XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B.
San Marcos 7,31-37: la fuerza de la Palabra y la vivencia del testimonio”Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia
Evangelio según San Marcos 7, 31 -37 (Ciclo B)
Evangelio: la fuerza de la Palabra y la vivencia del testimonio
Es evidente que la Palabra de Dios tiene su fuerza y a la vez también
su elocuencia. En este Evangelio, el encuentro de Cristo con el sordomudo, nos
lleva a poner atención en la Palabra de Dios, la Palabra de Cristo, el Señor.
Esa Palabra no sólo se dirige a nosotros, sino que también nos da confianza, nos
ilumina y nos libera; nos sana, nos fortalece, nos purifica y nos robustece.
Un padre santo de la primitiva Iglesia decía “yo confío en la Palabra como en la
Carne de Cristo”. Confiar en la Palabra de Dios y en el Sacramento de la
Eucaristía : dos realidades unidas indivisiblemente una a la otra, porque la
Palabra hace a la Eucaristía y la Eucaristía proviene de la Palabra , del Verbo
que se hizo carne en el seno virginal de María.
Esta realidad, del sordo y mudo del Evangelio de hoy, que por lo general porque
uno es sordo después es mudo, ya que siempre hay algo anterior y una
consecuencia posterior (la mudez proviene de la sordera), también nos pasa en la
vida cristiana.
Muchas veces somos sordos, porque no escuchamos bien, no escuchamos con
atención, con humildad, con apertura del corazón; y como no escuchamos bien no
podemos responder bien. Quien escucha bien, responderá bien. Quien escucha mal,
se va a equivocar en la respuesta.
Pero este discípulo, que tiene que escuchar y estar atento a lo que el Maestro
dice, también nos lleva a un compromiso de convicción que significa anunciar,
testimoniar, comunicar una verdad de la que participamos pero no somos dueños de
ella sino que la recibimos, como discípulos, como administradores, y tenemos que
comunicar.
Por eso decimos que quien no da testimonio es porque, primero, no es un buen
discípulo. Y aquél que es un buen discípulo, está preparado a dar testimonio.
En este domingo, en su mensaje mundial a los migrantes, el Santo Padre toma de
ejemplo a “San Pablo migrante, apóstol de los pueblos”, como una realidad de la
cual ninguno de nosotros se puede encerrar o aislar, ya que debemos tener una
atenta solicitud pastoral, que se dirija al variado universo de los migrantes:
estudiantes fuera de su país, refugiados, prófugos, desplazados, incluyendo a
los que son víctimas de tantas esclavitudes modernas (por ejemplo, la trata de
seres humanos); una realidad que algunos quieren esconder o negar pero que
ciertamente está presente también en nuestro país. Hemos tenido unos recientes
hechos que nos confirman la sospecha que se tenía, porque sabemos perfectamente
que estas cosas existen.
Como Iglesia quiero decir que somos también responsables: una Iglesia que envía
y una Iglesia que recibe. Toda persona tiene derecho a quedarse en su patria o a
emigrar de ella por distintas razones. Es importante que, como Iglesia, sepamos
ubicarnos, recibir y atender bien a todos nuestros hermanos.
Como dice el santo Padre: “un estímulo a vivir en plenitud el amor fraterno, sin
distinciones de ningún tipo y sin discriminaciones, con la convicción de que
nuestro prójimo es cualquiera que tiene necesidad de nosotros y a quien podemos
ayudar”
Pidamos al Señor tener un corazón abierto para escuchar, para ver las
necesidades de los demás y para responder solícitamente con verdad y con
prontitud a esas necesidades.
Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.