Solemnidad: Jesucristo, Rey del Universo
XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 18,33b-37:
“¡Tú lo dices, Yo soy Rey!”

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

¡Esta clarísimo! ¡Jesucristo es Rey! Pero su reino no es de este mundo. Los criterios del Evangelio, los criterios del Señor, son superiores y distintos a los criterios mundanos. Esto no significa una separación, pero tampoco es una identificación, ¿por qué? Porque están las dos ciudades: la de la tierra -la ciudad de los hombres- y la ciudad de Dios, que es la que da sentido y forma a la ciudad de la tierra, a nuestra sociedad.

Él es Rey, pero su reino no es de este mundo.

¡Incide en este mundo!

¡Gravita en este mundo!

¡Da luz a este mundo!

¡Da sal a este mundo!

La presencia de Cristo ilumina, no impone pero sí propone. Su doctrina, su persona, su enseñanza, no impone pero propone. Uno tiene que ejercerla y recibirla en su libertad; aceptarla y dar frutos.

Veamos: Cristo Rey nos ha liberado ¿de qué? ¡De todo pecado! ¿Mediante qué? ¡Mediante su pasión y muerte! ¿Qué ha hecho de nosotros? ¡Al liberarnos por medio de su propia cruz, ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes! ¡Nos ha participado! Y nosotros participamos de la misma realeza de Cristo; de los mismos criterios de Cristo; de la misma actitud de Cristo.

Por lo tanto, Cristo tiene que reinar en nuestro corazón, en nuestra vida, en nuestras actitudes, en nuestras conductas, en nuestros valores, en nuestra pertenencia, en nuestras vinculaciones para con los demás. ¡Todo tiene que ver, porque todo concluye en ÉL, en su Amor y en la Verdad !

Lo que está excluido es el demonio, el maligno y la mentira. El padre de la mentira es el demonio y allí no hay lugar para la verdad; y en la verdad no hay lugar para la mentira. Cristo se nos da. Aceptó la muerte por nosotros “para que tengamos vida y vida en abundancia”

Le pedimos al Señor que ¡reine en nuestra vida! y que nosotros vivamos libres en lo humano, en lo cristiano y en nuestra pertenencia. Sabemos cuáles son los criterios para acceder a esa libertad: cada uno tendrá la responsabilidad de escuchar, de responder, de asentir o disentir, de involucrarse, de comprometerse.

Y es justamente por eso que siempre deberemos ser “discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida, y vida en abundancia”

Les dejo mi bendición, y que Cristo Rey reine en nuestra vida; en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén