Solemnidad: La Asunción de la Santísima Virgen María.
San Lucas 1, 39, 56

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

Fiesta Patronal Avellaneda Lanús
15 de agosto 2009 - Catedral diocesana

Agradezco la presencia de los sacerdotes, religiosas, religiosos, diáconos permanente y en orden al ministerio, seminaristas. Particularmente agradezco la presencia de los dos intendentes que forman nuestra diócesis: el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi y el intendente de Lanús Darío Díaz Pérez. Agradezco también a todos los que acompañan esta celebración, este festejo religioso, este honrar a la Madre de Dios.

Hoy es un día memorable porque nosotros sabemos, por la fe, que Dios le ha dado el premio a la Virgen. La ha consolidado y confirmado en una gracia privilegiada y tan especial: María es la Virgen que fue concebida sin mancha de pecado original y, en atención a esta prerrogativa, Dios le concede el don de la virginidad y de la maternidad divina.

María, antes de ser madre, es discípula porque creyó lo que Dios, por medio del ángel, le propuso y aceptó. La Virgen es discípula porque supo escuchar a Dios y ponerlo en práctica. Una primera enseñanza que esta tarde tenemos que extraer si queremos ser cristianos, si queremos llevar dignamente el nombre de cristianos, es que tenemos que volver a ser discípulos. ¡Y no sólo escuchar! Sino también es incorporar y vivir como Dios quiere y como Dios nos exija. ¡Discípulos!

Hermanos, en este tiempo tenemos que volver a ser discípulos. Tenemos que volver a escuchar. Sacarnos los zapatos, bajarnos del caballo, creernos que no sabemos todo, pensar que ya tenemos todo arreglado, creer que somos los genios. Tenemos que desandar tantas cosas que hemos andado y tenemos que volver a caminar en la presencia de Dios. ¡Por la Iglesia , por nosotros y por nuestra sociedad! Ambas realidades necesitan de nosotros pero también necesitan de nuestra respuesta.

La Santísima Virgen , la Llena de Gracia, sigue totalmente a Cristo, al Señor. Fijémonos: Cristo es quien ha vencido al pecado y la muerte, por naturaleza. Pero Cristo le da la gracia a la Virgen. Por naturaleza Cristo nos redime y la Virgen por gracia intercede ante Dios para nuestra salvación y redención.

La primera persona después de Cristo es la Virgen , quien recibió una gracia especial. El Reino de Dios se ha restituido, por eso María es asunta al cielo. Ella es la Madre que goza de la plenitud y de la victoria de Cristo resucitado. ¡Por eso la Virgen es poderosa!, porque ha creído y vivido la Palabra de Dios. Y donde está la Madre , nosotros que somos sus hijos tenemos la certeza que podemos estar como Ella, cercano a Ella. María es la primera después de Cristo que nos ha restituido el Reino de Dios: la Resurrección y la Asunción de María.

Por todo esto en la Iglesia veneramos con tanta atención y con tanta devoción a la Virgen porque sabemos que Ella es Madre y es tierna, nos escucha, nos atiende, nos comprende, nos exige, nos anima y nos levanta de nuestras fragilidades, de nuestra fisuras, de nuestros pecados.

Hoy, ante la Asunción de María, ante el gozo y la victoria del Resucitado, a Ella que es la obra plena y cumbre del Espíritu Santo, la llena de Gracia, le queremos pedir por nuestra patria, por nuestra diócesis y por todas nuestras realidades.

El efecto físico de la ausencia de paz, cuando nos falta la paz, lo primero que viene es el cansancio. Todos estamos cansados y hay un cansancio generalizado. Todo el mundo anda cansado. El segundo efecto, digamos moral, cuando no hay paz adentro nuestro, entra el desánimo, el desaliento. Uno está desanimado desalentado, con los brazos caídos. Yo siempre digo que uno puede levantar a una persona que se cayó, pero ¡qué difícil es levantar un peso muerto!, porque pesa más y como pesa más cuesta más levantarlo. Otro problema es el efecto espiritual; cuando falta la paz surge el orgullo. El orgullo de pretender prescindir de Dios en su vida.

La Virgen nos enseña que tenemos que involucrar toda la presencia de Dios en lo físico, en lo moral, en lo espiritual. ¡En todo! El Papa nos dice perfectamente en la última encíclica, Caridad en la Verdad , que Dios tiene que ser reconocido en lo económico, en lo político, en lo social, en lo familiar, en lo humano, en la cultura, ¡en todos los ámbitos! Porque Dios no es ausente a todos estos ámbitos.

Cuando Dios se eclipsa de nuestra vida, cuando lo sacamos a Dios, cuando borramos a Dios, todo se desorienta, pierde sentido. La naturaleza, los bienes, todo empieza como a diluirse, a disiparse, a desorientarse.

¿A qué venimos hoy aquí?

¡Venimos a honrar a la Virgen !

¡Venimos a tomar fuerzas para seguir adelante!

¡A tomar fuerzas para vivir en la luz!

¡A tomar fuerzas para ser cristianos!

¡A tomar fuerzas para vivir como humanos!

Cuando Ella está, y donde Ella está, está la gracia de Dios ¡y está la Verdad ! ¡No se puede vivir mintiendo! ¡No podemos vivir mintiendo! ¡Un cristiano no puede mentir! ¡Nosotros no podemos mentir! Podemos ser débiles, frágiles, pero no podemos ser mentirosos. Hoy le decimos a la Virgen : “Virgen Madre, ayúdanos a vivir en la gracia y en la luz”. Porque la gracia de ser cristiano es una luz.

¡Es un gozo ser cristiano!

¡Es una alegría tener fe!

¡Es una alegría recibir la Palabra de Dios!

¡Es un entusiasmo estar convencido que Cristo está en la Iglesia y en el corazón de cada uno de nuestros hermanos!

¡Es un gozo ser creyente! Pero también es una responsabilidad. La Virgen nos dice que todo esto es verdad y todo es gracia pero por favor “viví responsablemente el don que se te ha confiado”, y lo dice a cada uno de nosotros, sacerdotes, diáconos, religiosas, religiosos, padres de familia, políticos, gobierno, médicos, profesionales, ¡a todos los que estamos aquí!

Porque somos todos iguales pero tenemos distintas funciones y responsabilidades Pero estas realidades que tenemos, esta diversidad que nos enriquece, nos tienen que comprometer a un mensaje común y a un lenguaje común: buscar a Dios en la verdad y hacer el bien haciéndolo a los demás. ¡Haciéndolo!

Yo no puedo dar aquí recetas, ni técnicas, pero sí puedo dar lo que es el espíritu. Al honrar a la Virgen venimos a comprometernos y a tener un cambio en nuestra vida; una conversión del corazón; una conversión pastoral. Es cierto: no todo lo hemos hecho bien y no estamos bien. A veces estamos mal y tenemos que resurgir de algún lado. Tenemos que levantarnos de algún lado. Tenemos que volver a enderezarnos de algún lado. Y cada uno sabe, yo no me puedo remontar a las familias, a los límites.

El Papa nos hablaba, en esa encíclica, de los derechos y de los deberes. Hoy la sociedad se olvidó los deberes. Hoy sólo existen derechos: derechos, derechos, derechos. Pero no hay deberes ni responsabilidades. Se han ido olvidando estas cosas y sin embargo no nos damos cuenta que los derechos también son protegidos por los deberes. Y los deberes se refugian y se relacionan en los derechos. Y los derechos, para que sigan siendo derechos, tienen que tener y asumir los deberes.

El Papa nos hablaba de lo que significa la falta de trabajo. La dignidad del trabajo. La cultura del trabajo. Hoy le decimos a la Virgen : “mira, han pasado algunas décadas que los argentinos hemos ido perdiendo la cultura del trabajo; que muchas veces nosotros mismos –no sólo “los otros”, también “nosotros”- hemos perdido la disciplina, la constancia y la perseverancia del trabajo; te pedimos porque queremos salir de este estadio que muchas veces en lugar de levantarnos nos empuja y nos tira para abajo; queremos vivir en la luz; queremos hacer el bien y producir el bien”

A veces se dice, y yo lo comparto, que hay tres generaciones que ya no saben qué es la realidad del trabajo. Esto pesa y gravita enormemente ante el presente de nuestra sociedad y compromete seriamente nuestro propio futuro. Por eso, todos, sin echarnos culpas unos a otros, conforme a nuestras responsabilidades tenemos que volver a recrear la dignidad del trabajo.

La Virgen , como madre que es, no tapa las cosas, las hace nuevas, pidámosle no tapar las cosas; no asustarnos, porque se puede hablar de lo terrible que es la falta de trabajo, y de la injusticia que eso conlleva. Tenemos que volver a esa realidad del trabajo para encontrar nuestra dignidad.

Quiero que le pidamos hoy a la Virgen , que volvamos a respetarnos entre nosotros. Que vivamos de nuevo con nuestras cosas originales. Hoy el mundo está muy cambiado y lo hemos dejado cambiar. Otros nos proponen un cambio donde ciertamente hay una gran pérdida de muchas cosas. Nosotros tenemos que volver a lo fundamental. A las cosas naturales. A los valores. A las cosas de familia. Volver a rescatar nuestras familias. Ayudarnos mutuamente. Uno puede decir “¡es muy difícil, padre!” Claro que es difícil, pero no es imposible, porque no es imposible para Dios. Y no es imposible para aquel que cree en Dios.

“El nombre de la paz, decía el querido Pablo VI, es el desarrollo” También nosotros tenemos que desarrollarnos pero para crecer, para amar más y para vivir en la verdad. Si crecemos sin verdad, es un crecimiento terrible. Si olvidamos lo que significa el desarrollo integral, lo que es lo humano, lo que es lo cristiano, porque reconocemos como Pueblo de Dios que lo más importante es Dios en nuestra vida. Pero Dios no nos deshumaniza, al contrario, Dios nos humaniza y le pedimos a Dios por medio de la Virgen , que su presencia talle más en nuestra vida. Que la Virgen nos ayude a tener más gozo espiritual. Nosotros lo podemos tener porque, lo tienen los hijos de Dios, los que sirven al Señor, los que sirven a la comunidad.

Pedimos a la Virgen que, cuando nos vayamos de aquí, nos ayude a llevarnos un compromiso. El compromiso comienza por uno mismo. No le exijamos a los demás, de entrada. Yo, fulano de tal, ¿qué cosa estoy haciendo bien y cómo tengo que fortalecerlas? Yo, fulano de tal, ¿qué cosa estoy haciendo mal y en qué debo cambiar? ¡Nadie va a crecer por el otro!

Y esto tenemos que realizarlo porque no tenemos tiempo para perder, no tenemos tiempo para seguir lastimando a los demás; porque la vida es muy seria y nos tenemos que comprometer. Por eso es tan importante hacerse la pregunta pero también dar la respuesta. La Virgen hizo la pregunta y dio, con su vida, la respuesta. Que nosotros también podamos hacer lo mismo, comenzando hoy en nuestra vida.

La Llena de Gracia, la que es libre, la que no tiene pecado y la que está disponible para amar más. Que nosotros seamos libres. Que no vivamos en el pecado y que amemos más, y de verdad, a Dios y a los demás. Que la Virgen nos ayude sinceramente en esta Fiesta, que también por gracia de Dios es nuestra fiesta; y honrando a la Madre salgamos, como hijos, fortalecidos y experimentando entre nosotros que todos somos hermanos.

Que así sea.