Solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora

Fiestas Patronales de la diócesis de Avellaneda Lanús

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

En este día tan especial, en la Fiesta de la Virgen María , Nuestra Señora de la Asunción , nos hemos reunidos aquí todos no sólo para pedir sino también para agradecer y para ofrecer. Como me decían en el Concejo Deliberante: ofrecer. Qué cosas podemos entregar.

 

Agradezco la presencia de mis hermanos Obispos de las diócesis cercanas con quienes  formamos la Región Buenos Aires. Ellos recorrieron nuestra diócesis, desde el 9 de agosto hasta hoy, misionando en la ribera y también visitando, consolando y animando a los enfermos en los hospitales de nuestra diócesis. Sinceramente les agradezco porque es la Iglesia, porque es de Iglesia a Iglesia. Y la Iglesia hoy, en este lugar, ha tomado más conciencia de su identidad y de su misión: “Iglesia, existes para evangelizar”, ¡esa es tu identidad! ¡Pobre de ti si no eres convencida! ¡Pobre de ti si no anuncias los que has recibido gratuitamente!

 

Agradezco la presencia de los dos señores intendentes, el de Avellaneda y el de Lanús, que hoy nos acompañan para festejar juntos este misterio de la Virgen María , ¡muchas gracias!

 

Pero ¿qué estamos celebrando? Estamos celebrando el Misterio de Dios expresado y colmado en María, la Virgen. Ella , mujer de nuestra raza, ha sido elegida con un privilegio especial, y en atención a la Maternidad Divina es concebida sin pecado original. Siempre la Virgen nos va a llevar, y hacer referencia, a Jesucristo. No se va a quedar en ella porque María no se apropia. María es puente para acercarnos y para entregarnos a Dios, a Jesucristo.

 

Antes de ser Madre, ella es discípula y nos enseña que si queremos tener cargos, si queremos tener responsabilidades, si queremos tener cosas que ofrecer, ¡lo primero que tenemos que hacer es ser discípulos! ¡Oyentes! ¡Y porque se es discípulo, porque María es discípula, luego es Madre de Dios! ¡Porque creyó, porque confió, porque escuchó y porque obedeció! Por eso la condición esencial de toda persona humana, y de toda persona cristiana, es ser discípulo para poder ser luego misioneros, testigos. Porque si no somos discípulos ¿qué cosas vamos a entregar? ¿Y qué cosas vamos a ofrecer a los demás?

 

La Virgen es la obra cumbre del Espíritu Santo, la llena de gracia. María y Jesucristo tienen una íntima relación: la Madre de Dios y el Verbo que se hace carne en el seno de María.

El Verbo, Cristo, que actúa y la Virgen que recibe.

Cristo que redime y la Virgen que es redimida.

Cristo muere en la cruz, resucita y asciende y María, unida al Misterio de Cristo, es asumida y llevada al cielo.

Donde está Cristo, el Hijo, está la Madre. Y donde está la Madre , ella quiere que estén sus hijos.

 

Esta tarde es signo de esperanza, de comunión, de aire puro. Podemos pedir, podemos ofrecer, podemos escuchar, porque María, Su Madre y nuestra Madre, nos escucha, calma y sacia nuestros dolores y dificultades. La Virgen la asunta, despeja las nubes.

 

Vean: el efecto físico de la falta de paz es el cansancio. El efecto moral  de la falta de paz  es el desanimo y la tristeza. También en la vida espiritual, cuando uno no tiene paz, permite y da lugar al orgullo que entra, no busca, no sigue, no obedece y no ama a Dios.

La perfecta paz no es otra cosa que la vida en Dios.

 

Hay que pedirle a la Virgen que nos ayude a curar los males físicos, ¡que nos ayude a curar los males morales!, ¡que nos ayude a curar los males espirituales!, para que podamos vivir como Ella integralmente, totalmente, en Jesucristo el Señor.

 

La Virgen nos ayuda a cumplir con nuestra misión.

Los misioneros que estos días recorrieron los cinco lugares de ambas realidades, la ribera y los hospitales, fueron más de 800. Y les aseguro que no inflo los números, es verdad. Ese encuentro de comunión, de salir, de buscar, de escuchar, de acompañar y compartir las diversas realidades de cada decanato, es empezar a intuir que la Iglesia se está abriendo y al abrirse está llevando el mensaje a los demás.

 

¿Por qué?

Porque queremos vivir totalmente en el Señor.

Porque queremos vivir totalmente en el espíritu del Evangelio.

¡Y si a nosotros, como Iglesia, nos falta gente, nos faltan realidades o parte del pueblo, tenemos que afirmar que todavía estamos incompletos!

¡Porque nos falta gente!

¡Porque hemos descuidado a gente!

¡Porque no hemos atendido a nuestros hermanos como Pueblo de Dios!

 

María nos hace volver de nuevo al camino. Antes de hacer hay que ser. Y ser, siendo en serio, lo que Ella nos enseña: es Madre, es Maestra, es Modelo, es ejemplo en ese silencioso modo de obrar pero siempre presente, como la madre que ve más que los hijos y que habla menos que los hijos pero que en el fondo hace más. La Virgen está siempre.

 

Yo quisiera que esta tarde, al regresar a nuestras casas, a nuestras obligaciones, tomáramos la fuerza y la confianza de que, con la gracia de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo, podemos vivir una realidad nueva. ¡Y tenemos que vivirla pero tenemos que estar convencidos de poder hacerlo, si no seremos cristianos raquíticos, o cristianos de compromiso, o de palabra, o profesionales del cristianismo!

 

Dios quiere que seamos una Iglesia viva, una Iglesia que vive en la verdad, que tiene el Espíritu de Dios, que trata de hacer y cumplir la Voluntad de Dios. María, como Madre, nos acompaña y está presente. Quisiera que percibiéramos esa suave caricia, esa ternura de mujer, es ternura de madre, que María tiene para con cada uno de nosotros. Para el pecador, para el que se alejó, para aquel que claudicó, para aquel que se quebró, para aquel que se cansó, para aquel que traicionó, para aquel que se olvidó, para aquel que perdió la fuerza y la esperanza, María esta presente.

 

Le ofrecemos a Ella, en esta Eucaristía, todos los que han confiado en estos días especialmente en las oraciones, ante los enfermos que hemos prometido, ante la gente que hemos visitado y también le hemos prometido  y ante cada uno de ustedes que también le prometemos entregar y ofrecer hoy al Señor, por manos de María.

 

Que la llena de gracia, que está en el cielo, nos de siempre la señal para que también nosotros lleguemos al cielo. Pero para llegar al cielo hay que vivir humanamente acá, en la tierra, bien. Y hay que vivir en la Iglesia haciendo el bien aquí y ahora. Porque aquí se amasa lo que allá se consume. Pero para consumirlo allá hay que saber cosecharlo acá.

 

Que María, la Asunción , bendiga nuestra diócesis, bendiga nuestras realidades, bendiga a estos Obispos y sus respectivas diócesis que son pueblos hermanos nuestros y todos juntos pertenecemos al mismo Pueblo de Dios.

 

¡Qué hermoso es vivir unidos en comunión y en misión!

¡Que María interceda y que Dios nos bendiga siempre!

 

Que así sea +