III Domingo de Adviento, Ciclo C.
San Lucas 3,10-18:
Señor ¿qué tengo que hacer?”

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

Juan el Bautista es el precursor, el que anuncia, el que prepara el camino para que el Señor esté presente, presida nuestra vida y nos ilumine a todos. Él será la voz y Jesús la Palabra , que nos engendra y nos da la vida.

 

En este Evangelio hay tres grupos de personas: primero la muchedumbre, después los publicanos y finalmente los soldados. Cada uno de ellos, de alguna manera, pregunta qué tiene que hacer y como tendrá que comprometerse.

 

Si el Señor está en nosotros, entre nosotros y con nosotros, también nosotros tenemos que hacernos esas preguntas: ¿Y yo, qué debo hacer?, ¿cómo debo vivir mi vida cristiana?, ¿qué tengo que hacer con mi vida humana?, ¿recuerdo que soy simplemente un administrador?, ¿recuerdo que la vida la he recibido y se me ha prestado?, ¿recuerdo que la vida cristiana es ser amigo de Dios, ser amigo de Cristo y pertenecer al Pueblo Santo de Dios, que es la Iglesia ? Y yo ¿cómo pienso?, ¿cómo actúo?, ¿qué debo hacer?

 

Es cierto que se nos pide y se nos llama a la conversión, pero la conversión no son palabras simplemente, ¡la conversión tiene que concretarse en signos de conversión!, ¡en realidades! Por lo tanto:

Si yo antes le pegaba a alguien ¡no tengo que pegar más!;

Si yo antes mentía ¡no tengo que mentir más!;

Si antes era un consuetudinario egoísta ¡no debo ser egoísta;

Si antes era infiel, ¡tengo que ser fiel!;

Si antes caía en alguna corrupción o una irresponsabilidad, ¡no puedo ser corrupto y ser cristiano!

 

¿Por qué? Porque la conversión tiene que ser expresada en signos concretos y cada uno sabe dónde “le aprieta el zapato”. No miremos para otro lado y no miremos a otro señalándolo con el dedo, como si uno fuera el “Catón” que señala a los demás. ¡No! Y yo ¿qué cosa debo hacer?

 

El compromiso y la conversión del corazón expresados en signos, también nos tiene que hacer vivir la alegría. Tenemos que comunicar alegría. Sé que el mundo está complicado: la sociedad, las noticias, la violencia, la inseguridad y tantas cosas que están presentes; ¡pero tenemos que tener alegría!

 

¡Alegría de vivir! ¡Compartir con los demás! ¡Alegría de compartir con la familia! ¡Y alegría de pertenecer al Pueblo Santo de Dios! Esta alegría, si está presente, se comunica. Si no está presente, se transforma en una caricatura, en una mueca, en un gesto vacío. Está en la foto pero no tiene realidad.

 

Como en muchas otras cosas que vemos: lo importante es salir en la foto y no importa si es o no real. ¡No!, nosotros queremos ser reales y como somos reales quizá se pueda salir en la foto, o no, eso es secundario; lo más importante, lo real, no puede faltar.

 

¡Dios ama a aquél que da con alegría!

¡Dios da más a aquél que da con alegría!

 

Una realidad de hoy es que tenemos miedo a la exigencia; hoy tenemos miedo a la responsabilidad; hoy tenemos miedo a hacernos cargo de los demás. ¡Por favor, hay que desvanecer los halagos y fortalecer nuestra voluntad! La perfección, en nuestra vida humana y cristiana, es posible con la gracia de Dios.

 

No olvidemos que Su presencia, Su visita, nos pide a cada uno de nosotros ¡que seamos santos!, ¡un santo que vive con alegría! Y porque tiene alegría, da más.

 

Que nos preparemos bien para la Navidad. Que nos preparemos en serio. Si el Señor viene, no lo podemos recibir en la puerta, tenemos que dejarlo entrar en nuestra vida y en nuestro corazón.

 

Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén