XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 16, 21-27: El anuncio de la Pasión

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Evangelio según San Mateo 16, 21-27 

Evangelio de hoy: el anuncio de la Pasión 

Es el anuncio de Cristo que, libre y concientemente, entra en Jerusalén sabiendo lo que iba a sucederle. 

Nunca tenemos que acostumbrarnos al sacrificio de Cristo; es decir a cómo el Señor tenía plena conciencia de su misión y a qué venía: Jesús venía a obedecer al Padre, a hacer su voluntad y pedía que, de ser posible, “no pasara por este cáliz, pero que no se mi voluntad sino la tuya”. Aquí destacamos la primera idea de este Evangelio: Cristo nos enseña la obediencia al Padre. 

La segunda idea es el sacrificio, que lo convierte en ofrenda eterna. Es un sacrificio sagrado. Es un sacrificio salvífico, que nos salva. El paga por nosotros. El nos redime ofreciendo su cuerpo, donando su sangre para salvarnos. 

Esa redención de Cristo está presente intensamente en cada uno de nosotros. Por Cristo, por la cruz, por el crucificado y resucitado, nosotros accedemos a la salvación. ¡Y esto es extraordinario! ¡Él se entregó libremente, e hizo la voluntad del Padre, para que todo hombre viva y se salve! ¡Se salve y viva por la fuerza de Dios! 

Nosotros también tenemos que seguir como discípulos al Maestro. “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”, dice el Señor. También tenemos que seguirlo pero también tenemos una cruz y esa cruz hay que tomarla, no quitarla. 

La cruz de la obediencia.

La cruz de la entrega.

La cruz de la fidelidad.

La cruz de la perseverancia

La cruz del servicio para todos los cristianos; para todos los sacerdotes; para las religiosas; para los obispos; para los seminaristas. 

¡Quien quiera seguirlo, tiene que renunciar al amor propio, al egoísmo, al orgullo, a la vanidad, a la comodidad, para que uno sea del Señor y por el Señor sea de la gente! ¡Para que el consagrado se deje devorar por el Señor! ¡Y se deje devorar por la gente! ¡No al capricho de la gente! Es otra cosa: que se gaste, se consuma, envejezca y se sacrifique por la gente. Cuando esto está presente, uno lo hace con más facilidad. Si esto no está presente, si no lo entendemos, no lo haremos con facilidad.  

Por eso es importante no privatizar el sacerdocio;

No hay que privatizar la vida cristiana;

No hay que privatizar ninguna entrega;

Porque en la Iglesia tenemos que hacer la voluntad de Dios; vivir para el Señor y para la gente; para los hombres, la Iglesia y para el Pueblo de Dios. Eso nos trae incomodidad y también incomoda a los demás.  

¡Hay que dejarse seducir por Su amor!

Esta es la vocación de un cristiano y de un profeta.

Siempre la Palabra de Dios a uno lo incomoda e incomoda a los demás. 

Le pedimos al Señor que nos ayude a entender lo que es el seguimiento, entender lo que es el sacrificio y vivir gratuitamente lo que el Señor, gratuitamente, entregó por nosotros y para nosotros. 

Les dejo mi bendición, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.