XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B.
San Marcos 10, 17-30: “¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!”

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

Es un Evangelio muy valioso que nos lleva a tratar de afirmar muchas cosas importantes. En primer lugar la riqueza: cuando llena el corazón y excluye a los demás, está mal porque Dios no está presente, tampoco están presentes los demás y, en este caso, los pobres.

 

Siempre en la vida humana, las cosas son de relación. Yo estoy convencido que no es un problema tener o no tener; el problema es cómo uno tiene y cómo uno está disponible para que ese bien que tiene pueda producir bien a otros.

 

Aquí hay una especie de relación que uno debe tener porque, de lo contrario, sería una caricatura: “yo no tengo, soy pobre y ya es suficiente”. ¡No! el tema es: si tú tienes algo, tiene que estar de acuerdo a la verdad, al bien común y al servicio de los demás.

 

Las cosas no son ni buenas ni malas; son como uno las utiliza, las entrega y las ofrece. Por lo tanto el tema es espiritual pero no es abstracto. Espiritual pero muy concreto y relacional con respecto a los demás.

 

También está lo siguiente: Pedro le dice a Jesús: “lo hemos dejado todo, te hemos seguido” ¿y entonces qué? Yo diría que este seguimiento puede ser un estilo de vida, quizás el sacerdotal, el religioso o el misionero. ¡Pero todos los cristianos tenemos que seguir a Jesús! ¡Y todas las personas de buena voluntad, que creen en Dios, tienen que seguirlo! Porque es una vocación universal que todos tenemos, donde Dios es el primero y principal y a El hay que darle lugar. La presencia de Dios, su reconocimiento, ordena las demás relaciones y nuestro trato con los demás.

 

La familia no se opone a Dios y Dios no se opone a la familia, pero siempre tiene que haber una especie de jerarquización de valores y de precedencia. Porque el primero que nos preside en la vida, en la existencia y en el amor es Dios. Por eso, todos tenemos que tener en cuenta siempre a Dios; porque Él nos humaniza, nos ayuda a vivir en familia, nos ayuda a orientar nuestra vida y a relacionarlas debidamente. Nosotros nos quedamos en lo definitivo y desde allí vamos construyendo las demás relaciones.

 

Pidamos al Señor tener un espíritu de pobreza, un espíritu de disponibilidad, para que siempre Dios sea el centro de nuestra vida; que tengamos como referencia y como finalidad, a nuestros hermanos, en especial a los más pobres. Ciertamente el pobre necesita de nosotros y nosotros, por la caridad, necesitamos de nuestros hermanos pobres. ¡Nos necesitamos mutuamente!

 

Lo que has recibido, lo has recibido, no te enorgullezcas y entrégalo a  los demás con espíritu de gratuidad y de disponibilidad. ¡De qué te engríes, si todo lo has recibido! ¡No te apropies! ¡No seas patrón, sino más bien sé un servidor!

 

Les dejo mi bendición, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén