XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 21, 28-32: Parábola de los dos hijos

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Evangelio según San Mateo 21, 28-32

Evangelio: parábola de los dos hijos


El centro de esta comparación, en la parábola de los dos hijos, no es simplemente escuchar o hablar, sino hacer la Voluntad de Dios. El Señor no alaba que uno actúe como un publicano o como uno que se prostituye; sino que está diciendo que el corazón, cuando se convierte, está más pronto y disponible a responder y a cumplir con la Voluntad de Dios.

Y la Voluntad de Dios es poner esa palabra en obras. La famosa relación entre fe y vida. Las obras, la vida, expresan que uno tiene fe. La fe es lo que da el sustento pero ese sustento, si no tiene frutos, invalida o debilita la fe. Aquí se destaca la importancia de la coherencia entre palabras y acciones; entre fe y vida; entre fe y obras.

También es importante la real motivación, donde uno puede pelear, puede discutir, puede resbalar en muchas cosas pero que tenga pronto la recuperación y hacer lo que el Padre quiere. Si el Padre me manda, yo voy; si la Iglesia me manda, yo voy; si el Obispo me manda, yo voy; si me piden hacer algo, yo lo hago en el nombre de Dios porque la obediencia no es obsecuencia, sino que es obedecer a Aquel que me llama, a Aquel que me habla. Y Aquel que me llama y que me habla, es Dios.

A veces tenemos muy poca fe y no sabemos obedecer. A veces cuando se obedece puede ser una caricatura del cumplimiento porque falta una verdadera motivación. Por eso pidamos al Señor tener esa actitud de hacer y obedecer lo que Dios nos pide.

La fe, si busca pruebas, no es verdadera, no está enamorada de la caridad. Si la generosidad espera reconocimientos, no es un don, no está enamorada de la fe. Si queremos el reconocimiento, el resarcimiento y tantas otras cosas, nos gustamos a nosotros mismos. Un amor que busca correspondencia, no es sincero, no cree en la amistad.

Me gusta esa afirmación “las cosas de Dios a los hombres se proponen, no se imponen”, pero suscitan en el interior de cada uno de nosotros una dosis de aceptación, una firme respuesta y una voluntad de amor y no voluntad de ganas.

Pidamos al Señor ser iluminados para la voluntad del amor en todas las cosas que Dios nos pide, nos exige, nos convoca, nos manda. Marcando así esa coherencia entre vida y fe, fe y vida.

También es importante recordar que el maestro sabe más de lo que dice, pero lo que dice está sostenido por lo que sabe, pero sabe más.

Uno no se agota en cada acción, por eso es importante estar alimentados de la Palabra de Dios permanentemente, para que nos ilumine, nos alimente, nos nutra, nos de fuerzas, nos de vigor para responder y hacer cada día la Voluntad de Dios

Que seamos hijos obedientes.

Les dejo mi bendición, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.