XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B.
San Marcos 9, 30-37: La autoridad es un servicio

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

Evangelio según San Marcos 9, 30-37 (Ciclo B)

La autoridad es un servicio


Estamos ante el secreto de Dios, la conciencia mesiánica de Jesucristo, que sabe que será entregado en manos de los hombres, que lo van a matar y que va a resucitar; es lo importante, es el misterio de Dios.

Pero ante el misterio uno reacciona superficial y desubicadamente. Aquí los Apóstoles querían saber quién de ellos era el más importante, quién era el más grande. Pero Jesús les responde de inmediato: llamó a los doce y les dijo: “el que quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos” Esto es lo que tenemos que aprender: ser los últimos y servir.

Pero es muy difícil de aplicar y también es difícil caricaturizar y adulterar las cosas. A veces pareciera que uno, porque “sale bien en las fotos”, es humilde; porque “pone cara de pobrecito”, es humilde; o porque habla con algunas personas o consulta, es humilde. Pero el tema es una cuestión de verdad en serio. De saberse, de sentirse y de reconocerse en serio

Frente a las cuestiones negativas uno puede decir “cuánta demagogia que hay”. Pero si pregunté o consulté a aquellos que me van a decir lo que yo pienso, estoy ante una actitud demagógica. Hacer creer a los demás que los consulté porque los tengo en cuenta, ya es una decisión tomada, no hay diálogo, ni respeto, ni nada. A veces son posturas externas. El Señor nos quiere llevar a algo profundo, a algo interno, a algo que sea sincero y verdadero.

Otro tema: pareciera que el que manda no está sirviendo. En esta sociedad actual y también en la Iglesia , hay una crisis de autoridad. Esa crisis está en que no se ponen límites, no se tienen referentes, no se respetan las vinculaciones; no se ponen las cosas en claro y en serio.

Es un problema de crisis también cuando los padres no ponen límites a los hijos. Hoy nadie quiere tener límites: solamente existe el SI, no existe el NO. Y cuando uno dice NO la gente contesta de inmediato: ¡uy, nos bajó línea! ¡uy nos dice tal cosa, qué barbaridad! Pero no se busca la objetividad ni la verdad.

Pero es importante saber que hay una sujeción a la verdad: “el que recibe a uno de estos pequeños en mi nombre, me recibe a mí”, dice el Señor en este Evangelio refiriéndose a los excluidos, los marginados, a todos. “Y el que me recibe a mí –sigue diciendo- no es a mí a quien recibe sino a Aquél que me ha enviado” y ahí está todo el tema de la autoridad de Dios.

Por eso uno tiene que obedecer al Obispo, a los padres, en las cosas legítimas a los sacerdotes, al párroco; porque tenemos que saber que, en estas cosas, hay una referencia y una trascendencia.

Pidamos al Señor que no nos conformemos con cosas superficiales o caricaturas y que sepamos muy bien que la autoridad es un servicio pero que es necesario ejercerlo. La autoridad y el poder deben ser un servicio y no son dos malas palabras, son importantes; autoridad y poder pero un poder que está al servicio de Dios, de los hermanos y de la verdad

Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.