I Domingo de Adviento, Ciclo C
San Lucas 21, 25-28. 34-36:
“¡Tengan ánimo y levanten la cabeza!”

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

En esta lectura encontramos que el principio y el final de la historia es Jesucristo. Todo se ha glorificado en la Pascua : la crucifixión, muerte, resurrección, ascensión; luego el envío del Espíritu Santo, en Pentecostés. Ahora Él es el Rey de todo el Universo, de todo lo creado y regresará en un momento –que ninguno de nosotros sabe, sino el Padre- en su segunda y definitiva venida.

 

Algunas personas dirán ¡uy el Apocalipsis!, ¡el fin del mundo!, ¡las tragedias!, ¡lo que está pasando! Pero hay muchas cosas para tener en cuenta, para considerarlas y estar alertas, como nos dice el Evangelio. Es por eso que en este tiempo de Adviento debemos tener una actitud de  vigilancia.

 

¡Vigilancia, para no ser tomados por sorpresa!

¡La vigilancia vence la astucia!

¡La vigilancia completa la obra sobrenatural!

 

Lo positivo de la vigilancia es una verdad que se va a cumplir: la verdad es Jesucristo. Si es Jesucristo y está Él, no hay que tener miedo sino confiar en que Él nos va a completar y colmar con su presencia y con su vida.

 

¿Qué tenemos que hacer?

 

La vigilancia es, de alguna manera, vivir en las verdades, en los valores. Y esos valores deben ser correspondidos, ¿de qué manera?, ¡estando atentos!, ¡poniendo la voluntad humana en aquello que nos construye y no en lo que nos destruye!; ¡en aquello que nos humaniza y no en lo que nos deshumaniza!; ¡en aquello que nos unifica, que nos integra y no en lo que nos divide y atomiza!

 

Cada uno sabe, en la etapa de la vigilancia y del discernimiento, qué cosas está consumiendo para poder ver, después, los resultados. Si estoy comiendo basura, mi estómago va a ser una basura.

 

Vigilar, para no ser sorprendidos; discernir para estar atentos; poner la voluntad para que sea siempre lo que Dios propone, porque no impone y nosotros libremente tenemos que acceder, responder, involucrarnos, hacernos cargo; y saber que nuestra vida depende del amor a Dios y de nuestra voluntad.

 

No hablamos de la “ganas”. Porque las “ganas” a veces son arbitrarias, mudables y caprichosas. Pero la voluntad del amor nos unifica en todas las cosas.

 

Estemos prevenidos y recemos con intensidad para vivir esperando, confiando, creyendo y caminando ante el Señor y ante los hombres.

 

Que este tiempo litúrgico que comenzamos lo podamos vivir con mucha confianza, con mucha atención y aprovechando los frutos espirituales de la reciente visita del Corazón Sacerdotal del Santo Cura de Ars.

 

Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén