XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 13, 24-32:
“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

Es la realidad de Dios, con todo su amor, con toda su presencia, con toda su potencia. ¡Dios Santo! ¡Dios excelso! ¡Dios inmutable! ¡Dios todopoderoso! ¡Dios omnipotente! ¡Dios bello!

 

Toda la naturaleza. Todo el cosmos. Toda la historia de la humanidad. No somos un “accidente”, no estamos por “generación espontánea”, sino que somos una participación: venimos de Dios, caminamos con Dios y regresamos a Dios. Somos todos peregrinos y estamos todos “en tránsito”.

 

¡Ya sé que hay gente que no se da cuenta de esto! Ya se que hay gente que en este momento de su vida, de lo que vive, de lo que tiene, de lo que hace, hace un absoluto. Pero quiero decirles, y decírmelo porque lo creo, que el único absoluto es Dios.

 

“En la tierra no está el cielo”, como decía el Santo Cura de Ars. Por supuesto que la tierra es un vestigio del cielo; y estamos adelantando el cielo viviendo en la tierra, pero tenemos que darnos cuenta que somos peregrinos, que todos somos migrantes y que nuestra morada definitiva es en Dios. La última palabra no la tiene la muerte. La última palabra la tiene la vida. De Dios venimos, con Dios caminamos y a Dios volvemos.

 

Hay que saber leer, porque Dios nos salva. A veces, por lo pesado que estamos, o porque el espíritu se nubla, o se deteriora, o se debilita, la vida se opaca y se opaca todo. Se opaca la visión. Se opaca la visión sobre el hombre, la visión sobre el cosmos y sobre la materia.

 

Como bien dice el Papa Benedicto XVI, en su encíclica Caridad en la Verdad : “el hombre se desorienta cuando no reconoce a Dios”. Y porque no reconoce a Dios todo se deteriora, todo se debilita: su persona, la familia, la sociedad, la naturaleza.

 

¡La redención de Cristo, toca todo! Toca las plantas, los animales, todo el universo; toca nuestra relación y la hace totalmente nueva. ¡Pobres aquellos que no saben hacer la referencia a Dios viendo la naturaleza! Cuantas veces uno contempla un paisaje; cuantas veces uno escucha un pájaro cantar; o cuando amanece o anochece –donde parece que el sol se acostara- la naturaleza, la belleza, el silencio, la armonía, el equilibrio, producen un gozo interior en nuestro corazón y en nuestro ser. Si todo esto es vestigio de Dios ¡cómo será Aquel que hace las cosas, Dios!

 

Pidamos esa capacidad para poder darnos cuenta que su Palabra no va a pasar. Por eso uno la vive, es fiel y sabemos que vamos a encontrarnos con El y vamos a dar cuentas a Él. Somos administradores, pero tenemos que ser ¡buenos administradores! No podemos ser malos administradores.

 

Pidamos al Señor que, sabiendo que su Palabra no pasará y que jamás nos va a desilusionar, nos ayude a vivir este encuentro con el Señor de la Vida y Señor de la Historia. Y que este señorío esté muy presente en nosotros para que vivamos en la LUZ , en la PAZ , en el AMOR y en la JUSTICIA.

 

Les dejo mi bendición, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén