XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
La Voz Católica
Arquidiócesis de Miami
Ministerio de formación cristiana 



Lectura del Evangelio según san Lucas 15:1-32

En aquel tiempo, muchos publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Y por eso los fariseos y maestros de la Ley murmuraban y criticaban: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Entonces, Jesús les dijo esta parábola: “Si uno de ustedes pierde una oveja de las cien que tiene, ¿no deja las otras noventa y nueve en el campo para ir en busca de la perdida hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, muy feliz, la pone sobre los hombros, y al llegar a su casa, reúne amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido’. Yo les declaro que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse. Cuando una mujer pierde una moneda de las diez que tiene, ¿no enciende una luz, no barre la casa y la busca cuidadosamente, hasta hallarla? Y apenas la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque hallé la moneda que había perdido’. Les declaro que de la misma manera hay gozo entre los ángeles de Dios por un solo pecador que cambie su corazón y su vida”. Jesús puso otro ejemplo: “Un hombre tenía dos hijos…” (Sigue la parábola del hijo pródigo que termina con el versículo 32)

Comentario breve:

En este capítulo, que sólo Lucas narra, los líderes religiosos critican a Jesús porque se asocia con pecadores y cobradores de impuestos. Esta crítica sirve de introducción a las tres parábolas conocidas como las parábolas de la misericordia. Lo que une las tres historias es la alegría que se experimenta cuando encontramos lo que estaba perdido, en este caso, los pecadores y los marginados. Jesús destaca la diferencia entre el pensar humano y el de Dios cuando dice: “Si uno de ustedes pierde una de las cien….” Tal vez nosotros no dejemos lo que tenemos para buscar lo perdido, pero Dios sí. A través de estas tres parábolas, Jesús revela la compasión y el amor de Dios que no puede compararse con el amor humano. La tercera parábola es la más famosa por su contenido y su belleza literaria. En realidad, la historia no es sobre “el hijo pródigo”, sino sobre el amor incondicional y extravagante del padre por sus dos hijos. Después de despilfarrar su fortuna, la miseria forzó al hijo menor a regresar a la casa paterna, donde fue recibido por el padre con los brazos abiertos. No hay reproches, solamente la alegría de haber recobrado lo que estaba perdido. La parábola continúa narrando la reacción del hijo mayor que hasta se niega a entrar a la casa si su hermano está allí. El padre sale también a buscar a este hijo y le reafirma que todas sus riquezas son suyas, pero a la vez lo anima a que se alegre con él porque su hermano ha sido encontrado.

Lo que le importa a Lucas al narrar estas tres parábolas es la alegría de encontrar aquello que estaba perdido, no si era justo o no que el padre diera una fiesta o que el pastor dejara a las noventa y nueve ovejas.

Tres ideas importantes: de la lectura:

Los fariseos y los escribas excluían a los pecadores. Jesús los incluía en su plan amoroso.

Todo lo que el padre posee le pertenece al hijo mayor quien lo ha estado disfrutando toda su vida. El no pierde nada al recibir a su hermano.

Dios “derrocha” su perdón y misericordia con nosotros y está siempre esperando a que regresemos a casa.

Para la reflexión:

¿Me es difícil aceptar que Dios es bueno y misericordioso con los pecadores? Explica.

¿Cuándo fue la primera vez que necesité ser “encontrado y perdonado”?