en su sentido común la gente de ese tiempo no lo apoyaba. Sin embargo Jesús, por encima de la opinión pública, llama a Mateo para que lo siga.

 

En segundo lugar, el Señor se conmueve por comer con la gente que está última, los publicanos, los pecadores, en contra de la actitud farisaica de los justos. Donde a veces se contrapone los justos y los pecadores. No quiero dar demasiados ejemplos, pero muchas veces nosotros podemos excluir, discriminar, por prejuicios, por ideologías, por categorías, a las personas, a las clases sociales, a los pueblos y a las culturas. Y uno puede ser muy injusto con estas cosas.

 

El Evangelio nos viene muy bien para darnos cuenta que ninguno tiene derecho a excluir a nadie. Y la Iglesia quiere incluir a todos. A veces nuestra sociedad no incluye a todos, ya que hay gente que está condenada a vivir en la marginalidad por distintos motivos: por pobreza, por historia, por no tener acceso a las posibilidades de crecimiento, por falta de trabajo o por otras cosas que son más esclavizantes como la realidad del paco, de la droga y de tantas otras que lo van confinando a uno en una actitud marginal, excluyente.

 

Yo creo que el Señor nos llama a todos a salir de esta situación. Nos llama con su gracia, con   su amor y uno tiene que animarse a salir. No preguntarse “¿por qué yo?”, “¿por qué a mi?”, o decir “yo no soy capaz”, “yo no sirvo”, “yo soy el peor o la peor de todas”. ¡No! Si el Señor te llama, te da la fuerza para poder responder. Y te da la fuerza para que puedas salir, para que te puedas levantar.

 

La actitud propia de Dios es la misericordia ante nuestra realidad, que son miserias. Y en este diálogo extraordinario entre misericordia y miserias, más importante es la Misericordia de Dios que las miserias. Y Dios nos llama.

 

Pero cuando Dios nos llama, y nosotros pegamos el salto, salimos, también tiene que haber una actitud de responsabilidad, de consentimiento, de alimentar las cosas, ¡no quedarnos en el estado de exclusión, o marginalidad!; o no quedarnos en un estado de pecado. ¡No! Tenemos que salir y tenemos que crecer. Tenemos que madurar y tenemos que cambiar.

La misericordia no es el consentimiento que dice “seguí igual, quedate igual, que no hay ningún problema”. ¡No, no! Te tomo, te amo, te quiero, pero también te exijo que cambies. Porque tiene que haber un proceso de crecimiento que dé una respuesta personal que nadie puede dar por nosotros.

 

Pidamos al Señor tener esa misericordia, tener esa capacidad.

Que te sientas llamado por el Señor, porque así como el Señor llama a todos que también uno tenga una actitud universal para con todos.

Y que nunca caigamos en la tentación de despreciar a alguien por cualquier motivo.

Recuerda que Dios tiene Misericordia de ti, de mí y de todos nosotros.

Y ante esa misericordia se responde a el con amor.

 

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.