XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B.
San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48: "no quedarnos en las cosas que nos separan de Cristo"Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia
En el texto de este domingo encontramos varias afirmaciones
que concluyen siempre en algo importante y principal: uno no puede monopolizar a
Dios ni secuestrarlo. Es evidente que siempre buscamos a Dios; está presente en
la Iglesia pero ella no agota Su presencia, porque Dios está en todos los
ámbitos y cada uno tendrá que buscarlo, sabiendo que existe y que es
remunerador. Algo que debemos tener en cuenta en las grandes religiones
monoteístas: judíos, musulmanes y cristianos.
La Iglesia católica tiene la experiencia de la Verdad , que no puede ser de un
modo exclusivo y excluyente. Es un modo importante, pero no tiene que excluir a
nadie porque a Dios se lo puede encontrar en todos lados y toda persona está
llamada al conocimiento de Dios.
Pensemos en todo el mundo, en todos los continentes, en todos los pueblos, donde
el Señor quiere estar con todos, porque es universal a todos, aunque se utilicen
distintos caminos.
Entrando más en el tema: a veces uno pretende, por celos, por competencia o por
envidia, arrogarse una cierta propiedad espiritual sobre Dios. Y esto no
construye, no edifica, no hace bien. Recordemos que somos todos peregrinos y
tenemos que buscar y hacer la voluntad de Dios, alegrándonos por todo lo que
Dios hace también en los demás. ¡Alegrarnos! ¡Tener grandeza de espíritu!
¡Grandeza de alma!
Luego, la experiencia del discípulo que tiene que vivir con convicciones y
decisiones. El que tiene caridad, el que da un vaso de agua a alguien, ya tienen
un mérito; también no escandalizar, cuidar a los otros, a la opinión pública, a
los pequeños, cuidar a los ancianos. ¡Cuando uno escandaliza a otro, es muy
grave!, ¡hace mal al bien común en cualquier área o nivel!, ¡se tergiversan las
cosas!
Cuando alguien tiene una función de bien común, sea eclesial, institucional o de
gobierno, de no cumplirlas se dice “¡que Dios y la Patria me lo demanden!”
porque hay una responsabilidad pública de todas las cosas que se nos
encomendaron.
También está la radicalidad evangélica, que habla fundamentalmente de la
integridad del corazón y de la vida; de no quedarse en aquellas cosas que nos
separan de Cristo. En el evangelio de hoy: la mano del pecado, el pie, el
corazón, los ojos, todo aquello que impide acercarnos a Dios en la total
integridad de nuestra vida.
¡Cristo, su Reino! Lo demás es lo demás.
El cristiano tiene que seguir a Cristo, que es su Reino, y lo demás seguirá
siendo lo demás. No sea que por seguir lo demás perdamos a Cristo.
Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.